Brian Eno. El arquitecto invisible de la música experimental
El compositor, productor y artista visual británico -que visitará por primera vez la Argentina para inaugurar dos de sus instalaciones esta semana- ejerce desde hace décadas su influencia artística e intelectual en el pensamiento sobre la música, la tecnología y la vida en el planeta en el largo plazo
Una de las múltiples distinciones de Brian Eno –músico, productor musical e intelectual sui generis– es haber compuesto la obra musical más breve (y posiblemente más escuchada) en la historia de la humanidad. Estamos hablando del sonido que sonaba al arranque del programa Windows 95, el sistema operativo para PC que se lanzó el 24 de agosto de 1995. Eno, nacido en Suffolk, Inglaterra, en 1948, estaba pasando por un período de sequía creativa a mediados de los años 90, cuando recibió el pedido de Microsoft. Los requerimientos de la pieza eran que fuera “inspiradora, universal, optimista, futurista, sentimental, emocional y decenas de adjetivos más”, recordó Eno en una entrevista en el San Francisco Gate en 1996. Y una cosa más. Tenía que durar 3,25 segundos. Eno se consagró a pleno al trabajo, se obsesionó con intervalos de microsegundos y compuso más de 80 piezas hasta llegar a la versión final. “Cuando terminé esa pieza volví a trabajar poco a poco en cosas de tres minutos de duración y me parecían océanos de tiempo”, dijo.
Además de ser una curiosidad –y un importante pie de página de la historia de la computación para las masas– esta anécdota resume varias cualidades de Eno. A pesar de haber nacido de la escena semianárquica de las escuelas de arte londinense de los años 60, y de haber sido uno de los miembros originales de la banda de rock glamRoxy Music, Eno no le tiene desdén antiautoritario al mundo comercial. También acepta con alegría que muchas veces los límites impuestos desde afuera, hasta arbitrariamente, son liberadores para la creación. Por último, este episodio muestra una faceta central de Eno: muchas de sus creaciones están muy difundidas y son conocidas por millones, aunque él se mantenga como un arquitecto invisible detrás de esas obras, sin reclamar reconocimiento, como ha sido el caso en los álbumes que ha producido –en cuyo sonido influyó enormemente– para bandas y cantantes como Devo, Talking Heads, David Bowie, U2 y Coldplay.
Este gran personaje del cambio de siglo –este prolongado y aún confuso momento cultural entre el fin del siglo XX y el comienzo del siglo XXI– estará pronto en Buenos Aires, en su primera visita a la Argentina, para presentar dos nuevas instalaciones audiovisuales, 77 Million Paintings y The Ship, que estarán abiertas al público a partir del viernes 2 de diciembre en el CCK. El martes que viene, a las 19, dará una charla abierta –en el CCK también– sobre su vida artística y sus múltiples proyectos. Para quienes lo conocen no hace falta enfatizar que éste es uno de los grandes eventos del cierre de la agenda cultural de 2016.
Borrador para un arte futurista
77 Million Paintings es una gran síntesis de la forma de trabajar de Eno: combina luz y música que cambian según procesos aleatorios generados por un programa de computación. Aparte de ser una obra en sí misma, también es una especie de borrador para un nuevo lenguaje futurista en el que el arte visual y el musical intentan cobrar vida propia. En una reciente entrevista con el Canal 4 de la BBC, Eno declaró: “Yo estudié bellas artes. No estudié música. Y cuando comencé a hacer música no dejé de hacer la otra cosa... Comencé a trabajar con luz cuando tenía 17 años, más o menos. Pronto me di cuenta de que lo que estaba haciendo musicalmente y lo que estaba haciendo con la luz estaban convergiendo. Era casi la misma búsqueda. Estaba intentando hacer cuadros que se movían y música que se quedaba quieta”.
Según el catalogo de la muestra, “los 77 millones se refieren a las combinaciones posibles de imagen y sonido: se estima que el espectador tendría que pasar 450 años delante de la muestra para experimentar dos veces la misma combinación visual y auditiva. 77 Million Paintings se ha exhibido en algunos de los edificios más fascinantes del mundo, como la Ópera de Sydney, y espacios emblemáticos de Abu Dhabi, Tokio, Venecia y Río de Janeiro, haciendo que la experiencia sea, en cada sitio, armónicamente única”.
La otra muestra, The Ship, es una instalación armada alrededor de su último álbum homónimo, que explora “la oscilación constante de la humanidad entre la arrogancia y la paranoia, la entrega y el control” en el contexto del hundimiento del Titanic.
Si la carrera de Brian Eno hubiera terminado con su participación en Roxy Music –período en el cual usaba el pelo rubio muy largo y la cara maquillada, un androginismo que ya no practica–, sería una maravillosa curiosidad de la escena musical londinense de los años 70 (aunque también uno de los pioneros en el uso del sintetizador en la música rock). Pero su curiosidad e intereses intelectuales lo han llevado a actuar en campos de acción que van más allá de la música popular. Es, por ejemplo, uno de los miembros fundadores, en 1996, de una institución curiosa: The Long Now Foundation.
