Calidad educativa; después de la pandemia llega el momento de recalcular

Después de varios meses de clases virtuales, recuperamos la presencialidad y algo quedó muy en claro: la escuela no cabe en una pantalla.

Las instituciones educativas abrieron nuevamente sus puertas permitiendo a los alumnos y docentes recuperar ese espacio que habilita la transmisión de saberes en forma sistemática y connota relaciones de filiación y de pertenencia que lo autoriza a nombrarlo como “mi escuela”.

Llegó el momento de ocuparnos de la calidad educativa. Calidad es el conjunto de propiedades inherentes a una cosa, que permite valorarla y caracterizarla. Entonces ¿Cómo caracterizamos y valoramos hoy a la educación? ¿Qué lugar ocupa en la agenda de las políticas públicas? ¿Es prioridad para los gobiernos de turno? ¿Contamos con un proyecto a largo plazo que esté por encima de lo político partidario?

Sin dudas es tiempo de repensar la educación. Tiempo del diálogo que permita coordinar, sumar esfuerzos y capacidades para diseñar y poner en marcha un cambio auténtico en materia educativa, en todos los niveles sistema.

Ciudadanos, representantes del pueblo, especialistas en educación, que sepan vincularse a pesar de sus discrepancias, para compartir un proyecto en común. Proyecto que contemple y genere las condiciones para que el alumno sea realmente el centro del hecho educativo; esto implica la autorrealización de cada niño y de cada joven.

Proyecto que atienda seriamente la realidad de los alumnos que interrumpen sus trayectorias escolares, de los alumnos que no entran a la escuela, de los que van para comer y los que están sentados, dentro del aula, pero ausentes del aprendizaje.

Proyecto que promocione la cultura del esfuerzo, el mérito y el amor a la Patria, que resitúe al alumno y, concordando con Ratero, le permita junto al docente, romper con ciertas profecías.

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