Cambio climático y polución del aire, la mayor amenaza a la vida humana en el planeta
Hace pocos meses, fue fácil ver -o no ver- a la ciudad de Rosario cubierta por la polución del aire, producto de incendios que ocurrían a la distancia -en el Delta-. Pero sí se pudo ver, por primera vez en muchas décadas, al monte Everest desde el valle de Katmandú situado a 200 km de distancia. Y esto ocurrió por la disminución en la polución del aire debida a la reducción de emisiones de carbono secundaria a una menor actividad general como consecuencia de la pandemia por Covid-19.
El cambio climático y la polución del aire son parte del mismo problema y no es exagerado decir que ambos son la mayor amenaza a la vida de los seres humanos en el planeta. En una acción inédita, esto lo expresaron 200 revistas científicas que, en todos los continentes, y con una escala sin precedente, publicaron en forma simultánea un editorial sobre cambio climático en el que manifestaron en forma elocuente la catástrofe que enfrentamos.
Es muy simple y grave: siete millones de personas mueren anualmente -esto representa más del 10% de todas las muertes- como consecuencia directa de los efectos de la polución en el aire. Y esas muertes son prevenibles. Pero este dato es desconocido por la mayoría, y todos actuamos indiferentes como si fuera un problema que personas en el futuro podrán solucionar usando tecnologías aún no disponibles. Muy por el contrario, este no es un escenario de largo plazo. No estamos tomando medidas ahora mismo, por ser humanos, que solo reaccionamos ante necesidades y problemáticas de corto plazo. Este es un problema que nos ocurre hoy a nosotros y que también afectará seriamente a generaciones futuras.
En la reunión sobre Cambio Climático de París en 2015 se acordó iniciar acciones para llegar en el año 2100 a un aumento de temperatura límite en el planeta de 1,5 grados por encima de la temperatura de la era pre-industrial. Esta meta ya es imposible de cumplir y se espera que, aun ocurriendo una cantidad de supuestos que es improbable ocurran, el aumento para ese año estará cerca de los tres grados. Estos cálculos deberían preocuparnos ya que el experto en biodiversidad Peter Raven ha publicado que un aumento de la temperatura de seis o más grados será difícilmente compatible con la vida humana.
El problema de origen antropogénico que genera el cambio climático es fundamentalmente debido a la combustión de combustibles fósiles con emisión de dióxido de carbono que se acumula en la atmósfera. Hasta el momento, la cantidad de carbono en el aire -medido en toneladas- es equivalente al peso de toda la masa de materia generada en toda la historia de la humanidad. La producción de energía, de químicos, la agricultura, los autos, la minería y la generación individual en hogares son los mayores productores de carbono atmosférico. Este aumento de carbono genera el cambio climático y la acidificación del agua de los océanos. De acuerdo a la Universidad de Stanford, la emisión de dióxido de carbono que se había reducido progresivamente en años recientes ha aumentado en forma consistente durante los últimos tres años. Como es de esperar, la mayoría de las personas de bajo nivel socio-económico son las que menos contribuyen al cambio climático, pero las que más severamente sufren las consecuencias de este problema generado por actividades que benefician a los segmentos más ricos del planeta. El 85% de las muertes por la polución del aire ocurren en países emergentes y, por ejemplo, el áfrica sub-Sahariana, que cuenta con una amplia población, contribuye solo con el 1% al cambio climático.
Hace poco tiempo se realizó en Egipto la conferencia anual sobre cambio climático, con más de 30 mil participantes. Allí se observó que solo 26 de 190 países habían cumplido con los objetivos fijados en años previos. Y luego de muchas discusiones, los países de altos ingresos acordaron generar un fondo para ayudar a los países emergentes. Esto es razonable considerando que son China y los EE.UU. -además de otros países con recursos económicos- los principales generadores de la polución y el cambio climático.
