Carlos Arnaiz, el artista duplicado
Sus obras se exhiben en paralelo en Jorge Mara-La Ruche y la flamante OTTO
Artista de trayectoria nacional e internacional, Carlos Arnaiz (Buenos Aires, 1948) ofrece dos muestras en simultáneo en dos galerías porteñas ubicadas en la misma calle. En Paraná 1133, sede de Jorge Mara-La Ruche, se ofrecen los grandes trabajos en óleo que componen De Natura. En la vereda de enfrente, en Paraná 1158, se encuentra OTTO, la galería recientemente inaugurada por Eugenio Carlos Ottolenghi, donde Arnaiz muestra por primera vez sus pinturas de pequeño formato sobre papel. De Natura II, como se llama la primera muestra de la flamante galería, presenta tres series de acrílicos realizados por Arnaiz en grandes cuadernos (o libros, como los denomina él) editados por César Menegazzo.
Matriz de imágenes
“No creo que en mis obras haya una temática floral. Me interesa la morfología de la naturaleza”, indica Arnaiz. Esa distinción le permite trabajar en la frontera entre la abstracción y la figuración. Del siguiente modo: antes de pasar al formato mayor, sea lienzo o papel, el artista crea una obra en pequeña escala que, cuadrícula mediante, será traducida luego a las grandes proporciones.
Para esa primera obra, que en el proceso creativo del artista funciona como “el modelo” o “la naturaleza”, emplea lápiz y acrílico, papeles japoneses rasgados a mano, citas icónicas de universos tan variados como la foto de tapa de un álbum de Björk, una silueta femenina del arte oriental o la imagen mental de las horas pasadas en el jardín familiar. Incluso apela a la escritura: debajo, o en el margen de las imágenes, Arnaiz escribe anotaciones con lápiz: “to be continued”, “estudio óleo”, “para L rojo”.
Colorista empeñado en atrapar la intensidad del blanco del algodón, de “ensuciar” el morado con pigmentos más o menos rojizos, de hacer que un “rosa se escape” del cuadro, Arnaiz podría disertar horas sobre los matices que las transposiciones de uno a otro formato generan.
“Nunca inauguré una galería”, comenta. Es la ocasión entonces, hasta el 18 de agosto, de ver el resultado de esta primera vez en la trayectoria de Arnaiz que, en palabras de Eduardo Stupía, “preanuncia el imperio espacioso de las pinturas mayores”.
Desvíos, riesgos, traiciones
Las obras en óleo de Arnaiz en Jorge Mara-La Ruche difieren de sus trabajos anteriores, a la vez que guardan cierta continuidad con las páginas de los libros que se exponen en OTTO. “Mientras pinto con óleo, la idea está al lado mío. Lo que hago es imitar esa idea”, señala, en alusión a esos trabajos en acrílico ahora hecho públicos.
En toda imitación hay desvíos deliberados e involuntarios, interferencias, riesgos e incluso traiciones. En De Natura, dice el artista, las pinturas no sólo revelan figuras y fondos (una novedad en su obra), sino también capas de materia como nunca antes. “Creo que voy a trabajar con mucha materia, con mucho óleo. Quiero que las obras sean gordas”, afirma.
Sin ser gordas todavía, algunos contornos se engrosan, un detalle del fondo (que nunca es blanco ni aspira a ser blanco) ha sido raspado, varias pinceladas copian el gesto expresionista. Pero son sólo imitaciones.
Arnaiz no es un artista de la expresión descontrolada, de la angustia turbulenta o de la violencia. Tampoco es un artista del trauma. Sus gestos se asemejan al movimiento que el viento introduce en un bosque, entre las ramas de los árboles, o al del curso inquieto de un hilo de agua entre las plantas, los matorrales y las flores.
“Es todo ilusorio o ‘gesto de’”, grafica Arnaiz en su intento de esclarecer un procedimiento que reúne la observación, la lectura y la amplitud. Esa conciliación del arte con el amor a la naturaleza, de la creación de libros de imágenes con la memoria de follajes, fosforescencias y seres, se modula en los óleos con elegancia, audacia y energía.
De Natura permanecerá colgada hasta fin de mes, aunque lo ideal es visitar ambas muestras en simultáneo para conocer más sobre el proceso creativo de un artista en pleno dominio de una poética única en el arte local.