Carlos Gardini, el escritor sabio
Fue traductor de Dan Simmons, Katherine Ann Porter, Gore Vidal, Ursula K. Le Guin y, hace pocos meses, La Bestia Equilátera dio a conocer su versión de Zona caliente, de Charles Williams. Colaboró en la revista El Péndulo y fue autor de novelas y cuentos únicos, como El Libro de la Tierra Negra, Fábulas invernales y El Libro de la Tribu que, al no encontrar editor en su momento, fue publicado en 2001 en versión digital por El Aleph. Ese episodio ilustra la relación que la obra de Carlos Gardini (Buenos Aires, 1948-2017) tuvo con la industria editorial. En una cultura atenta y sólida, su obra hubiera alcanzado un relieve mayor.
“La Argentina tiene la tendencia, compartida en muchas partes, de dejar de lado por completo a sus escritores sabios –señala Luis Chitarroni, editor, crítico y narrador-. La muerte de Gardini no redujo el impulso de esta comprobación banal, que se instala con la misma seriedad prepotente y suntuosa que la mala noticia.” Chitarroni conoció a Gardini en Sudamericana, como escritor y traductor. “De unos buenos modales y una honestidad increíbles, abusaba también de su modestia –cuenta-. Fue extraordinario contar con él para La Bestia. No hubiera sido posible renovar el esplendor de Kurt Vonnegut sin Carlos, ni volver a leer a Charles Williams. Prefería la moderación del tono, el equilibrio y el ajuste a cualquier sobresalto exhibicionista.”
Borges, como jurado en el concurso de Círculo de Lectores, dio inicio formal a la trayectoria literaria de Gardini, al premiar en 1982 su libro de cuentos Primera línea, que fue publicado al año siguiente por Sudamericana.
“No creo mucho en los géneros, sino en escribir una especie de antigénero donde todo se combine”, declaró Gardini en una entrevista con la revista Axxón. En sus narraciones, etiquetadas como de ciencia ficción y fantasía, late siempre el deseo de los personajes de encontrar trascendencia en el tiempo que pasan en regiones devastadas de la Tierra u otras galaxias. “Una de las cosas que me gusta de la ciencia ficción, y de otro tipo de géneros, es que exigen disciplina y estructura. Me aburren los devaneos de la ‘prosa reflexiva’ o los autores de los que dicen elogiosamente que ‘desdeñan cosas convencionales como la trama’. Es como decir que un cineasta desdeña cosas convencionales como el montaje”, declaró.
Laura Ponce es editora del sello Ayarmanot y directora de la revista Próxima, que organiza tertulias de ciencia ficción. En una de ellas, en 2005, conoció a Gardini. Cuenta Ponce: “Era un hombre muy culto, de una gran sensibilidad y un humor ácido. Cargaba con una pérdida enorme que nunca pudo superar, y algo de eso tiñó los últimos años de su escritura, pero tenía una capacidad única para crear universos. Creía que debía haber algo más; espero que lo haya encontrado.”
Los dos libros recientes de Gardini se publicaron en Letra Sudaca, editorial de Mar del Plata. Uno es un volumen de cuentos, La Ciudad de los Césares, y el otro, una novela, Belcebú en llamas. “Me siento en marcha –afirmó cuando, en 2007, obtuvo un premio por esa novela en España-. No sé si estoy feliz con lo que estoy escribiendo, pero estoy feliz con la búsqueda. El diálogo con el mundo consiste en una búsqueda, en hacer preguntas que cobran forma de narraciones.” Hacia esos interrogantes transfigurados en relatos y parábolas se orienta la literatura de Gardini