Carlos Gervasoni. "Es difícil que haya democracia donde se depende del empleo público"
Carlos Gervasoni, doctor en Ciencia Política y profesor de la Universidad Torcuato Di Tella, dedicó los últimos 14 años de su trabajo, entre otras cosas, a observar las provincias argentinas y clasificarlas según su calidad democrática por medio de un índice que él mismo elaboró.
En su libro Hybrid Regimes within Democracies. Fiscal Federalism and Subnational Rentier States (Regímenes híbridos dentro de las democracias. Federalismo fiscal y estados subnacionales rentísticos), recién publicado por la Cambridge University Press, Gervasoni hace foco en aquellas provincias que, si bien funcionan dentro un federalismo democrático, internamente se manejan con reglas de juego que desafían los límites. Son regímenes híbridos, según los llama, que buscan alterar las normas electorales en su favor y, desde el poder, controlar los medios de comunicación y el Poder Judicial, entre otras cosas, para asegurarse una hegemonía. Formosa, Santa Cruz, San Luis, Santiago del Estero y La Rioja son algunos de los casos que toca el libro.
En una entrevista con este diario, Gervasoni consideró que la clave para que se sostengan estos modelos es la renta fiscal que reciben de la coparticipación federal y que en buena medida aplican a fines clientelísticos.
–¿La reelección indefinida que tienen algunas provincias es perjudicial para la democracia?
–La reelección indefinida no está tomada por definición como mala. Está tomada como un indicador de poca competencia electoral. La cláusula de la reelección indefinida implica una negociación en la Legislatura que demanda dos tercios de los votos. Solo los gobernadores que acumulan mucho poder logran esto. Esas condiciones subyacentes que le dan mucho poder al gobierno hacen una democracia más débil. El poder que acumula el gobierno es incompatible con la competencia, la rotación y la división de poderes y esto estaría indicando que esas provincias tienen mayor concentración de poder en el Ejecutivo. Son estas provincias las que yo llamo híbridas. Los gobernadores son un poco los dueños: gobiernan y controlan todo.
–¿Cómo se acumula ese poder previo que luego permite la reelección indefinida?
–La variable explicativa central de este libro es el concepto de renta. Acá lo que pasa es que hay Estados ricos, pero no porque cobran impuestos a empresas ricas, sino que por la ley de coparticipación federal les toca una cantidad de dinero muy alta per cápita. Son Estados muy ricos por rentas del federalismo fiscal. Eso hace que gobiernos como los de Formosa o Santiago del Estero tengan mucho dinero con sociedades que dependen del empleo público o de planes. O controlen los medios provinciales mediante la pauta. Los gobernadores entienden esto rápidamente y empiezan a acumular poder. Empiezan a ganar elecciones con mayorías importantes, a tener mayoría en las legislaturas y luego empiezan a cambiar las reglas electorales.
–¿Cómo cabe en su esquema Neuquén, donde hace décadas gobierna el mismo partido, el MPN?
–Entre las provincias híbridas y las más democráticas hay provincias intermedias. Ahí cae Neuquén. Tiene algunos rasgos menos democráticos, por ejemplo que siempre se mantenga el mismo partido en el gobierno, y tiene algunos rasgos que no le dan tan mal, como la libertad de prensa o la división de poderes. Y cuando mirás la provincia en profundidad, se advierte que el dominio del MPN es endeble. Ganaron todas las elecciones pero les cuesta ganarlas. No tiene mayorías enormes en la Legislatura, no pudieron poner elecciones indefinidas, no controlan todos los distritos.
–En Santiago del Estero hubo una intervención en 2004 y se removió un gobierno que llevaba muchos años en el poder, el de los Juárez, y luego llegó Gerardo Zamora que replica cosas del esquema anterior. ¿Por qué?
–Nunca ningún oficialismo perdió la elección en Santiago del Estero. Un oficialismo fue removido por la intervención federal y se llamó a elecciones. Gana el radicalismo y a los cuatro años ese nuevo oficialismo tenía montado el mismo esquema de antes. Desde el punto de vista del libro, era lo que tenía que pasar: una rotación de elites no debería por qué cambiar las cosas. Si vos tenés las condiciones estructurales donde tenés un Estado económicamente poderoso, e individuos, ciudadanos, medios, empresas que dependen del Estado, que cambie la figura en el poder no debería cambiar necesariamente la estructura.
-Si estos jefes provinciales tienen tanto poder, ¿no deberían tener todos aspiraciones presidenciales y posibilidades de concretarlas?
–Parte de este fenómeno hace que el control de la provincia sea tan grande que le permite al gobernador dedicarse a la política nacional, como hicieron Néstor Kirchner o Carlos Menem. Cuando el gobernador tiene la vaca atada a nivel provincial, muy a menudo decide dedicarse a la política nacional. Yo estoy seguro de que a Gildo Insfrán (Formosa), Zamora, Alicia Kirchner (Santa Cruz) les gustaría ser presidentes, pero hay un fenómeno interesante: quizás este movimiento de empezar a mirar las provincias, a controlarlas, hace todo más transparente. Si Insfrán quisiera ser presidente debería transparentar más la provincia. Tenés que tener algo para mostrar. Algo muy aleccionador es lo que hacen los Rodríguez Saá, que desde que son gobernadores tuvieron muchos proyectos, algo invirtieron y la gente entiende que son administradores más o menos eficientes. Tienen algo para mostrar.
–Dentro de estos regímenes híbridos hay provincias con recursos como provincias muy pobres ¿Cómo se explica esta diferencia?
–Hay un paradigma central de la ciencia política que es la teoría de la modernización: a medida que una sociedad es más rica, más desarrollada, hay más posibilidades de que sea más democrática. Eso lo pongo en duda, porque no encuentro que sea verdad en nuestro país con provincias como Santa Cruz o San Luis. Yo lo interpretaría de otra forma: allí donde haya condiciones en donde el Estado es económicamente dominante, es difícil que haya democracia. El modelo de desarrollo de Santa Cruz hace que mucha gente tenga un muy buen pasar económico porque hay buenas jubilaciones, hay renta petrolera, hay turismo. Aún en condiciones de buenos indicadores de desarrollo social o económico, si el modelo de desarrollo provincial está basado en el Estado y el empleo público, difícilmente haya democracia.
–¿Hay manera de cambiar esta situación y de mejorar la calidad democrática en estas provincias?
–En lo estructural, es necesario que este desbalance entre un Estado muy rico y una sociedad que depende del Estado se de vuelta. Esto no ocurrirá de un día para el otro. No podés cortarle las transferencias a Formosa. Sin embargo, se podría armar un sistema de transición en el que se le diga a la provincia que va a converger a un nivel normal de transferencia, pero en 15 años. El gobernador entonces tendrá que pensar que el dinero del Estado va a tener que venir de impuestos. Esto va a hacer que se atraigan más inversiones productivas. En algún momento, con un Estado que recibe menos dinero y con un sector privado más desarrollado, se van a ir equilibrando las cosas.