El aumento de temperatura promedio mayor a los 1,5 grados que se espera en los próximos 20 años, triplicará las olas de calor y las muertes asociadas a ellas. En el verano de 2022, en la costa oeste de los EE.UU. en pocos días murieron 600 personas como consecuencia del calor y para el año 2050 se calcula que en ese país morirán 60.000 personas por año debido a este fenómeno. Los huracanes serán más frecuentes y más poderosos que el destructivo Sandy, los incendios en Europa aumentarán y esto ya ha ocurrido en otras partes del mundo como por ejemplo en Australia donde han muerto millones de animales y el humo se extiende de tal forma que activa a los detectores de humo en los hogares. La temperatura promedio de los países del hemisferio norte se moverá 1000 km hacia el Ecuador, lo que hará que crezcan palmeras en las calles de Londres. Se calcula que unos tres mil millones de personas deberán migrar. Enfrentamos una pérdida de biodiversidad de proporciones inéditas que arroja proyecciones sobre la extinción de hasta dos millones de especies animales y vegetales, muchas dentro de las próximas décadas. Ocurrirán sequías e inundaciones por igual. El aumento del nivel del agua en los océanos amenaza la existencia de los 300 mil habitantes de la isla Vanuatu en el océano Pacífico. En el año 2050 no habrá más hielo durante el verano en el Ártico. Entre otras cosas, la alteración del ecosistema aumentará la posibilidad del pasaje de virus a animales y luego a humanos generando un aumento en la probabilidad de aparición de nuevas pandemias. Se calcula que el 30% de los alimentos se desperdician y cuando se descartan generan una emisión de gases que es el doble de la generada por toda la aviación comercial -esto implica, además, que un tercio de la tierra, agua y otros recursos para generar esos alimentos son desperdiciados-. Y este derroche de alimentos ocurre en hogares más que en restaurantes, mercados y otros proveedores de comidas. Debido a que ocurren unos 40.000 incendios intencionales por año, el Amazonas ha pasado en pocos años de absorber el dióxido de carbono a ser un emisor de este gas. El cambio se debe a la deforestación, mayormente ilegal y con objetivos para ganadería y minería, que ha sufrido en el 17% de su superficie el antiguamente llamado “pulmón del planeta”. Si la deforestación de la Amazonia alcanza el 20%, será irreversible. Brasil se ha comprometido a reforestar 12 millones de hectáreas en esta región tan vital para limitar el cambio climático. Como dice un viejo proverbio oriental, el mejor momento para plantar un árbol es hace 20 años y el segundo mejor momento es hoy.
Además de todo lo descripto, los días más calurosos empeoran el estado de personas con enfermedad mental, aumentan los accidentes de trabajo, incrementan el número de infartos e infecciones, empeoran las enfermedades crónicas en general y aumentan el número de… crímenes.
Debemos volver a leer El Principito donde queda claro que “lo esencial es invisible a los ojos”. Igual que lo es la polución de partículas y gases que contaminan el aire que respiramos.
Las sociedades médicas cardiológicas más importantes del mundo y la Organización Mundial de la Salud han definido a la polución del aire como un factor de riesgo vascular igual que la hipertensión, la diabetes o la obesidad. De hecho, se considera a la polución como el cuarto factor de riesgo más importante para la enfermedad vascular ya que existe evidencia científica contundente entre la exposición a las pequeñas partículas que contaminan el aire y la ocurrencia de infartos agudos de miocardio, ACV, pérdida cognitiva, arritmias, muerte súbita y otras consecuencias vasculares. Las partículas que flotan en el aire entran a la circulación a través de los pulmones y así dañan las paredes de las arterias. Varios estudios han mostrado como incluso personas sin antecedentes vasculares pueden sufrir un infarto en los primeros días que siguen a la exposición al aire con polución. Esto último se observó durante la copa América en Chile, cuando los locales festejaban los resultados de su equipo con la preparación de asados que aumentaban súbitamente la polución del aire y la ocurrencia causal de infartos. Lamentablemente deberemos entender que los asados preparados con la quema de biomasa o la calidez de una reunión junto al fuego de una chimenea son actividades que deberán quedar en la historia -a menos que se logre una alternativa en la que no generen partículas de polución-.
Si bien lo intuitivo es pensar que el principal daño causado por la polución ocurre en los pulmones, casi el 70% de la mortalidad es por enfermedad arterial ya que la polución acelera el proceso de la aterosclerosis. Gran cantidad de estudios han mostrado aumento de presión arterial, mayor acumulación de lípidos, diabetes y formación de trombos en personas expuestas a niveles aún moderados de polución del aire. Una proporción de malformaciones cardíacas ocurren en fetos de madres expuestas a polución. También los pulmones son afectados y la polución causa enfermedad pulmonar obstructiva crónica (Epoc), cáncer de pulmón y predisposición a diferentes infecciones pulmonares.
Seguramente no hace falta un estudio científico para confirmar que personas con alto riesgo de infarto se podrían beneficiar con el uso de máscaras N95 que protegen contra el pasaje de partículas al sistema respiratorio y vascular. Antes de la pandemia por Covid-19 era frecuente ver a personas de origen oriental que usaban máscaras protectoras. ¿Por qué el uso de máscaras en personas con alto riesgo cardiovascular ni siquiera se ha considerado?
El problema es tan complejo y universal que se calcula que, en California, uno de los lugares que más acciones pone en práctica para control del cambio climático, un 20% de la polución del aire se origina en China y es llevada hasta los EE.UU. por vientos a través del Pacífico.
