Cardoso apuesta a la gobernabilidad
La Cámara de Diputados brasileña votará, el 29 del actual la enmienda de la Constitución de 1988 que permite la reelección del presidente Fernando Henrique Cardoso. Si se aprueba, Cardoso tiene frente a sí seis años más de poder político porque es imbatible electoralmente.
El 63% de los brasileños respalda al presidente, y el apoyo aumenta a medida que se desciende en la escala social. El 76% de los más pobres y los menos educados le otorgan su confianza. En las familias que viven con un salario mínimo (110 reales), el porcentaje asciende al 82 por ciento.
El mayor respaldo a Cardoso proviene de los que no leyeron sus libros. La clave del apoyo popular es la estabilidad "el Plan Real" en un país megainflacionario desde la década del 50.
La inflación de los 12 meses previos al Plan Real (julio de 1994) fue de del 7200 %. Ahora es de un promedio del 2% mensual.
Una estimación razonable es que la virtual eliminación de la inflación significó una transferencia de ingresos para los sectores más populares "en primer lugar, los 32 millones de indigentes" de U$S 14.000 a U$S 16.000 millones. De ahí la explosión de la demanda de alimentos.
El control de la inflación es el núcleo de la gobernabilidad en Brasil, del ejercicio sostenido del poder político. "Nuestra apuesta, desde 1993, fue que la caída de la inflación permitiría un mínimo de apoyo político para dar continuidad al proceso de modernización del Estado, sin el cual no es posible consolidar la estabilidad", afirmó Pedro Malan, ministro de Hacienda, una de las figuras clave del equipo de Cardoso.
La transición democrática en Brasil (1985/1994), a partir de la elección de Tancredo Neves, no fue una transacción pactada desde lo alto por el régimen militar que gobernó el país 21 años (1964/1985), sino un proceso político hondamente competitivo, con un sistema de partidos fragmentado al extremo, realizado sin liderazgo presidencial.
El colapso del Plan Cruzado (finales de 1986) liquidó la frágil legitimidad del presidente José Sarney. En ese momento se desarrollaba la Constituyente. No había autoridad política. La asamblea se reunió sin diagnóstico institucional, ni acuerdo sobre el contenido de la nueva ley fundamental. El resultado fue la Constitución de 1988.
Todos los lobbies sectoriales, corporaciones estatales y opiniones demagógicas encontraron su lugar en el sistema constitucional sancionado ese año.
Desde el punto de vista de la estabilidad y la eficacia decisoria, la estructura institucional brasileña combina un presidencialismo plebiscitario con un sistema básicamente parlamentario, fundado en partidos fraccionados, sin cohesión.
El resultado es un enorme poder de veto de las minorías, que les otorga una extraordinaria capacidad de bloqueo y freno en el sistema de decisiones, lo que fortalece una cultura de doy para que des.
El sistema representativo brasileño tiende, por su propia naturaleza, a bloquear la toma y ejecución de decisiones. La Constitución de 1988, tal como fue formulada, decretó implícitamente la falencia del sector público. Si no se la reforma, la gobernabilidad del país se erosiona necesariamente y en forma acelerada.
El gran desafío para Brasil no es económico, sino político. Desde 1985 y hasta pocos meses antes de las elecciones generales de octubre de 1994, vivió sumergido en una profunda crisis de gobernabilidad.
El resultado fue el estancamiento, la megainflación y una brutal concentración de la renta (consecuencia directa de la inflación y del colapso de los servicios públicos por la imposibilidad de invertir debido a la crisis fiscal).
La novedad política que aparece con el control de la inflación "Plan Real" y la elección de Fernando Henrique Cardoso con el 50% de los votos en la primera vuelta de los comicios de 1994, es que Brasil logró resolver su crisis de gobernabilidad. El Estado retomó su capacidad para actuar estratégicamente con objetivos de mediano y largo plazo.
La industria brasileña dio un extraordinario salto de productividad desde la apertura de la economía, en 1990 (gobierno del presidente Fernando Collor de Mello): más de 50% según el Instituto Mario Roberto Simonsen (Fiesp), de San Pablo, y el Getulio Vargas, de Río.
En 1996 Brasil recibió U$S 7500 millones en inversiones extranjeras directas (IED), en un 70% capitales norteamericanos. La previsión para 1997 es un piso de U$S 10.000/11.000 millones, que deja atrás a México.
Las exportaciones brasileñas crecen un promedio del 7% anual desde 1994, a pesar de la apreciación del real, como resultado del aumento de la productividad de la economía, en un contexto internacional altamente favorable.
Brasil revierte la década perdida que experimentó entre 1981 y 1994, en que el producto creció sólo un 11% en trece años.
Cardoso lidera una coalición de siete partidos que representa el nuevo consenso nacional brasileño posvarguista. Ese consenso comparte tres elementos fundamentales: la convicción del carácter irreversible de la apertura de la economía dispuesta en 1990, el aumento de la productividad (denominada competitividad en términos metafóricos) de la industria y la agricultura capital-intensiva como único sustento de un crecimiento sostenido, y la imprescindible necesidad de la reforma del Estado.
Para aprobar una enmienda constitucional se requiere el voto afirmativo del 60% (3/5) de los 503 diputados federales (308) y de los 81 senadores, en forma separada, dos veces en cada cámara.
Lo que hace Cardoso es pedirle al Congreso que revise en sus raíces el sistema constitucional que creó hace 8 años. El reclamo se realiza mientras el poder legislativo desarrolla sus sesiones normales, a través de un quórum especial para aprobar enmiendas de carácter draconiano, y con un régimen de partidos políticos único en el continente "quizás en el mundo" por su extremo fraccionamiento y carencia de sentido de lealtad partidaria.
La gobernabilidad es la autonomía estatal. Es la capacidad de acción política del Estado para resolver, a través de sus instrumentos de poder (coercitivos, simbólicos, regulativos e impositivos), los incesantes conflictos de intereses de las sociedades modernas, cada vez más complejas.
Fernando Henrique Cardoso logra recuperar paso a paso la autonomía del Estado brasileño frente a los intereses sectoriales, las corporaciones estatales y los poderes burocráticos.
Un nuevo ciclo de la historia brasileña se ha puesto en marcha. Es el más importante desde que se agotó definitivamente la industrialización varguista "autárquica, proteccionista, subsidiada, inflacionaria, altamente exitosa" en la década del setenta.
"En los años 80 se diluyó la identidad positiva entre Estado y desarrollo, y el Estado pasó a ser visto casi como un obstáculo para el progreso. No es sólo la ideología neoliberal la que gana una hegemonía atemporal. Más que eso, es la falencia material del Estado, tanto en países ricos como pobres, la que lleva a un esfuerzo de reforma que no puede ser modelado ideológicamente", señaló Fernando Henrique Cardoso en 1995.
Todo gira en Brasil sobre la gobernabilidad de la democracia, la tercera del mundo (India, Estados Unidos, Brasil). Los romanos analizaban la historia de otros países con la siguiente máxima: "Recuerda que de ti estamos hablando".
lanacionar