Cartagena, un homenaje literario a Gabriel García Márquez
El último libro de Claudia Amengual imagina a un personaje que denuncia al premio Nobel colombiano por plagio
Cartagena (Alfaguara), de la uruguaya Claudia Amengual, es una obra que reflexiona sobre la culpa y el perdón, también sobre los límites de la ética y la originalidad de la obra de arte. Pero no es un dato menor que incluya a Gabriel García Márquez como uno de los personajes y que otro sea un hombre que cuestiona al Nobel de Literatura por haber plagiado relatos suyos.
Amengual cuenta en esta entrevista por correo electrónico desde Montevideo que mientras escribía la novela murió García Márquez. “Fue tanta mi desazón que pensé en dejarla inconclusa y la abandoné durante meses. Un buen día la retomé y su escritura, transformada en tributo, me ayudó a entender que Gabo no iba a morir nunca”, dice. Desde el mayor respeto y la más absoluta admiración, la autora le rinde un pequeño homenaje literario.
-¿Cómo surge la idea de contar esta historia?
-Como casi siempre, el tema antecedió a la anécdota. Dos preguntas me obsesionaban: ¿puedo perdonar todo? ¿Todo merece ser perdonado? Como cristiana, la respuesta debía ser un sí rotundo. Pero mi corazón me indicaba otra cosa. Reflexioné mucho sobre el asunto desde distintos puntos de vista y estudiando los conceptos de culpa y perdón a partir de la antropología y la religión, en una perspectiva diacrónica. Luego vestí esa reflexión con una trama, una invención pura. Un hombre ha causado dolor y ha vivido atado a esa culpa por treinta años. Su única posibilidad de redención es pedir perdón a quienes ha dañado y manifestar su propósito de enmienda. Por eso vuelve a Cartagena, treinta años después de los hechos. Allí lo espera una realidad mucho más impactante de lo que jamás soñó. En efecto, el dolor causado fue inmenso y sus consecuencias alcanzaron fronteras inimaginables donde solo el amor puede proporcionar la redención.
-¿Fue pensado como una especie de tributo a García Márquez?
-La idea original, como decía, era reflexionar acerca de la culpa y el perdón. Luego pensé que sería buena idea el desafío de ambientarla en un lugar distinto a mi Montevideo. Cartagena de Indias me pareció el sitio ideal. En una tercera etapa surgió la posibilidad de incluir a Gabriel García Márquez como un personaje y, por supuesto, desde el mayor de los respetos y la más absoluta admiración rendirle un pequeño homenaje literario. En el trayecto de escritura de la novela, Gabo murió. Fue tanta mi desazón que pensé en dejarla inconclusa y la abandoné durante meses. Un buen día la retomé y su escritura, transformada en tributo, me ayudó a entender que Gabo no iba a morir nunca. En 2014 la novela fue finalista del Premio Herralde. Sentí que era también una forma de homenajear al gran Nobel colombiano. En 2015, junto a un grupo de lectores uruguayos que decidió recorrer la ciudad a partir de los lugares mencionados en la novela, hicimos una preciosa presentación en el Museo Histórico de Cartagena de Indias. Esa noche hubo familiares de Gabo presentes. El realismo mágico existe.
-¿Hay detrás una investigación o este personaje Pedro Ángel Pastor es pura invención?
-Pedro Ángel Pastor es un hombre bueno que ha sufrido demasiado y que ha encontrado alivio a su dolor en los libros. Luego, poco a poco se ha ido alejando de la orilla de la cordura para perderse en una locura que, sin embargo, tiene matices de lucidez. El personaje es producto de mi imaginación y fue un placer componerlo, insuflarle un espíritu, un carácter.
-¿Qué reflexión subyace en vos respecto del periodismo y la ética? ¿Qué acerca de la originalidad en el arte?
-La ética es compañera ineludible de la estética. Ambas conforman un sustrato para cualquier actividad humana. No soy periodista y, por tanto, no puedo responder desde adentro de la profesión, pero sí como ciudadana. En ese sentido estoy convencida de que el periodismo es uno de los pilares de la democracia. Velar por su ejercicio ético es responsabilidad de los profesionales que lo ejercen y exigir esa ética es responsabilidad de quienes lo consumimos.
