Carmen Waugh: el refugio de la vanguardia
En el Centro Cultural Matta se recuerda el legado de la galerista chilena, que aportó a la historia del arte argentino desde su mítico espacio porteño
Al Centro Cultural Matta se llega por un caminito de piedras rojas que conduce al anexo modernista de la embajada de Chile. Ahora hay allí una especie de portal al departamento de Florida 948 donde funcionó la galería de Carmen Waugh, entre septiembre de 1969 y julio de 1977.
Su retrato reminiscente de psicodelia pop a cargo de Carmelo Carrá da el tono de la muestra que, si bien no está dedicada a ella, funciona como un recordatorio de la marca que dejó su espacio en esos ocho años.
Otra vez junto a Carrá, ahora en una foto, vemos a Waugh sentada en una silla blanca de diseño modelo 70. Morocha, flaca, de rasgos angulosos, había abierto en 1955, a los 23 años, la primera galería de arte de Santiago y llegó a Buenos Aires cuando bajaba la espuma de la década de 1960.
Le tocó hacer de hada madrina de una galería que tuvo aquí dimensión de refugio. Con el cierre del Di Tella y el declive de Lirolay, la diáspora artística tuvo en Waugh una última emanación de sus efluvios creativos. A este espacio que burló el muro geográfico-político de la cordillera para tender un puente Santiago-Buenos Aires le tocó además convertirse en panteón informal para despedir a dos héroes de la década anterior: Alberto Greco y Jorge de la Vega. A continuación, cinco hitos de Carmen Waugh, la galerista y la galería.
NOVIEMBRE DE 1969
Cara a cara, Martha Peluffo
Poco vinculada a los arcángeles de Jorge Romero Brest, la obra de Martha Peluffo, del mismo modo que la de Carrá, encontró en Waugh el lugar para mostrar una forma alternativa de arte pop. Pareja del surrealista Julio Llinás, Peluffo viajó desde el informalismo hacia la figuración rotunda y sensual que plasmó en los retratos de Cara a cara.
A la manera de Warhol, trabajó sobre íconos de la cultura popular. Pero en lugar de elegir una técnica distante y objetiva, sus retratos parecen moldeados al calor del mercurio.
La obra más difundida de esta muestra es el retrato del boxeador Nicolino Locche, hoy parte de la rica colección del Banco Ciudad. Peluffo realizó 23 retratos para la muestra, incluyendo dos autorretratos y uno (Usted) dedicado a los visitantes. Tato Bores, Palito Ortega, Hugo Gatti, Claudia Sánchez y Nono Pugliese fueron algunos de los personajes elegidos por Peluffo.
AGOSTO DE 1970
Homenaje a Alberto Greco, a cinco años de su muerte
La notable paradoja de Greco es que, habiendo inventado los años 60, su obra no haya pisado los lugares emblemáticos de la década pop porteña: Lirolay y el Di Tella.
Si bien su suicidio causó conmoción entre quienes lo frecuentaban, poco se hizo entonces para sostener su nombre. Carmen Waugh recogió el guante de semejante olvido y devino templo del adiós de la comunidad artística a uno de su miembros más iracundos.
Rodrigo Alonso, curador de la muestra en el Matta, recuerda que la exposición-homenaje se armó con obras prestadas por amigos. Uno de ellos, Yuyo Noé, escribió un texto inolvidable en el programa. “Greco era el tema en el que siempre se caía, tanto para maldecirlo como para defenderlo, en mil conversaciones del ambiente artístico. Se había convertido en un personaje de leyenda. Y cuando la sociedad convierte a un personaje real en personaje de leyenda es que necesita de él: le significa algo.”
SEPTIEMBRE DE 1970
Rompecabezas, Jorge de la Vega
Para la época en que De la Vega presentó esta obra que hoy es patrimonio del Malba, el pintor y el cantautor eran indivisibles. De la Vega había intentado sin éxito representar a la Argentina en la Bienal de San Pablo con las canciones de El Gusanito, su álbum de 1968, y encontró en esta “exposición-concert” el vehículo para expandir su potencial sonoro-visual.
Tres veces por semana, las fronteras entre la galería de arte y el café concert se borraban para que De la Vega, acompañado por su guitarra y su sempiterno cigarrillo, hiciera su repertorio, hoy recuperado por el poeta Francisco Garamona, que editará en pocos días su reversión de El Gusanito con arte de tapa a cargo de Mondongo.
“Soy yo el que necesita cantar, no es el público el que necesita escucharme”, le decía entonces a la revista Panorama. Nadie podía imaginar que un año después se lo estaría despidiendo en el mismo espacio.
NOVIEMBRE DE 1975
La naturaleza y los mitos: conquista y violación de la naturaleza, Luis Felipe Noé
En esta muestra se cristaliza uno de los episodios medulares de los años 70: el regreso de Noé, uno de los artistas que más habían hecho por renovar la pintura, a la pintura misma. Las derivas radicalizadas post 1968 que condujeron a la desmaterialización del arte pusieron a Noé en un profundo cuestionamiento de su propio hacer.
Carmen Waugh fue el espacio donde Noé dejó marca de esa crisis de salida de los años 60. En octubre de 1969 presentó Saldos. Liquidación por cambio de ramo, una irónica despedida de la pintura, y en junio de 1971 fue un paso más allá al proponer que el artista fuera el público en El placer de pintar, donde presentaba telas en blanco para que los visitantes las completaran.
Noviembre de 1975 marcó su regreso a la pintura, acompañado de un catálogo/diario con un extenso texto: “Por qué pinté lo que pinté, deje de pintar lo que no pinté y pinto ahora lo que pinto”.
JUNIO DE 1976
Creencias y supersticiones de siempre, Antonio Berni y Federico Manuel Peralta Ramos
Sólo en Waugh pudieron reunirse dos artistas tan disímiles como Antonio Berni (pura materialidad y oficio) y Federico Manuel Peralta Ramos (él mismo, la obra) para una muestra que tuvo como instigador a Enio Iommi, uno de los mejores aliados de Waugh.
Berni venía trabajando sobre los mitos populares. Presentó su instalación La Difunta Correa, hoy en la Colección Fortabat, y Peralta Ramos sumó al inclasificable Ithacar Jalí, que contestaba las preguntas del público vestido de momia en una especie de sarcófago.
Para el catálogo de la muestra, Berni y Peralta Ramos se fotografiaron en un mateo de Palermo. Y en la inauguración, como si fuera una boîte, un actor contratado anunciaba a grito pelado a las personalidades que iban llegando. Ecos, casi, del desparpajo sixtie en un tiempo que no iba a ser hermoso ni libre.