Casi el 100% de la población en Asia está expuesta a niveles altamente tóxicos de polución. En muchas de las capitales, estos niveles llegan a ser 100 veces el considerado aceptable, que es de cuatro microgramos de partículas de 2,5 micrones por metro cúbico de aire, como nivel que no causa daño en el organismo. ¡En Nueva Delhi, se llegan a alcanzar picos de 1000 microgramos de partículas de 2,5 micrones por metro cúbico de aire! Cuando eso ocurre tienen que suspender clases, cerrar aeropuertos, desviar el tránsito general, las guardias médicas se saturan por consultas de conjuntivitis y problemas pulmonares y se tiene que regar el aire con agua para que las partículas de polución precipiten. Caminar un día en esas condiciones equivale a fumar dos paquetes de cigarrillos. A Nueva Delhi en esos momentos se la ha llamado, apropiadamente, una “cámara de gas”.
Luego de que se aprobara la ley de espacios libres de fumadores en los EE.UU., en solo un año se redujeron significativamente los casos de infarto cardíaco por efecto del humo de cigarrillo. Y algo similar ocurrió en los años 70, después de que en ese país se aplicara la Ley de Aire Puro que disminuyó 70% la polución ambiental y contribuyó a un aumento de 250% del PBI. Por el contrario, en California han detectado caídas marcadas en la productividad en relación a los aumentos de polución.
La polución del aire causa más muertes que la polución del agua, la de la tierra y la ocupacional combinadas. También causa tres veces más muertes que las ocurridas por tuberculosis, malaria y VIH y 15 veces la cantidad de muertes generadas por guerras y otras situaciones de violencia.
EE.UU. ya ha eliminado 500 plantas en que se usaba carbón y en California se han comprometido a que a partir de 2035 prohibirán la venta de autos que usen nafta. China, que es responsable de la mitad de toda la producción mundial de carbón y la mayor contribución a la polución, no ha realizado cambios efectivos, aunque planean viajes a la luna para traer litio que se usa para almacenar energía. Para evitar un aumento de temperatura significativo, se debería reducir la emisión mundial de dióxido de carbono en un 45% para el año 2030 -comparado con los niveles de 2010-.
La transición a energías renovables está ocurriendo, pero no con el ritmo necesario. Y la mayor parte de ellas no está reemplazando a las de origen fósil. Por ejemplo, ha aumentado la producción de gas natural, una fuente energética menos contaminante, pero la generación de energía que resulta en emisión de carbono se sigue usando con la misma intensidad de siempre. El cambio no es simple como lo muestra Alemania que con una inversión de medio billón de dólares en 20 años ha pasado de obtener el 84% de su energía con combustibles fósiles a un 76%. La Agencia Internacional de Energía ha asegurado que la capacidad de energía renovable se duplicará para el año 2027 y esto significa que en los próximos 5 años se agregará tanta energía renovable como en las últimas dos décadas. Los gobiernos participan de reuniones donde se habla mucho, pero las regulaciones que se llegan a aplicar son insuficientes. Las actividades que más contribuyen a la generación de emisión de gases y partículas tienen fuertes incentivos económicos para no disminuir su actividad.
Muchos estudios económicos muestran con evidencia que es posible generar riqueza sin contribuir al cambio climático. El costo para alcanzar un neto de cero en emisiones de carbono puede requerir una enorme inversión equivalente al 1,5 al 4% del PBI global pero un estudio reciente de la Universidad de Nueva York estimó que el costo de un aumento de tres grados en la temperatura promedio será de un 5% del PBI mundial.
La comunidad científica y los medios son los que debemos tomar la iniciativa para generar conciencia sobre la gravedad de la amenaza que enfrentamos. La población general cree, equivocadamente, que el problema solo es un agrandamiento del agujero de ozono sobre Oceanía, un leve aumento de la temperatura, una pequeña proporción de hielo polar derretido y quizás un crecimiento en los niveles de los océanos que podría causar la muerte de algunas pocas especies que viven en lugares distantes y aislados.
La realidad es que la mayor parte del planeta desconoce las consecuencias de esta catástrofe auto causada que más apropiadamente debe llamarse no “cambio” sino más bien “crisis climática”. La alarma del tsunami está sonando y pocos le prestan atención. Como acertadamente dijo el Secretario General de las Naciones Unidas, “estamos en una autopista hacia el infierno climático y seguimos con el pie sobre el acelerador…”.
Médico, autor de publicaciones científicas sobre “Polución del Aire y Enfermedad Vascular”, Disertante en la conferencia “Cambio Climático, Polución del Aire y Salud”, en la Academia Pontificia de las Ciencias, Vaticano, 2017