Bombas sabias, mapas tontos
WASHINGTON (The New York Times).- "¡OH, si tan sólo hubiéramos tenido un buen mapa! "Ése era el lamento que se oía de boca de los analistas del Pentágono y la CIA cuando aviones de la OTAN bombardearon la embajada de China en Belgrado, un accidente que se atribuye en gran medida a que los expertos en identificar los blancos terrestres recurrieron a un mapa defectuoso.
La guerra aérea sobre Yugoslavia ahora depende casi exclusivamente de bombas lanzadas con precisión quirúrgica. Pero los cientos de misiles crucero y bombas de una tonelada de peso guiados mediante satélites, incluyendo tres de un bombardero Stealth B-2 que destruyó un edificio que la CIA confundió con la agencia yugoslava de armas, son exactos sólo en la medida en que también lo sea la información con que se los alimenta.
Y mientras los planificadores del Pentágono desatan la furia plena del poderío aéreo de la OTAN no sólo sobre bases militares yugoslavas aisladas sino también sobre edificios de oficinas en el centro de Belgrado, hospitales, caravanas de refugiados y, dos días atrás, la residencia del embajador sueco, va en aumento la presión sobre los mandos militares para que los encargados de los mapas sean más precisos que nunca en identificar los blancos.
Para evitar nuevos errores de esta magnitud, el secretario de Defensa norteamericano, William Cohen, anunció una serie de medidas correctivas que incluyen una actualización más acelerada de los analistas del gobierno en materia de blancos que no deben atacarse: iglesias, escuelas, embajadas y lugares históricos o simbólicos.
Presupuesto restringido
Pero, a diferencia de los miles de millones de dólares que se invirtieron en la construcción de los bombarderos B-2 o en el lanzamiento de satélites espías, el arte de la elaboración de mapas militares y el análisis de las fotografías aéreas tomadas a grandes alturas no han estado entre las prioridades del presupuesto militar de la posguerra fría, sino todo lo contrario.
"Es mucho más fácil persuadir a la gente de comprar cosas grandes y atractivas que de invertir en la infraestructura necesaria para hacerlas eficaces", dice un alto funcionario de inteligencia.
Desde principios de este decenio, el número de cartógrafos de la Agencia Nacional de Cartografía e Imágenes, encargada de esta labor por el Pentágono, se ha reducido casi a la mitad. Mientras tanto, el trabajo se ha multiplicado. "Estamos cosechando lo que sembramos en subinversiones para nuestra capacidad de inteligencia", dice el congresista Porter Goss, de Florida, presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes.
A finales de la Guerra Fría, el Pentágono y el Congreso pensaron que podían darse el lujo de tener menos expertos dedicados a identificar y seguir la pista a los misiles y plataformas de lanzamiento nucleares de Rusia. Pero en estos días, cuando con demasiada frecuencia la diplomacia se hace respetar con bombas, se requiere mayor exactitud en los mapas para colocar esas bombas por los conductos de aire de edificios de Bagdad, Jartún o Belgrado.
Cambios imprevistos
Mantenerse al día cuando los acontecimientos se suceden tan rápida e imprevistamente en lugares que no se suponían estratégicos es una dura tarea para los cartógrafos, gente estudiosa que normalmente se toma meses para producir un mapa detallado. Hace sólo unos meses, la agencia federal dedicada a hacer mapas dio un contrato por valor de 600 millones de dólares a quince empresas comerciales de cartografía, con el fin de actualizarse.
Cohen hizo notar otro problema cuando trató de explicar el ataque a la embajada china: al parecer, otras agencias gubernamentales, entre ellas el Departamento de Estado, no alertaron a tiempo de las nuevas localizaciones a la agencia de cartografía. Lo que confirma que los cartógrafos, como las propias bombas inteligentes, son tan buenos como la información que reciben.