Caso Djokovic, o cuando el deporte acentúa la desigualdad
Una peculiar economía de las desigualdades ingresó también en los courts de Greenset de Melbourne Park, espacio donde habitualmente se juega el Abierto de Australia de tenis, el primero de los cuatro torneos oficiales que forman el Grand Slam.
Desafiando temerariamente el recrudecimiento y las recidivas mundiales del Covid-19 -ahora predominantemente bajo el imperio de la cepa o variante Ómicron-, así como toda noción de igualdad de trato y de oportunidades, el torneo australiano dispuso una discriminación negativa, excluyendo a la tenista rusa Natalia Vijliántseva (un detalle no menor: esta deportista apenas ocupa el 134 puesto del ranking mundial y está vacunada con Sputnik V, como muchísimos de los argentinos, que tampoco teníamos alternativas u opciones vacunatorias) debido a que la vacuna rusa no fue reconocida por el momento y no está autorizada a los participantes.
Simultánea, contradictoria y paradójicamente, causó estupor y repudio que el mismo Abierto de Australia, descaradamente y con total desparpajo, habilitara a Novak Djokovic, ignorando sus gravosos antecedentes víricos, ello pese a no estar vacunado con ninguna vacuna –ni siquiera con las aprobadas por La Agencia de Medicamentos de Estados Unidos (FDA) u otra semejante- y negara al mismo tiempo tal habilitación a la tenista sí vacunada con Sputnik, tal el caso de Vijliántseva. Notable desigualdad que enoja al mundo pero sin condenas concretas y pertinentes al momento de escribir estas líneas de los países, federaciones, confederaciones, auspiciantes, sponsors, asociación de jugadores de la ATP; involucrados, directa e indirectamente.
Finalmente, el jugador serbio no pudo ingresar a Australia, pero por otro motivo: errores en su visa. La medida fue apelada por los abogados del número 1 del mundo.
A mediados de 2020, el mismísimo Djokovic (autoproclamado antivacunas), fue “culpable”, al actuar irresponsablemente, de una ola de contagios. En efecto, el tenista serbio fue el impulsor del Adria Tour en junio de 2020, en el que se infectaron gravemente varios jugadores, incluido el propio Nole, al estar presentes en una escandalosa fiesta celebrada en Serbia.
El deporte básicamente consiste en una actividad inclusiva, sujeta a determinadas normas comunes para todos, que se practica con o sin competición de habilidad, destreza o fuerza física. Entre sus finalidades también se encuentran las de contribuir al hermanamiento entre los pueblos, estableciendo relaciones sociales entre diferentes personas y culturas, distinguiéndose por inculcar la noción de respeto hacia los otros, enseñando a competir constructivamente, sin hacer del antagonismo un fin en sí mismo; obviamente sin cabida para privilegios o discriminaciones, lobbies empresarios, corporativos y/o desigualdades deportivas ni eventuales complicidades periodísticas.
La injustificada y privilegiada “exención médica’ a Djokovic, en modo alguno podría situarse por encima de tratados o acuerdos internacionales ni del estado de derecho o de la ley. A propósito, ecuánime y concomitantemente según el objetivo número 10 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, “reducir las desigualdades y garantizar que nadie se queda atrás forma parte integral de la consecución de los ODS”
Preconclusivamente, estamos ante otra muestra de desigualdad, al quedar en evidencia que las reglas de juego en el deporte no serían iguales para todos. Azorados, observamos hasta donde pueden escalar tales desigualdades, no solo en cuanto que las mujeres deportistas suelen tener sueldos más bajos, menos patrocinadores, peores condiciones de contrato y una menor presencia en muchos medios de comunicación, sino, en este caso, también por la injusticia de género, con la exclusión deportiva de Vijliántseva.´
Experto CoNEAU/Cooperativismo