Brasil, América del Sur y el resto del mundo
A propósito del artículo "Brasil contrae su política exterior", publicado este miércoles, algunas aclaraciones se hacen necesarias. Al tratar de probar la alegada retracción de la política exterior brasileña, el artículo comete equivocaciones graves y omite informaciones relevantes. Los factores señalados como prueba de la supuesta retracción no limitan ni inhiben la acción de la diplomacia brasileña ni pueden verse bajo la óptica reduccionista del autor.
Las investigaciones sobre irregularidades que implican a grandes empresas brasileñas con actuación internacional demuestran la fuerza y la independencia de las instituciones en Brasil, un factor positivo para mejorar la gobernanza corporativa y para ampliar la proyección global del país. La corrupción es un problema mundial, pero pocos países la han enfrentado con tanto empeño, transparencia y determinación. En lugar de ser un elemento negativo en la política exterior brasileña, lo que ocurre en el país demuestra una fortaleza institucional que lo proyecta y lo eleva.
La lista de supuestos fracasos de la diplomacia brasileña presentada por el autor se basa en una serie de errores de interpretación. La reforma del Consejo de Seguridad de la ONU no es un objetivo únicamente brasileño, sino que sigue movilizando a la gran mayoría de los 193 miembros de la organización y constituye un proceso largo y de gran complejidad. Del mismo modo, el estancamiento en la Ronda de Doha no puede ser adjudicado a una falla de la diplomacia brasileña. Brasil y otros países, como la Argentina, siguen logrando victorias en ese proceso negociador, como la prohibición de subsidios a las exportaciones agrícolas y el Acuerdo de Bali de facilitación del comercio. Tampoco se puede hablar de fracaso con los Brics, grupo que muestra un dinamismo creciente, con ejemplos exitosos como la entrada en operación del primer banco multilateral universal pos Bretton Woods, el Nuevo Banco de Desarrollo. Los supuestos fracasos, en la visión del autor, incluirían a América del Sur, justamente en el momento en que los socios fundadores logran sacar al Mercosur de su parálisis, eliminando barreras internas e intensificando la agenda de negociaciones con otros bloques y países, como en el caso de la Unión Europea.
El artículo hace referencia negativa también a lo que entiende ser la política interna de Itamaraty, pero comete errores básicos. Nunca hubo rotación de embajadores para nombrar a diplomáticos supuestamente vinculados al gobierno de Fernando Henrique Cardoso en posiciones clave. Con el cambio de gobierno, todos los subsecretarios del ministerio fueron mantenidos. Ex ministros y ex viceministros de Exteriores del gobierno anterior fueron nombrados para embajadas y misiones de gran importancia y visibilidad. Cabe señalar que todos los cargos de jefatura del Itamaraty en Brasilia son ocupados por diplomáticos de carrera, sin que exista la posibilidad de un nombramiento político. La mencionada carta abierta firmada por diplomáticos jóvenes, a su vez, no se vincula a la política exterior. Es una manifestación sobre la situación general del país y puede ser leída como un llamado a la moderación y al diálogo dirigido a todas las fuerzas políticas y no sólo al gobierno o a la Cancillería.
La equivocación más grave del texto está en sus conclusiones, al sostener una falsa oposición entre el rol global y el regional de Brasil. Para el autor, Brasil sufre de pequeñez estructural por representar "solamente" el 2,5% de la economía mundial, olvidando que eso significa que el país representa el octavo PBI del mundo, sin hablar de otros datos, como el hecho de ser el quinto país en cuanto a territorio y población, y la principal reserva de biodiversidad del planeta. Más importante aún, el autor omite el papel central que Brasil desempeña en grandes cuestiones globales por su peso específico, y porque su ausencia inviabilizaría soluciones concertadas en el plano mundial en temas como desarrollo sustentable y cambio climático, energías renovables, uso pacífico de la energía nuclear, desarme, gobernanza de Internet, temas financieros y comerciales globales. En cada uno de esos asuntos, Brasil posee activos (recursos naturales, económicos, humanos y diplomáticos) que le garantizan un lugar en la mesa de las negociaciones globales, independientemente de las crisis coyunturales, quiérase o no.
Finalmente se equivoca el autor al defender que si Brasil dejara de ser actor global -como si eso fuera posible- y se limitara a un papel regional, la Argentina saldría ganando. Las influencias globales de ambos países se complementan y se refuerzan, dado que sus instituciones, economías y diplomacias poseen un alto grado de convergencia de intereses y valores. El rol global de Brasil no es desempeñado en desmedro de la Argentina y de la región, sino que ayuda a reforzar el poder y la influencia regional en los grandes centros decisorios mundiales.
Embajador de Brasil en la República Argentina