Boulogne Sur Mer, la última parada del padre de la patria
Estando en París, un día antes de cumplir 70 años, estalla en Francia un sangriento motín que producirá la abdicación de Luis Felipe como rey. Ese año ya se vivía un ambiente revolucionario, que no pasó desapercibido para el general San Martín, que era conocedor de esos motines y movimientos populares y sabía que en particular los que se producían en Francia eran muy sanguinarios. Por tal motivo, ante la intranquilidad de la situación planteada, la familia completa decide trasladarse, pocos meses después, a Boulogne Sur Mer, importante puerto de Francia con conexión directa a Inglaterra; ciudad que sería la última parada de nuestro Libertador.
Cuando San Martín llegó allí contaba con 70 años; su hija Mercedes tenía 32 y sus nietas María Mercedes 15 y Josefa 12.
El general se sintió muy a gusto en Boulogne Sur Mer, ciudad en la que Napoleón organizó el ejército más grande de la época: La Grande Armée.
En diciembre se promulga la nueva Constitución francesa y se proclama presidente de la Nación al príncipe Luis Napoleón Bonaparte, quien un tiempo después se autoproclamará emperador de los franceses con el nombre de Napoleón III.
Ante estas circunstancias de estabilidad, ya decididos a quedarse en la ciudad, a principios de 1849, Mercedes finalmente consigue un alojamiento en una casa importante de la ciudad, cuyo propietario le arrendaría una parte. La vivienda pertenecía a Henry Adolphe Gerard. Este ilustre francés había nacido en Brimenx, una localidad muy próxima a Boulogne Sur Mer. Gozaba de un prestigio bien ganado. Era abogado, secretario de la Cámara de Comercio, bibliotecario de la ciudad y periodista. Entre 1830 y 1843 fue director del diario de la ciudad, L’Annotateur, y aconsejaba a los jóvenes sobre la carrera de periodista. Casado con Adela Cary en 1836, quien era hija de un comerciante de Boulogne, era padre de tres varones, que 1849, tenían 12, 10 y 8 años. En 1845 compra una casa situada en la avenida principal de Boulogne, sobre la Grande Rue, calle que subía de la parte baja de la ciudad a la ciudadela. La casa con el número 105 –actualmente tiene el número 115– fue reconstruida casi en su totalidad por Gerard a partir de 1847, y queda finalizada a fines de 1848.
Como era y sigue siendo una casa importante (hoy se conserva exactamente igual), y muy grande para solo su familia, Gerard decide subalquilar parte de ella, como era la costumbre. Enterada de ello, Mercedes se contactó con él y alquilan el segundo piso de la casa, que incluía el comedor y la sala de fumadores en el primer piso.
Con la primavera de 1850 volvieron los paseos, pero la salud del General ya estaba mucho más frágil. Los primeros días de julio viajó, junto a su yerno y Mercedes a Enghien-les-Bains, que queda muy próxima a París, a tomar baños termales. Mercedes le insistió en que se quedaran en París, en su casa de Saint Georges, y que no volvieran a Boulogne, pero San Martín no era fácil de convencer y él deseaba volver a la que consideraba su casa. Es así que, a fines de julio, regresaron.
El 13 de agosto sufrió una gran descompostura de estómago con fuertes dolores. Mercedes, quien permanecía permanentemente a su lado, escuchó cuando su padre le decía: “Es la tormenta que lleva al puerto”. Al día siguiente, 14 de agosto, su estado empeoró y su médico, el doctor Jardon, le hizo una aplicación de sinapismos* lo que le provocó una buena recuperación. Al día siguiente, recibió la visita de un viejo amigo, Juan Pedro Darthez, que no lo encontró bien y se preocupó, razón por la que decidió quedarse unos días para acompañarlo, alojándose en la ciudad. A la tarde quiso ver a sus nietas, quienes lo acompañaron y le contaron que habían estado jugando con los hijos de Gerard, le dieron ánimo y lo mimaron mucho. Más tarde cenó muy liviano y se acostó temprano con la luz solar fuerte aún.
