Cambio dirigentes políticos por Fragata retenida
Estimado Sr. Buitre. Quizá lo tome por sorpresa esta carta, aunque, pensándolo bien, pocas cosas provenientes de la Argentina lo sorprenderán a estas alturas. Nos pasa también a nosotros.
Pero vea, Buitre, no le escribo para quejarme sino para apelar a su buena voluntad, aunque ignoro si es capaz de un gesto de buena voluntad. Y no quiero ofenderlo con esto, pero, convengamos, usted es lo que es: un ave de rapiña. No hay que hacerse ilusiones al respecto: lo que puede lo toma. Y si es carroña, mejor. Ahora se quiere quedar con nuestra querida Fragata Libertad. Permítame la pregunta: ¿para qué quiere una fragata, usted que está hecho para el aire? Sr. Buitre, espere un momento. Le pido que siga leyendo y no salga volando. Tengo una contraoferta para hacerle. Escúcheme bien y verá que le puede resultar tentadora, por más que prefiera usted los bichos muertos antes que los vivillos. ¿Que tal si le damos algo a cambio de la Fragata, algo que seguramente le será mucho más útil a usted que a nosotros? Ojo que no hablo de dinero, porque de eso no sobra ni un poquito. Hablo de personas, hombres y mujeres de -escuche bien esto- carne y hueso. ¿Tentador?
Le cuento un poco más, a ver si lo convenzo: la Fragata, para nosotros, vale su peso en oro. Pero ese valor es simbólico más que material. De nada le sirve a usted. Estos tipos en cambio son oro puro. O mejor, la gallina de los huevos de oro. La riqueza que le pueden acercar no tiene límites, sólo es cuestión de ponerlos a trabajar y tenerlos a raya. Con que cada tanto también ellos muerdan un bocado no le van a dar problemas. Y además tiene para elegir porque los hay de todo tipo y especie: algunos más gorditos, sobre todo en la zona de los bolsillos, otros que le resultarán familiares porque tienen por costumbre repetir todo, como loros (ya los imagino graznando como usted, envueltos en plumas entre los poderosos de Nueva York), y otros un poco más duros de roer, quizá, endurecidos en los modos pero muy cumplidores y bien dispuestos. Los hay ministros, viceministros, gobernadores, secretarios de gobierno y hasta intendentes, todos -o casi todos- con un renovado pelaje nacional y popular que le va a encantar. ¿Qué me dice, se los lleva y me libera el barco? Le aseguro que son sabrosos por donde los mire, un plato suculento que, preparado a la cacerola, es un verdadero manjar.
No le quiero quitar más tiempo, estimado Buitre. Con tanta crisis en el mundo y tanto bono en riesgo estará ocupado. Sé que tiene una vista muy aguda y que siempre anda buscando nuevas víctimas. Un dato más y si le parece hacemos el trueque: a estos tipos de los que le hablo se los entrego a precio de promo: todos juntos y a granel, y con un rótulo engañoso, como para no despertar el apetito de nadie. "Dirigentes políticos argentinos", digamos. Sólo usted, que es bien bicho, sabrá del tesoro que se lleva, un capital humano de valor incalculable, créame. Pero le digo más: si después ve que, por h o por b, no le sirven o le resultan indigestos, los vende y listo. ¡Ellos nunca entran en default! Y mire lo hábiles que son que casi nos han convencido de que la rapiña y la codicia son cosa de buitres, no de políticos. ¿Entiende la ironía? Señor Buitre, en el fondo no son tan distintos de usted. Pero eso se lo digo en voz baja y le ruego que no lo repita. ¿Qué me dice entonces, nos manda la Libertad?
lanacionar