Con respecto a la originalidad en el arte, entiendo que es un valor relativo. Ninguna creación es absolutamente original. Todas pagan tributo a una creación anterior de la que se alimentan. Sin embargo, esto no significa copiar. Cada época propone a su comunidad receptora un horizonte de expectativa que es hijo de todos los consumos artísticos anteriores. El arte debe proponerse superar ese horizonte de expectativa, es decir, apoyarse en lo ya hecho e intentar presentarlo renovado en forma y en fondo, proponer a esa comunidad receptora un horizonte nuevo que la obligue a movilizarse. Así evoluciona la creación artística.
-Siento que es una novela arriesgada en cuanto al personaje de Rossi, que se anima a "romper" con sus hijos. ¿Lo sentís así?
-Creo que los mandatos culturales que forjan una idea de la maternidad y de la paternidad son de una crueldad terrible. Un padre o una madre no necesariamente quieren a sus hijos ni están dispuestos a hacer cualquier cosa por ellos. Me importaba mostrar a Rossi como un padre poco convencional, decepcionado, harto de unos hijos que él mismo ha transformado en unos inútiles egoístas incapaces de pensar en otra cosa que no sea su propio bienestar. Este padre ama, pero no está dispuesto a ser esclavo de esos hijos y siente que la mejor forma de empujarlos para que desplieguen sus alas es alejarse y forzarlos a que busquen por ellos mismos su camino.
-¿Cómo lográs crear esa atmósfera en la novela en la que los límites de la realidad y la ficción se diluyen?
-Eso es Cartagena de Indias, un lugar donde es posible entender que toda ficción nace de algún punto en la realidad. Y aun así, a pesar ser hechos reales, se dan de una forma tan mágica, tan bella, tan desesperadamente apasionada que uno siente que esos límites se difuminan para que realidad y ficción se confundan. Un hombre que se cree un personaje de Gabriel García Márquez, por ejemplo, puede jugar a ser un señor viejo con unas alas enormes porque vive en el interior de un teatro –el Teatro Heredia— y tiene a disposición la utilería que le permite transformarse. El lector ve a un hombre disfrazado, pero el hombre –que se ha vuelto loco— se siente un ángel. ¿Quién puede decir cuál de las dos realidades es más verdadera?
-¿Cómo trabajás el tema del amor, de la posibilidad de redención, sin caer en lugares comunes?
-Siempre tuve ciertas prevenciones hacia las historias de amor, como lectora y como escritora. El límite entre el amor y la cursilería es muy impreciso y es fácil caer hacia el lado incorrecto. Por otra parte, existe el terrible prejuicio que vincula la literatura escrita por mujeres con la novelita rosa de final edulcorado y feliz. Todo eso me llevó a explorar otros territorios, quizá menos previsibles para lo que se espera de una escritora. Transité asuntos densos como el miedo, la locura, la libertad, la hipocresía, el suicidio. Y, finalmente, en Cartagena, mi sexta novela, me animé con una historia de amor. Intenté evitar, sin embargo, los lugares comunes. Se trata de un amor complejo, vivido en los umbrales de la vejez, lleno de dolor, un amor que solo puede entenderse como una posibilidad de redención ante la culpa. Es decir, hay posibilidad de perdón porque hay amor. Por ese lado no convencional encontré la vuelta para escribir sobre el tema que me preocupaba, la culpa y el perdón, a través de una historia de amor de pareja, y también de amor entre padres e hijos y esa forma particular del amor que es la amistad.
-¿Cómo creés que impacta en vos como autora formar parte de este proyecto denominado Mapa de las lenguas que lanzó Random House? ¿Sentís que te amplía el universo de lectores latinoamericanos?
-Mapa de las Lenguas es una oportunidad estupenda para ampliar el horizonte de llegada de los libros y aumentar la visibilidad hacia un lector que quizá, de otro modo, no accedería a esos textos. Estoy agradecida y feliz por haber sido parte de la selección de este año. Como siempre, uno necesita que alguien lo vea y apueste por su trabajo. Luego, claro está, ese trabajo deberá sustentarse por sí mismo, pero siempre es importante que se abran estas puertas.
-¿Recibiste devoluciones de lectores argentinos? ¿Tenés pensada una visita al país?
-Desde la primera novela he puesto mi correo electrónico para que los lectores me den su opinión. Es fundamental para mí. En este caso he recibido algunos comentarios de lectores argentinos y espero más. Si la editorial así lo dispone, estaré encantada de visitar Argentina. Creo que el autor debe seguir su libro, acompañarlo, dar la cara ante sus lectores, agradecerles su confianza siempre.