El 16 de agosto tuvo un día tranquilo y parecía que mejoraba su estado general. No deseaba permanecer en la cama, así que se vistió y conversó con su yerno y con Mercedes. Le leyeron los diarios y pasó el día en compañía de su familia. Tuvo la visita de Darthez y, por supuesto, la de su médico. Antes de ir a dormir pidió estar con sus nietas, a las que tomó de las manos y las escuchó contar sus actividades. Ellas estaban tristes porque no veían bien al abuelo, sin embargo, ante él lo disimulaban.
El 17 de agosto, un día sábado hermoso, se sintió bien al despertar. Se vistió y, al rato, se fue al cuarto de su hija donde se sentó a conversar con ella. Le pidió que le leyera los diarios, tomó pocos alimentos y bastante líquido y le colocaron tabaco en su tabaquera para ofrecerle a sus visitas. Estaba totalmente lúcido. A la mañana había pasado su médico quien, luego de verlo, le aconsejó a Mercedes que buscara una religiosa para ayudarla en su cuidado, hasta tanto mejorara. Pensaba que era demasiado esfuerzo para ella, que no dejaba de estar al lado de su padre. Le dijo que le indicaría a Mariano que buscara a alguien que pudiera colaborar con el cuidado del General.
Antes del mediodía, llegó Francisco Javier Rosales, encargado de negocios de Chile en Francia. Había viajado el fin de semana para visitar a San Martín desde París. Almorzó bien cerca del mediodía y conversó con quienes lo acompañaban. Luego de ello, sintió frío en las piernas y Mercedes le sugirió que reposara en su cama, a lo cual accedió. Pasadas las 14.30 empezó con fuertes dolores de estómago y comenzó a sentirse muy fatigado. Su hija lo abrazó y él le dijo: “Mercedes, esta es la fatiga de la muerte”, y casi sin fuerzas para hablar le dijo a Mariano: “Mariano, a mi cuarto”. Fueron sus últimas palabras, y luego de una ligera convulsión expiró el Padre de la Patria.
Eran las 15. Estaban a su lado su hija, su yerno, sus nietas, el doctor Jardon y Rosales.
Un silencio profundo se apoderó de la habitación. Mercedes abrazó a sus hijas y a Mariano. Inmediatamente después colocó un crucifijo en las manos de su padre. Mariano llamó a Gerard y su familia, quienes se unieron a las plegarias, así como también a los criados, entre ellos, Soto, que estaba profundamente afectado.
Pasadas las horas se decidió que iban a embalsamarlo y era necesario gestionar un lugar para depositar su cuerpo. Gerard sugirió que debían colocarse sus restos mortales en la catedral de la ciudad; él se encargaría de solicitar al alcalde la autorización correspondiente, hasta tanto la familia decidiera cuál sería el lugar definitivo de su descanso.
Por la tarde, la familia armó en el cuarto del General el lugar para velarlo. Colocaron dos cirios encendidos. El resto de ese día 17 de agosto de 1850, que pasaría a ser histórico para nuestra patria, transcurrió con la casa en silencio, y a pesar de la tristeza que se respiraba en el aire, había mucha paz y resignación.
El domingo 18 de agosto, a las 11, Gerard y Rosales se dirigieron a denunciar el fallecimiento del Libertador. Portaban una nota que habían redactado el día anterior los hombres presentes, Balcarce, Rosales y Gerard. Luego se la entregaron a Mercedes para su aprobación.
El 18 de agosto llegaron a Boulogne otros amigos del General, José Guerrico y Félix Frías. Acompañaron a la familia San Martín y estuvieron al lado del Libertador. También se acercaron otros vecinos a saludar a la familia. San Martín no había pasado desapercibido en esos casi dos años de permanencia en Boulogne.
