BKF, el sillón pionero y más reproducido de la Argentina
Fue creado en 1938 por los arquitectos Bonet, Kurchan y Ferrari, no pudieron patentarlo y su fama se expandió por el mundo
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Creado en 1938 por los arquitectos Antonio Bonet, Juan Kurchan y Jorge Ferrari-Hardoy, estuvo relacionado por la crítica a otra silla, la Tripolina y se lo conoció como Pampeano, Argentino, Latino y Butterfly (sillón mariposa). A sus autores les fue imposible patentarlo y su diseño fue copiado y reproducido al infinito. Era invierno en 1940 cuando sus creadores lo presentaron en el Salón de Artistas Decoradores de Buenos Aires, una relevante muestra de interiorismo. El sillón en hierro esmaltado y cuero se llevó todas las miradas. Y resultó doblemente premiado. Desde entonces pasó a llamarse BKF, con las iniciales de los apellidos de sus autores, integrantes del Grupo Austral y discípulos de Le Corbusier.
El envión internacional del asiento pensado para espacios interiores y exteriores –una solución innovadora para la época– lo tuvo a partir de 1945 cuando la empresa Knoll lo comercializó en Estados Unidos y alcanzó la fama. El éxito fue tal, que se estima que en los años 50, diversos fabricantes bajo diferentes nombres produjeron más de cinco millones de sillones BKF. Las dificultades de comercialización y los vericuetos administrativos para su patentamiento (a la distancia), solo contribuyeron para expandir el sillón por todas partes, con epicentro en la costa Oeste de los Estados Unidos. Hasta que uno de los originales desembarcó en 1944 en la colección permanente del Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Icónica y premiada, esta pieza del Movimiento Moderno puro de finales de los años 30 fue protagonista de una intervención pop up en Buenos Aires, en el corazón del edificio de Suipacha y Paraguay que la alojó por primera vez. La muestra Origen se montó a principios de junio especialmente a modo de homenaje efímero. El lugar: el Atelier para Artistas, el edificio proyectado en 1938 por los arquitectos Antonio Bonet –la B del BKF– junto a Ricardo Vera Barros y Abel López Chas. Está considerado uno de los hitos internacionales de la arquitectura moderna por varios motivos: las bóvedas y las fachadas de vidrio fueron las primeras que se construyeron en la Argentina moderna. El edificio –una verdadera joyita urbana– fue recientemente restaurado por la Dirección General de Regeneración Urbana de la Ciudad de Buenos Aires y obtuvo el premio “Prácticas Educativas” otorgado por Docomomo en 2021.
El microcentro porteño así recupera una tipología espacial única, con terrazas jardín que forman un espacio abierto de expansión poco habitual en esta zona y que se une al espacio urbano.
El escenario ideal para la vuelta de los BKF originales. Al menos por un día. Este equipamiento imitado y plagiado hasta el infinito fue pensado especialmente como parte del mobiliario de estos estudios en doble altura. La intervención fue impulsada por la Fundación IDA (Investigación en Diseño Argentino) y el arquitecto Martín Huberman, al frente del estudio Normal, que desarrolló distintas propuestas espaciales a partir del BKF como módulo. BKF+H12 retomó así el icónico diseño del sillón para crear una glorieta de un verde estridente instalada en una de las terrazas, en el marco de la muestra Origen.
Estos artefactos urbanos –glorietas y pérgolas– en vías de extinción fueron el punto de partida. “Datan de un pasado en el que las ciudades se planificaban teniendo en cuenta a sus parques. Desde principios del siglo pasado, cuando el público las usó para milongas y bailes, esta tipología parece haber desaparecido de los programas públicos de las ciudades”, señala Huberman. La glorieta que por un día se instaló a cielo abierto en Suipacha y Paraguay integra la serie de ejercicios sobre piezas originales y copias que viene trabajando Huberman desde su estudio.
Resignificación
La primera pieza hecha con dos BKF fue una lámpara. Por simple sumatoria de módulos devino en arco. Por repetición, el arco construyó un túnel. Al cerrarse dio vida al aro. “Hace 10 años propusimos una torre de BKF para un concurso. No ganamos. Pero el tiempo y la perseverancia hicieron que la torre se reencontrara con su destino público. La imaginamos vestida con una piel vegetal, de vuelta a la escala hogareña. De la mano de una pérgola, eterna y variable. Como una ruina. La trágica belleza de un lenguaje inspirado en la copia”, apunta el arquitecto que asumió la función de guía durante el recorrido por los ateliers.
En estos estudios luminosos y con entrepisos la Fundación IDA instaló una muestra con archivo inédito sobre el BKF, documentos que certifican el proceso constructivo del primer diseño que logró la simplificación productiva, a partir de una estructura de hierro y un soporte blando, de lona o cuero.