Esta fundación del “largo ahora”, con su base administrativa en San Francisco, tiene la intención de promover el pensamiento humano en el muy largo plazo; de imaginarse cómo la civilización humana tendría que comportarse hoy para asegurar su prosperidad en un planeta y sociedad saludable de hoy a 10.000 años como mínimo. Es un contraste chocante contra el ritmo de vida que imponen los ciclos corporativos o gubernamentales que pocas veces miran más allá del cuatrimestre o los períodos electorales. Y pensar en estos términos también es –por supuesto– el polo opuesto de la microobra musical que Eno compuso para Microsoft.
Tomando una perspectiva larga, y proyectando al futuro, tal vez la contribución más importante de Eno a la música contemporánea sea su trabajo en el género designado “ambient”, término que el mismo inventó. Diferente del minimalismo, el ambient, según Eno, “tiene que acomodar varios niveles de atención de escucha sin esforzar una en particular. Tiene que ser a la vez interesante e ignorable”.
Editó su primer album de este género en 1978. Se llamaMúsica para aeropuertos y hoy aún suena absolutamente contemporáneo. La idea se le ocurrió un domingo muy temprano por la mañana mientras que esperaba un vuelo en un aeropuerto de Colonia, Alemania. “La luz era bella, todo era bello, salvo que estaban pasando música horrible”, dijo Eno en una entrevista que se puede encontrar en YouTube. “Y pensé: acá hay algo terriblemente mal hecho. La gente no piensa en la música que acompaña situaciones como ésta. Gastan cientos de millones de dólares en la arquitectura, en todo… salvo en la música.”
Entonces comenzó su período ambient, en el cual compuso música para espacios públicos con las siguientes pautas: “No debe interferir con comunicaciones humanas, así que tiene que ser más alto o más bajo que el tono de la voz humana; tiene que durar por mucho tiempo porque no quieres cambios todo el tiempo; tiene que poder ser interrumpida por anuncios, por ejemplo, sin que sufra por esa interrupción”. En fin, una especie de música de ascensor, pero compuesta con la ambición y sensibilidad de Chopin.
Pensar la música
A pesar de trabajar en una élite cultural, Eno es accesible, no se esconde detrás de su arte ni guarda secretos. Usa su cuenta de Twitter, @dark_shark, prolíficamente, y comparte un ecléctico surtido de recursos online, fotos y noticias. En YouTube hay decenas de ponencias y entrevistas en las que habla claramente sobre su estética, su filosofía de vida y su biografía.
La enciclopedia del Rock&Roll de Rolling Stone ha resumido su contribución a la música así: “Como compositor, productor, tecladista, cantante y artista visual multimedia, Eno es responsable menos por un sonido o look nuevo en el pop que por una nueva forma de pensar sobre la música, de pensarla como una atmósfera más que como una declaración, un experimento en sonido en vez de una expresión virtuosa. Combinando las cualidades cerebrales de la alta cultura europea con la mirada tecnológica de un futurista, también ha sido responsable por una estética que combina sonidos de Occidente con los del Tercer Mundo”.
Pero podemos sumar un elemento más a la descripción de Eno y de cómo funciona su mente. En una charla con el escritor y guionista de cómics Alan Moore, Eno dijo: “Por la evolución tecnológica de hardware y software en los últimos 40 años ahora es relativamente fácil hacer ‘buena’ música. Pero el problema de escribir canciones es el mismo desde los tiempos de Chaucer”.
Así es Brian Eno. Una persona cuya mente y práctica artística opera dentro de un marco que abarca milenios para atrás y para adelante. Un artista y pensador que concibe el presente como un continuo que abarca el profundo pasado y el profundo futuro. Piensa de una manera diferente. Comparte sus pensamientos. Es optimista. Quiere mejorar el mundo desde su lugar. Y al mismo tiempo, debajo de todo, está la duda: ¿el arte sirve para algo? ¿Qué sentido tiene ser artista?
Eno responde estas preguntas trabajando en su arte. Dentro de muy poco tendremos la posibilidad de experimentarlo en vivo.
Biografía
Nacido en Suffolk, Inglaterra, en 1948, es compositor de música electrónica y experimental. Empezó tocando con el grupo Roxy Music, luego siguió su carrera en solitario e hizo sus más grandes aportes en la música ambient y otros experimentos de vanguardia. Productor de artistas de rock y pop, realizó instalaciones en las que combina artes visuales y música. Es el creador del sonido de inicio del programa Windows 95.
Agenda en la Argentina
-Brian Eno estará en la Argentina la próxima semana para montar dos instalaciones que se abrirán al público el viernes 2 de diciembre en el CCK. Se trata de 77 Million Paintings y The Ship, que combinan sonidos e imágenes.
-El 29 de noviembre, a las 19, en la Sala Sinfónica del CCK, Eno dará una charla sobre su actividad artística y el arte audiovisual.