Cambiar la gestión de residuos para vivir mejor
El Día de la Tierra tiene una historia muy particular ya que no fue institucionalizado ni por Naciones Unidas ni por ningún otro organismo internacional. Surgió al calor del movimiento pacifista y estudiantil en los Estados Unidos, en un clima de efervescencia social, en el que se estaba gestando una nueva agenda.
La preocupación ambiental , hasta ese momento restringida a ciertos ámbitos académicos y especializados, comienza a registrar una notable expansión. Nacen las principales organizaciones ambientalistas, que luego alcanzarían una escala de actuación global, y surgen algunos textos como Primavera silenciosa, de Rachel Carson, que se convirtieron en emblemas de la época. En ese nuevo ambiente y luego de algunos intentos previos, la ciudadanía estadounidense se convocó el 22 de abril de 1970 a salir a las calles y a participar de numerosos foros, los famosos teach-in.
La iniciativa fue lanzada por el senador demócrata Gaylor Nelson, quien convocó al activista John McConnell, miembro del movimiento pacifista, quien ya venía promoviendo la idea. Posteriormente sumaron al senador republicano Pete McCloskey, en procura de un equilibrio político dentro del grupo promotor.
Veinte millones de personas participaron de las actividades. Los tópicos eran de los más variados, por lo general, focalizados en los temas de contaminación urbana de origen industrial, pero también en la incontrolada y deficiente gestión de los residuos urbanos.
El resultado fue arrasador. No sólo por la dimensión de la convocatoria sino, además, por algunos de sus resultados inmediatos, tales como la creación de la Environmental Protection Agency (EPA) en diciembre de ese mismo año y una serie de nuevas leyes ambientales relevantes.
El Día de la Tierra, que se celebró ayer, se convirtió en un evento global en 1990, cuando algunos de sus promotores originales, al calor de los preparativos de la Cumbre de la Tierra de 1992, deciden relanzar la convocatoria. Desde entonces, cada año y en todo el mundo, es un día de celebración cuando se multiplica el mensaje ambientalista que involucra a cada vez más ciudadanos.
Los temas ambientales se han multiplicado a lo largo de los años y muchos de aquellos señalados en 1970 siguen estando en la agenda, ahora más agudizados. Este año, el foco central del Día de la Tierra es "ciudades verdes": energía, movilidad, cambio climático y gestión de residuos.
Entre los problemas que no son nuevos y que incluso se han agudizado, se destaca el caso de los residuos. En aquel año, muchas de las ciudades que se movilizaron lo hicieron por la preocupación creciente por el despilfarro y la contaminación que significaba el paradigma del "úselo y tírelo". Si bien hoy esa idea rectora se encuentra en plena crisis, aún sufrimos sus consecuencias. Su reemplazo definitivo está en la base misma de la creación de una nueva economía de materiales que tenga chances de sustentabilidad. Es en ese lugar donde conceptos como "basura cero" obtienen su verdadera relevancia y dimensión.
Buenos Aires fue la primera ciudad de América latina en alcanzar una legislación de gestión de residuos bajo este nuevo paradigma. Fue recién en 2005, y gracias al trabajo de organizaciones de la sociedad civil y legisladores, que se comenzó a transitar un proceso del que no se debe retroceder. Si bien el cambio está llevando tiempo, quizá más de lo que esperábamos casi 10 años atrás, ya no hay dudas de que es el adecuado. Enterrar la basura o destruirla mediante procesos térmicos a altas temperaturas es sencillamente profundizar un modelo de destrucción de recursos en un planeta en crisis.
Avanzar en la separación en origen; recuperar materias primas y reciclar residuos orgánicos; responsabilizar a los fabricantes por los productos que colocan en el mercado y sus residuos, son asuntos que aún hoy nos desafían. Existen, claro está, alentadores avances, pero nos encontramos aún con muchas tareas pendientes. Y en este sentido el reto que tiene la Ciudad de Buenos Aires es trascendental, no sólo por la escala del sistema sino, además, por la experiencia que podrá aportar a otras ciudades del país.
Pero al desafío que tienen gobiernos y ciudadanos se debe sumar el de grandes generadores y productores. Se debe avanzar, sin más demoras, en una necesaria ley de envases y volver a poner a debate el proyecto de ley sobre residuos de aparatos eléctricos y electrónicos, frenado por intereses del sector. Entre otros, estos proyectos, que deben tener alcance nacional, son una base indispensable para iniciar el cambio en nuestra economía de los materiales. El cambio cultural que se ha iniciado y se promueve en los ciudadanos debe ser el inicio del abandono de esa vieja locura del paradigma de "úselo y tírelo". Cambiar nuestra relación con los residuos es cambiar nuestro vínculo con los recursos naturales, en un contexto global en el que tal cambio es el imperativo de la época.
© LA NACION
El autor es presidente de la Agencia de Protección Ambiental de la Ciudad de Buenos Aires.