La cara solidaria de un mundo invisible
La nueva propuesta al Nobel de la Paz para Juan Carr reconoce su liderazgo y su intenso y ejemplar trabajo social
Que los argentinos somos solidarios lo hemos comprobado reiteradamente. Tanto en momentos de graves conmociones sociales como de inesperadas urgencias, las contribuciones para las buenas causas nunca faltan. Es sabido también que, año tras año, crece el número de quienes dedican parte de su tiempo a tareas de voluntariado y de ayuda al prójimo en su afán por transformar positivamente la dura realidad de muchos.
Ya se ha vuelto una costumbre ver en un recital o en un partido de fútbol que, cuantas veces le sea solicitado, la ciudadanía colabora con un alimento no perecedero, ropa o simplemente aportando su presencia para adherir a una buena causa. Las imágenes de personas perdidas ganaron espacios en los medios, así como los listados de comedores que necesitan alimentos para enfrentar el hambre que cotidianamente golpea a sus puertas; la importancia de la donación de órganos y de sangre son temas que también gradualmente se van instalando en las agendas y en las conciencias como ejemplos de una cultura solidaria que, afortunadamente, prende cada vez más en los corazones.
La lista podría ser más larga y abarcar distintas temáticas que siempre están dirigidas a aquellos que necesitan alzar la voz para conseguir una ayuda. Ese mundo invisible y mayormente silencioso de necesidades simples y complejas, urgentes o permanentes, compartidas o individuales, que pueden ocurrir en una ciudad importante o en una pequeña población rural de cualquier lugar del mundo, ha ido ganando visibilidad paulatinamente hasta convertirse, muchas veces, en una noticia que interpela a la indiferencia y convoca a la acción desde una primera plana o un noticiero.
La solidaridad como emoción, a la que muchos somos propensos, debe transformarse y asumir una forma perdurable y proactiva para que el resultado sea más efectivo. Juan Carr encarna en su persona el hilo del collar de tantas cuentas aunadas por un espíritu pacífico y solidario que no declama sino que vive profundamente en su ser, tal como comentamos desde estas columnas año tras año, desde 2008, cuando fue postulado por primera vez al premio Nobel de la Paz. Con el transcurso del tiempo, su candidatura suma nuevos fundamentos.
Desde que, en 1995, junto con un grupo de amigos, creó la Red Solidaria, ésta es sinónimo de un intenso trabajo social que articula y potencia, además, el de muchas otras instituciones y ONG. La novedosa idea se basó simplemente en instrumentar, a través de una línea telefónica, la conexión de una necesidad con quien podía satisfacerla. El valor de poder reproducir a nivel mundial algo tan sencillo amerita de por sí reconocimiento, dada la enorme capacidad de provocar respuestas solidarias de todo tipo.
Mundo Invisible es justamente el nombre de la red de comunicación que inició en 2010 para poner la cultura solidaria en movimiento. Líder indiscutido, Carr continúa trabajando para conformar la Red Solidaria Global, que actualmente opera ya de manera incipiente en algunos países de Africa y también en Uruguay, España, Francia, los Estados Unidos, Inglaterra, Venezuela, Perú, México, Canadá, Chile, Holanda, Irlanda, Italia, Japón, Alemania, Panamá y Costa Rica.
Desde su infancia como scout, Juan Carr ha hecho del lema "siempre listo" una actitud de servicio permanente que no reconoce límites ni fronteras. Su actitud contagiosamente alegre y optimista, incluso en las más difíciles y dolorosas circunstancias, es un sello personal inconfundible. La humildad que lo distingue jamás lo llevará a buscar ningún reconocimiento. Por todo esto, una vez más, desde este diario apoyamos su candidatura al Nobel de la Paz, convencidos de que el mundo se beneficia enormemente al contar con líderes de su generosidad y entrega.
Quienes deseen sumar sus adhesiones pueden hacerlo en Facebook: "Nominamos a Juan Carr al premio Nobel de la Paz 2012 - Adherís?"