Con sus manos enfundadas en guantes especiales para manipular documentos históricos, el presidente de la Fundación IDA, Wustavo Quiroga, mostraba orgulloso el prototipo del sillón BKF que regresó a la Argentina luego de estar seis décadas en Barcelona. Fue donado por Victoria Bonet, hija del arquitecto y constituye uno de los acervos más importantes del archivo de IDA. “Es la primera vez en la historia que se reunieron las versiones originales de los tres autores en el edificio para el que se gestó el BKF, un ícono mundial. El gesto es más que simbólico: habla de una pieza que se fue del país y volvió. Fue muy importante exponer los archivos de Bonet y Kurchan en Buenos Aires. El de Ferrari Hardoy está en Harvard”, aclara Quiroga. Y suma reconocimientos obtenidos por la pieza: “Ganó el concurso Tercer Salón de Artistas Decoradores de Buenos Aires (1940) y el premio adquisición del Museo de Arte Moderno de Nueva York (1941). En 1958, el Institute of Design del Illinois Institute of Technology lo ubicó entre los 100 mejores diseños industriales de los tiempos modernos”.
Fotos en blanco y negro y tapas de la revista Austral se expusieron por esta única vez. La revista documenta uno de los proyectos pergeñado por Bonet, Kurchan y Hardoy en 1937, mientras trabajaban en el estudio de Le Corbusier, en París: el Plan Regulador para Buenos Aires, una iniciativa que finalmente no se concretó. Sin embargo allí, hace 85 años, trazaron los primeros bocetos de lo que nunca imaginaron sería el sillón más copiado del planeta.
Otra perlita de exposición: bocetos a mano alzada de publicaciones originales sobre el proyecto del edificio donde empezó todo. Con su fachada transparente y su composición dinámica, el edificio contiene, entre rectas y curvas, los locales de la planta baja, los cinco estudios en doble altura y los dos estudios con azotea. Sobre una hoja membretada con trazos en lápiz reza el encabezado: “B.K.F. muebles y decoración para una arquitectura actual”. Recuperado del olvido, el edificio seguirá marcando el pulso de la arquitectura moderna: el mes próximo albergará la galería y residencia de Bisman Ediciones, una editorial especializada en publicaciones sobre arquitectura.
La muestra site specific que vinculó al icónico sillón con el edificio histórico puso en valor las particularidades del diseño del BKF que, para Quiroga, “representa una tipología no convencional en cuanto a silla de descanso. Fue pensada para espacios al aire libre, no fija posiciones para el usuario y, en su momento, la tecnología resultaba muy accesible para la industria argentina”, explica el investigador, diseñador industrial y custodio de uno de los archivos de diseño argentino más importantes de Latinoamérica. Abarca el diseño en su amplio campo de acción, organizado en cuatro grandes áreas: Diseño Industrial y de Producto, Diseño Gráfico y Comunicación Visual, Diseño de Indumentaria y Textil y Pensamiento y Gestión. Además, piezas claves del diseño de interiores, paisajístico, audiovisual y multimedia. Los materiales están dispuestos en fondos de autores, de empresas y de instituciones que permiten diálogos en simultáneo. La colección que rescata más de 100 años de diseño argentino incluye piezas singulares: desde el Magiclick y la tapa del primer LP de Almendra, hasta la silla W del arquitecto César Jannello y las campañas gráficas de Noblex y Siam, entre otros.
Una larga obsesión
Entre búsquedas proyectuales y ejercicios alrededor del BKF, el arquitecto Martín Huberman tomó al sillón como objeto de estudio durante más de diez años, con algunas intermitencias. “Todo empezó con la idea de unir dos BKF de forma poco tradicional. Estas exploraciones se transformaron en proyectos concretos. Y cuando uno de los últimos locatarios, Yamil Kairuz, me avisó que se mudaba del edificio entendí que era el momento indicado. No solo para la despedida sino también para este homenaje”, señala Huberman, que en abril de este año instaló Cocoon, una escultura de nueve pisos construida con 300 reproducciones de la BKF. La intervención totémica brilló en el Festival de Música y Artes de Coachella Valley 2022, el evento que se llevó a cabo en el desierto de Colorado en Indio, California. A través de exploraciones de escala, sonido y color, la instalación cambiaba de tonalidad de acuerdo al momento del día y proporcionaba juegos de luces y sombras.
Fue justamente en esta zona del este californiano donde el BKF causó sensación. Lo explica Quiroga: “El fenómeno tuvo muy buena repercusión en California, un área caracterizada por una arquitectura vidriada, donde la articulación del paisaje con el interior de las viviendas constituyó el escenario ideal para la incorporación de un equipamiento flexible como el BKF”.
La expo Origen asumió el rol de emergente durante una jornada donde se activó la memoria emotiva del diseño y la arquitectura, un cruce que puso en valor la historia y que resignificó una de las piezas más emblemáticas de la producción local.