Carlos Motta en el Malba: videos elegíacos para una teología de la disidencia
Hasta el 19 de febrero y con entrada gratis el museo exhibe Réquiem: un site specific del artista colombiano
Pese al título del site specific de Carlos Motta en el Malba, Réquiem, su obra no es para nada mortuoria ni funesta. En el espacio intervenido de la planta baja del museo, que viró a una suerte de catacumba forrada de terciopelo rojo (o de cine X al que hubieran vaciado de butacas para que la acción salte de la pantalla a la sala), se exhiben tres videos del artista colombiano nacido en Bogotá en 1978 y que ahora reside en Nueva York. Motta es un artista cuyo trabajo indaga las fuerzas del deseo para cambiar el mundo, aunque su obra muchas veces narre, de manera paradójica, la revancha que se toman los poderes terrenales contra esos intentos de transformación. Réquiem también se puede ver bajo esa óptica, como una elegía.
En la entrada de la sala, una escultura hecha con una impresora 3D da inicio a la procesión visual: un Caín expulsado del paraíso encarna el conflicto moral que la obra de Motta examina. En La culpa, de 2016, se exhibe el drama de un personaje bíblico que, para el artista, representa el sufrimiento de varios grupos sociales. ¿Deben sentir culpa los marginalizados o transformar ese sentimiento en acción?
Ya dentro de la sala, el primer video muestra al performer Ernesto Tomasini en los jardines de la Asociación Cultural Dello Scompiglio mientras interpreta “Libera me”, del Réquiem de Gabriel Fauré. Invitado por la asociación italiana para participar de una residencia junto con otros artistas, Motta filmó de cerca a Tomasini, travestido como una cantante de cabaret berlinés, que parece cantar, también, el canto del cisne de una época.
La elección de una figura andrógina como "voz cantante" del primer video alude a una de las preocupaciones actuales de Motta: las relaciones entre aquellos que son excluidos por la teología cristiana y la construcción de una religión inclusiva. Los seres mixtos rondan la iconografía del artista colombiano.
Como una plegaria
Agustín Pérez Rubio, curador de Réquiem, escribe: “La acción de Motta se propone como exhortación hacia una nueva forma de habitar en la fe y en la diversidad sexual, en el contexto de una Argentina que el artista piensa como referente para entender la disidencia sexual, económica, política y social”. Trabajó con Motta durante los días previos a la inauguración y cuenta lo entusiasmado que estaba el artista colombiano, figura destacada del arte internacional, por exhibir sus trabajos en Buenos Aires. En el otro hemisferio, Motta presentó en el Pérez Art Museum de MiamiHistorias para el futuro, un repaso "cartográfico" por las culturas queer de América Latina mediante proyecciones, performances y dibujos.
El segundo video de Réquiem reserva un vínculo inesperado con la Argentina, porque fue filmado luego de que Motta conociera la obra de una teóloga local, Marcella Althaus-Reid (1952-2009), titulada La teología indecente: perversiones teológicas en sexo, género y política. Allí encontró coincidencias teóricas con sus búsquedas artísticas. Motta filmó a Linn Tonstad, teóloga feminista y "cuir" (la genial adaptación del vocablo inglés queer que figura en los textos del Malba), en El fin de la crucifixión. Es el más filosófico de los tres videos. En once segmentos breves, Tonstad reflexiona sobre el cristianismo y las sexualidades cuir, la economía de la deuda como economía del mérito y la posibilidad de que el pensamiento y el ejercicio de lo “imposible” celebren nuevas formas de vida.
El video final, Mundo invertido, quizás justifica el cartel de advertencia en la entrada a la muestra. Allí Motta aparece desnudo en una crucifixión "invertida" llevada a cabo por dos hombres vestidos de cuero, como si participaran los tres de una conspicua sesión de bondage. Mediante una alusión a La crucifixión de San Pedro, de Caravaggio, Motta recrea el uso de la tortura con fines represivos, como se dio y se da aún en la actualidad (no hace falta más que recordar los videos filmados de decapitaciones ejecutadas por Estado Islámico o las crueles fotos tomadas por soldados estadounidenses a los detenidos en Guantánamo). Pero, además, Motta asocia ese castigo ancestral con el placer sexual.
Polémica, profunda y perspicaz, Réquiem rastrea los procesos de construcción y destrucción de sentido mediante imágenes utilizadas por el poder religioso y toda la gama de poderes laicos que, tanto en sentido figurado como literal, crucifican los cuerpos y las subjetividades contemporáneas.
Carlos Motta en el Malba hasta el 19 de febrero de 2017. La entrada a esa sala del museo es libre y gratuita