Cambia, todo cambia
Más allá del eslogan victorioso que las últimas elecciones han refrendado, se echa de ver que efectivamente, sin intenciones deliberadamente macristas, todo ha empezado a cambiar en nuestro país.
Los ejemplos abundan. Un volantazo: nuestros esforzados intelectuales tiemblan ante la eventual y tiránica desaparición de un programa tan pluralista como 6,7,8 del canal oficial, cuando sorpresivamente es el mismísimo Cristóbal López quien lo condena al exilio. Alicia Kirchner anuncia que no asistirá a la reunión de gobernadores convocada por el Presidente para luego fotografiarse sonriente en su compañía, en un amable gesto que contradice abiertamente el ritual de descortesías desplegado por su insigne cuñada. Quienes velan ahora por el orden constitucional estricto ven sin pestañear cómo el polémico pacto con Irán, junto con el célebre memorándum que lo sustentaba, ha sido desestimado como inconstitucional por los órganos competentes: ninguna reacción autocrítica al respecto. La palabra devaluación flamea amenazante en muchos discursos, pero muchos la enarbolan olvidados de que la palabra inflación -y aún más, sus alarmantes cifras- era tabú hasta hace poco. Es lamentablemente cierto que nuestro porvenir económico es inquietante -y ya lo es la situación presente-, pero hay quienes parecen consternarse ante lo que pasa o pasará con nuestros pobres pobres, cuando ignoraron vehementemente en su tiempo el silencio del Indec y la delicadeza de un marxista en el poder que consideraba que exponer su número era estigmatizarlos.
La capacidad crítica del 49% perdedor en las elecciones se ha aguzado en proporción inversa al saludable reconocimiento de los fallos propios. Una poderosa y oportuna amnesia parece paralizar a quienes han detentado hasta hace poco el monopolio del relato patriótico y la interpretación renovada de la historia.
Y asistimos además a un milagro que opaca el referido a la canonización de Teresa de Calcuta. Repentinamente, maravillosamente, afortunadamente para la democracia, los no videntes ven. De golpe la Justicia advierte el riesgo de dejar pasar sus vacaciones en México a un vicepresidente procesado. De repente quienes ignoraron los contratos leoninos de la Barrick Gold o los misteriosos acuerdos con Chevron descubren el peligro de amigarse con las grandes corporaciones multinacionales. Súbitamente son objeto de detallada atención -justificadamente- los antecedentes de los responsables de organismos económicos del nuevo gobierno por parte de quienes no alcanzaron nunca a ver las tropelías de Jaime, Moreno, De Vido o la infausta bolsa de Felisa Miceli. Un lamentable DNU impulsa loables oleadas de indignación republicana entre los muchos que aplaudieron la intervención del Ejecutivo en el caso Nisman, las propuestas con respecto a conjueces y subrogantes, la constitución del partido de Justicia Legítima, el acoso a Fayt y a otros jueces tildados de opositores.
Sí, señor Presidente: hemos cambiado. Hemos mejorado. Aleluya.
Escritora y ensayista