Capitalismo en el despacho indicado
Sergio Massa está convencido de que los ataques que acaba de recibir de Julio De Vido juegan a su favor. Así lo explica en su espacio: cree que el exministro conforma un segmento piantavotos del kirchnerismo y que esas críticas reportan antes que nada beneficios. Por cuestiones de imagen y de relacionamiento con el Instituto Patria. De Vido es ya un completo outsider del proyecto que lo tuvo como ministro durante casi 25 años desde los tiempos de Santa Cruz, y nada de lo que diga o haga debería ser interpretado dentro de la estrategia política de algún sector del oficialismo. Por eso, el 24 del mes pasado, cuando reaccionó en Twitter al leer en el diario El País que el líder del Frente Renovador se oponía públicamente a una amnistía para los casos de corrupción de exfuncionarios, tal vez solo buscaba una sola cosa: pegar donde sabe que duele. "@SergioMassa, ya que te preocupa tanto la cuestión de la corrupción, sería bueno investigar desde el Congreso la operación de venta de Edenor, tanto a los compradores como al vendedor, pero fundamentalmente a los que desde el Estado intermediaron la operación", escribió.
Massa tiene una relación estrecha con José Luis Manzano, Daniel Vila y Mauricio Filiberti. No es ninguna novedad en el establishment económico y político. En el sindicalismo, por ejemplo, atribuyeron desde un principio la designación de Malena Galmarini en AySA a esa cercanía con el dueño de Transclor
Es cierto que Massa tiene una relación estrecha con José Luis Manzano, Daniel Vila y Mauricio Filiberti, los compradores de la distribuidora. No es ninguna novedad en el establishment económico y político. En el sindicalismo, por ejemplo, atribuyeron desde un principio la designación de Malena Galmarini en AySA a esa cercanía con el dueño de Transclor. Filiberti lo niega. La última vez que oyó esa versión soltó una carcajada. "¡Pero si yo me enteré de que Malena iba a AySA por los diarios!", contestó.
Aunque deberá convivir con que le endilguen ese y otros vínculos con hombres de negocios, el líder del Frente Renovador considera que pelearse con De Vido o Luis D’Elía, que también lo criticó ese día, lo posiciona no solo mejor a él sino, en un año electoral, al oficialismo entero. "Esta es una coalición: si no marcás la cancha te llevan puesto", razonó delante de algunos compañeros, que le valoran una estrategia que, dicen, debería extenderse al Frente de Todos entero: hay un público no ideologizado que en octubre de 2019 votó y ayudó a ganar a Alberto Fernández y que, si la Casa Rosada se muestra crudamente kirchnerista, y más en comicios legislativos, puede volver a optar por Juntos por el Cambio. "Alberto tiene que cuidar a Sergio", concluyen.
Dependerá en gran medida de los términos en que esté la relación que realmente le importa a Massa, que es la que tiene con Máximo Kirchner. Habrá que ver además cómo se analiza la compra de Edenor en el Instituto Patria, donde la lógica no es siempre exacta para quienes observan desde afuera. El año pasado, por ejemplo, durante la crisis de Vicentin, trascendió el malestar que provocó ahí la versión, luego negada, de que Manzano estaba interesado en quedarse con la cerealera. Pero el contexto cambió y las necesidades son otras. Cuando está en el poder, el kirchnerismo es menos dogmático. En general, en la Argentina, los escrúpulos surgen en el llano. Le está pasando a De Vido. De todos modos, la operación debe ser sometida a tres aprobaciones. El 22 de este mes, en la asamblea de accionistas de Edenor y, después, tanto en el ente regulador del área, que conduce María Soledad Manin, como en la Secretaría de Energía, a cargo de Darío Martínez. Los compradores están convencidos de que no habrá inconvenientes. Afirman que Manzano ya se encargó de esas gestiones donde corresponde: con quien manda en el espacio.
Otra cuestión será el rol de Massa dentro del Frente de Todos. Hasta la aprobación del impuesto a la riqueza, el presidente de la Cámara de Diputados venía siendo un nexo entre Máximo Kirchner y empresarios de primera línea. Organizó varios encuentros a pedido del hijo de la vicepresidenta. En La Cámpora, la única agrupación que trabaja en la Argentina las 24 horas para ganar espacios, se entusiasmaban en ese momento con la idea: un proyecto que no es para cuatro sino "para 20 o 30 años", explicaban, debe interactuar con los "dueños del poder real" de manera permanente. Pero aquel escenario también sufrió modificaciones. Entre ellas, la muerte de Jorge Brito, uno de los artífices de los contactos, y la aprobación del "Aporte solidario y extraordinario para morigerar los efectos de la pandemia", como se llamó finalmente el proyecto, que volvió a poner distancia con el establishment económico. "Esas reuniones terminaron muy mal", recordó anteayer alguien que estuvo en alguna de esas mesas y que descree ahora de que el llamado al Consejo Económico y Social, que el Gobierno intenta lanzar ubicando al frente a Gustavo Beliz, pueda restaurar la confianza. Al contrario: los hombres de negocios intuyen que viene una etapa de mayor confrontación. "Lo dejás hablar un rato a Máximo y aparece Néstor", dijeron esta semana en la Unión Industrial Argentina.
Están molestos con Massa y el año electoral tampoco ayuda. Los primeros sondeos antes de las paritarias los hacen sospechar que el Gobierno no solo estará encima de los precios, sino que les exigirá una significativa recomposición de los salarios. ¿Sobre la base de qué?, se anticipan en las cámaras.
El martes, en su habitual comunicado de la reunión de junta directiva, la Unión Industrial Argentina volvió a incluir la necesidad de dar "incentivos a la inversión". La conclusión de aquel encuentro, que nucleó a referentes de sectores diversos en todo el país, fue que tal vez no sobrevenga un colapso generalizado con más cierres de plantas, como se temía no bien apareció el Covid, pero sí un deterioro paulatino e irreversible para los próximos años. Otra mutación local del virus: al contrario de lo que ocurre en el resto del mundo, los empresarios argentinos ven con más pesimismo el largo que el corto plazo. Ese estado de ánimo se percibe en el modo en que ellos se expresan, que es la inversión. Hoy, medida en precios corrientes, esa variable decisiva para el desarrollo está en los niveles más bajos de los últimos 78 años.
El caso Edenor explica parte de la Argentina de estos años. Para los camporistas es la única alternativa que tiene el Gobierno para lidiar con una herencia que atribuyen a Macri y que, dicen, incluye la huida de Marcelo Mindlin como inversor. En el establishment económico analizan la venta con otros criterios. ¿Alguien espera aumentos de tarifas en un gobierno kirchnerista?, se preguntan los empresarios. Quieren confirmar o desterrar un prejuicio: la única certeza que ofrece el país es que no se debe apostar en él a menos que se haya dado con el despacho correcto.