Cambiar para ser sustentables
Ser sustentables en el mundo y, en especial, en nuestro país es un compromiso de todos que se asume de a uno. Demanda un cambio cultural que debe revelarse en nuestros hábitos cotidianos, porque es en nuestras prácticas donde impacta ejemplarmente la nueva visión sobre cómo afrontar una jerarquía redefinida de valores. Estamos llamados a restaurar el daño que le hemos causado a la Madre Tierra. La hemos degradado y depredado mediante un consumo desmedido, malgastando los recursos materiales con indolencia y -lo que es mucho más inmoral- sin considerar a las personas que quedan excluidas en un ambiente degradado.
La hora nos exige actuar de inmediato para frenar el calentamiento global. Esta urgencia no sólo nos habla de la amenaza que enfrentamos. Nos ofrece también la oportunidad de ampliar nuestras conciencias. Deberemos consumir distinto, ser más responsables en el cuidado de nuestro hábitat y, fundamentalmente, ser solidarios con quienes menos tienen. Porque donde se degrada el ambiente, se degrada lo humano, volviendo invisibles y exiliando a los márgenes de la sociedad a quienes viven privados del derecho constitucional y el derecho humano de vivir en un ambiente sano y equilibrado. Tenemos el deber de cuidar y preservar el hábitat y sus recursos para que las generaciones presentes y futuras puedan vivir dignamente.
En diciembre de 2015, la Argentina suscribió el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático. Ahora, nuestro país se dispone a concurrir a la XXII Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático (COP22), que se celebrará en Marrakech, para presentar el trabajo realizado durante el último año. Se trata de la revisión de la propuesta presentada el año anterior, realizada conjuntamente por nuestro gabinete nacional de Cambio Climático, la sociedad civil y la comisión constituida para esta materia en el Consejo Federal de Medio Ambiente (Cofema).
Nos sentimos entusiasmados al ver la recepción de la que es objeto la Argentina en los foros internacionales como consecuencia de volver a tener una participación proactiva en los debates y compromisos en materia ambiental. Durante 2016 la Cancillería argentina ratificó el compromiso asumido ante las Naciones Unidas y ambas cámaras del Congreso aprobaron el Acuerdo con el apoyo de los partidos políticos mayoritarios. Todo esto es un ejemplo de cómo podemos unirnos cuando queremos cumplir con el compromiso de cuidar el ambiente para que nuestras vidas sean más inclusivas, justas, sanas y equilibradas.
El cambio climático es el síntoma de la devastación a la que fue y aún es sometida nuestra casa común. Los acuerdos alcanzados anuncian un tiempo de reparar estructuralmente nuestros malos hábitos. Es momento de abandonar el individualismo, la salvación particular y privada, para trabajar juntos en lo público en pos de un bien común. El presente nos exige basarnos en vínculos de solidaridad con el otro, y de producción y consumo responsables. Este desafío -más ético que técnico- demanda subordinar la economía a las políticas de equidad y justicia social, revirtiendo así las consecuencias de décadas de sometimiento a los intereses de una economía del consumo y del descarte.
Cuidar la casa común es asegurar un ambiente donde vivir en dignidad, un hogar generoso con lugar para cada uno. Sólo nos falta reconocer que este planeta no le pertenece a nadie sino a todos. Peregrinos pasajeros de esta vida, inquilinos de esta casa, junto a toda forma de vida, debemos ser capaces de coexistir, bajo el mismo cielo y sobre la misma tierra, como hermanos, tan sólo por ser humanos.
Ministro de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nacio´n