El lunes 19 se iniciaron las tareas de embalsamiento, supervisadas por el doctor Cousin. Posteriormente se procedió a introducir el cuerpo en el ataúd de plomo. Todo esto estuvo certificado por el médico, quien por nota firmada le aseguraba al señor alcalde que todo lo relacionado con el cuerpo del señor General José de San Martín fue realizado correctamente y en forma rigurosa.
El alcalde, luego de recibir la nota del doctor Cousin, firma una resolución otorgándole al General San Martín honores de exjefe de Estado y por ello le confiere la autorización a la familia para su sepultura transitoria en la cripta de la catedral. Esta nota firmada por el alcalde es recibida a última hora por la familia en su casa de la Grande Rue. Todo estaba listo para transportar el cuerpo del Libertador.
A pesar de que el General había pedido que no se le rindiera honores, Mercedes quiso que se pasara por la iglesia de Saint Nicolás, donde concurrían los domingos. Para ello tomaron contacto con el párroco y le solicitaron muy temprano poder rezar un responso el día 20 de agosto. Mercedes quería que todo fuera lo más discreto posible, tal como su padre había solicitado, sin embargo, no podía cumplir al pie de la letra la voluntad del Libertador. La noche del 19 se preparó todo para partir muy temprano a la iglesia de Saint Nicolás y, desde allí transportar al General a su primer lugar de descanso, la cripta de la catedral de Notre-Dame en la ciudad de Boulogne Sur Mer.
El 20 de agosto amaneció otro hermoso día de verano. Muy temprano llegó el coche fúnebre adornado con cuatro faroles cubiertos y con cuatro caballos negros para tirar de él. A las 6 de la mañana bajaron el féretro entre los hombres presentes y lo depositaron en el coche fúnebre. Luego, al costado del vehículo, formaron los hombres, apuntando para la zona baja de la ciudad para dirigirse a la iglesia de Saint Nicolás. Seis hombres estaban junto al féretro, tres de cada lado. Todos con capotes negros. A la izquierda y adelante, Mariano Balcarce, detrás Darthez y Rosales. A la derecha, José Guerrico, Frías y Gerard. Atrás iban Mercedes y las nietas del General, Mercedes y Josefa; la esposa de Gerard y sus hijos. Todas las mujeres estaban vestidas de negro.
El cortejo marchó lentamente descendiendo por la Grande Rue hasta la iglesia. Si bien casi no había gente en las calles, era muy temprano, a las seis de la mañana ya había buena luz solar. Algunos curiosos se detenían al ver pasar el cortejo. Al llegar a Saint Nicolás fue recibido por el párroco, el padre Lecomte. Se introdujo el féretro por la puerta lateral sobre la misma calle Grande Rue y se depositó en su interior. Lecomte rezó el responso; también había conocido al General.
Finalizada la oración, cargaron el féretro en el coche y se dirigieron calle arriba hacia la ciudadela. Fue una marcha lenta y silenciosa pasando nuevamente por el frente de la casa de Gerard. Ingresaron a la ciudadela por la puerta que da a la Grande Rue a la derecha y se dirigieron pasando el portal y arcada a la izquierda, hacia la catedral. Ingresaron a la cripta. Ya dentro de ella, en el tercer pasillo, a mano izquierda, en el primer panteón a la derecha, se depositó el féretro. Todos pasaron a despedirse. Fue un momento de mucha emoción. Se cerró la puerta de rejas y todos salieron de la cripta en absoluto silencio.
Los días que siguieron fueron muy duros para la familia Balcarce. Rápidamente, Mariano inició la mudanza de los objetos personales de su suegro. No deseaban quedarse más tiempo en Boulogne y deseaban volver lo antes posible a París. Antes de fines de agosto se despidieron con afecto de la familia Gerard y partieron en tren. Se instalarían en París en el departamento de Saint Georges.
* Se trata de una cataplasma estimulante, hecha con polvo de mostaza (Nota del autor).
El autor es general retirado, licenciado y oficial de Estado Mayor