Cariló: ¿paisaje protegido?
Cariló es, sin duda, uno de los balnearios más atractivos de la costa atlántica. Su encanto reside en una combinación única entre bosque, playas y mar, que fue posible por una iniciativa de Héctor Guerrero, quien impulsó una plantación que hoy alcanza, seguramente, a los 3 millones de ejemplares. El lugar, bautizado como Cariló ("médano verde"), hospeda a miles de aves y plantas cuyos nombres han sido utilizados para identificar a esas calles de arena y tierra que tanto contribuyen a su prestigio y a su belleza.
Veinticinco años atrás se constituyó la Sociedad de Fomento de Cariló (SFC), con la finalidad de defender los intereses de los propietarios y vecinos y mantener las características del ambiente local, sus playas, los médanos, el bosque, su flora y su fauna. En 1998 se logró sancionar la ley 12.099, que declara de interés provincial el paisaje protegido y el desarrollo ecoturístico de la localidad.
La norma dispone que se debe conservar y preservar la integridad del paisaje. Se entiende por desarrollo ecoturístico el crecimiento que coadyuva a la preservación integral de las condiciones naturales del lugar. La reglamentación de esta ley demandó muchos esfuerzos. En determinado momento se presentó un amparo contra la Municipalidad de Pinamar, a la cual se le reprochaba no haber realizado ningún esfuerzo para implementar la norma.
En rigor de verdad, corresponde aplaudir la existencia de una normativa de estas características en un país tan poco ejercitado en la planificación de sus espacios naturales. Lamentablemente, desde hace varias temporadas se viene acentuando un fenómeno que poco tiene que ver con los principios de un área protegida. En efecto: el tránsito descontrolado que se registra en la playa ha transformado al lugar en un gigantesco planchón de arena aplastada, que en nada recuerda a aquellos médanos dibujados por el viento, tan propios del Cariló de las primeras épocas.
Hoy es difícil encontrar gaviotas. Los caracoles han quedado pulverizados bajo las huellas de los innumerables vehículos que irrumpen por las mañanas: autos, camionetas, pick ups, kartings, motos. Muchos circulan a altísima velocidad, sin control alguno y a cualquier hora, incluso de noche, lo que determina -insólitamente- que sea muy peligroso caminar a esa hora junto al mar.
Durante el día resulta imprescindible tomar precauciones para cruzar de los médanos a la playa, debido a la incesante circulación de cuatriciclos -muchos conducidos por menores de 8 años- que transitan desordenadamente por la arena y corren picadas como si la playa fuera tierra de nadie.
Los vehículos se estacionan en una larga hilera frente al mar y no desaprovechan ni sus radios ni sus bocinas. Es difícil no percibir el persistente olor de la combustión de los motores y debe soportarse el espectáculo casi diario de los tantos conductores inexpertos que se "encajan" y no disimulan sus rudimentarios conocimientos para manejar en la arena.
Tal vez no haya una verdadera sensibilidad para advertir la necesidad de una política preventiva que impida que Cariló se degrade de modo irreversible y se iguale a tantos otros lugares de los que siempre trató de diferenciarse. Sorprende que las autoridades no perciban el intenso impacto ambiental ni la contaminación visual y sonora que se está produciendo.
Quizás el error surja de interpretar que la evaluación de impacto ambiental es sólo aplicable a las obras que se construyen y no a todo tipo de actividades. Permitir el alquiler de cuatriciclos sin prever que cientos de ellos circularán al mismo tiempo por el mismo lugar es una muestra de negligencia y es un claro ejemplo de un tipo de actividad comercial que beneficia a unos pocos y perjudica a muchos.
No controlar el acceso y la circulación en la playa -aunque a estas alturas bien podría utilizarse el término "tránsito"- es atentar contra el encanto natural del lugar y es, incluso, generar riesgos muy altos para la vida humana. El Estado, según la Constitución local, tiene el deber de conservar los recursos naturales de su territorio, así como el de planificar su correcto aprovechamiento y controlar el impacto ambiental de todas las actividades que perjudiquen al ecosistema. Es doloroso que se subestime la importancia de los valores esenciales de Cariló, que son justamente su tranquilidad y su paisaje. Por algo una ley declaró a esta singularísima localidad "paisaje protegido".