Philip Pettit: "Las democracias no deben ser una puja de poder entre amigos y enemigos"
El politólogo irlandés, doctor honoris causa por la Facultad de Derecho de la UBA, defiende el sistema republicano "lento", sostenido en la deliberación pública, y opuesto a la mística populista
Philip Pettit se acomoda en el sillón de su habitación en un hotel de Recoleta, donde se alojó durante su paso por Buenos Aires, a fines del mes pasado. Dieciséis años después de su última visita, volvió al país para recibir el doctorado honoris causa por parte de la Facultad de Derecho de la UBA, donde participó además de una conferencia internacional sobre democracia y constitucionalismo.
Nacido en Galway, Irlanda, Pettit (1945) es conocido como el padre del republicanismo contemporáneo -también llamado neorrepublicanismo-, una corriente teórica que asume como idea fundamental el principio de libertad, entendido como ausencia de dominación. Para eso, promueve una noción robusta de la democracia, con una clara separación de poderes, deliberación pública y una ciudadanía activa, cuya participación no se agote en el voto, sino que, a través de mecanismos constitucionales, controle e imponga sus términos al gobierno.
En un contexto mundial donde florecen los neopopulismos, Pettit advierte sobre "el gran malentendido" acerca de lo que implica la democracia para los líderes autócratas, que "piensan la democracia en oposición al constitucionalismo". En este sentido, el actual profesor de la Universidad de Princeton dice: "Es un error creer que la democracia se reduce solo a la voluntad del pueblo". Y agrega: "Al ser elegidos en las urnas, estos líderes sienten que son los únicos habilitados para hablar por la gente, sin poder ser cuestionados o limitados por otros actores".
A la hora de hablar del Brexit, su tono de voz se agrava. "Disculpa por mi enojo, ¡puedes imaginar cómo me siento siendo irlandés!", se excusa, sin abandonar en ningún momento la cortesía y los buenos modales. "Cuando asuntos tan delicados como la permanencia o no en la Unión Europea se tratan bajo la lógica política del día a día sucede algo realmente peligroso", advierte Pettit, para quien el Brexit "es un buen ejemplo de cómo la democracia lenta fue cercada por la democracia rápida".
¿Qué lectura hace el republicanismo de los conceptos de democracia y constitucionalismo, a la luz del auge del neopopulismo?
Primero debo aclarar que el ideal de la democracia incluye el constitucionalismo, es un error contrastarlos. Muchos piensan en la participación ciudadana por un lado, y las restricciones constitucionales por el otro, como si fueran cosas separadas. En la democracia la gente controla, disciplina e impone sus términos al gobierno, y lo hace de una manera en que todos cuentan como iguales, en el marco de una constitución introducida sobre bases populares. Ahora bien, creo que el error básico que cometen Donald Trump, Boris Johnson y otros neopopulistas es que piensan la democracia en oposición al constitucionalismo. Ellos dicen: "Nosotros estamos acá por la democracia, fuimos elegidos y por tanto somos los únicos habilitados para hablar por la gente, sin ser cuestionados o limitados por otros actores". Estos líderes autocráticos creen que las restricciones constitucionales surgen de funcionarios no electos, y por lo tanto no representan adecuadamente un gobierno popular democrático. Ese es un error muy grave, porque la gente en realidad solo ejerce verdadero control sobre el gobierno cuando hay un Banco Central y una justicia independientes, cuando hay una fuente oficial de datos económicos confiables y una prensa libre que le permita a la gente saber qué está pasando. Para ellos, esa no es la forma en que la gente debe ejercer el poder, sino solamente a través de elecciones.
¿Cuáles son los riesgos de pensar en esos términos?
Si crees eso, rápidamente te encaminas hacia el populismo. Todo esto es parte del malentendido sobre lo que implica la democracia. Estos líderes quieren transformar la democracia constitucional en una democracia populista, lo que equivale a pensar esta idea mística de que ellos solo representan a la gente que los votó: "el pueblo real". Mientras tanto, rechazan y critican a las autoridades constitucionales y el trabajo de las ONG contestatarias, incluso de organizaciones internacionales como Naciones Unidas, la Organización Mundial del Comercio,o los tratados internacionales.
La actitud de Jair Bolsonaro frente a las ONG durante los incendios en el Amazonas y su rechazo a la ayuda del G7 parece ser un buen ejemplo.
Exacto. Bolsonaro dice que estos actores no fueron elegidos en las urnas y por lo tanto, puede ignorarlos y expulsarlos cuando quiera. Cuando estas ONG y otros actores internacionales como el G7 ofrecen su ayuda para un grave problema global, dice: "Ellos no son la gente; nosotros lo somos y por eso rechazamos su ayuda". Sin embargo, la democracia establece que la gente puede fijar límites al gobierno, establecer condiciones al modo en que opera y ordena la sociedad. Las elecciones libres son muy importantes, pero también las autoridades independientes que representan a la gente controlando al gobierno.
Según esta visión, para los líderes populistas las elecciones se vuelven algo así como referéndums. ¿Cómo pensar el Brexit, entonces?
El Brexit es un buen ejemplo. Una falla fue la decisión del entonces primer ministro David Cameron de plantear la discusión a través de una votación de mayoría simple, como si fuera un asunto ordinario, cuando en realidad debería haber sido a través de una mayoría calificada, algo más difícil de desarmar. Una gran parte de los británicos había planeado sus vidas considerando su membresía como europeos. Ningún gobierno debería poder impulsar un cambio radical mediante una elección de mayoría simple cuando se trata de una estructura sobre la cual la gente planificó su vida. Lo que hizo Cameron, y el modo en que presionó para que esto se haga, fue impactante.
¿Cómo cree que seguirá la estrategia de Boris Johnson?
Boris Johnson argumenta que la gente ya expresó su voluntad en las urnas y debe ser respetada, lo que básicamente es basura retórica. Es un error pensar que la democracia se reduce solo a la voluntad del pueblo. Esa es una idea idiota porque no existe algo así como "la voluntad del pueblo"; lo que sí hay es gente común que tiene derecho a imponer sus preferencias al gobierno, para lo cual se necesitan mecanismos constitucionales. Creo que el Brexit es un ejemplo de esta mala interpretación de la democracia que alimenta el cuento de librarse de las limitaciones de la Unión Europea. ¡Johnson mintió de todas las formas posibles! Además, su sector se benefició de información engañosa en las redes sociales para decir ahora que la gente ya habló en las urnas. ¡Eso es una burla! Y ni siquiera habilitan una nueva consulta, porque si hubiera un segundo referéndum probablemente se revertiría el resultado.
En sus trabajos, usted alude a dos dimensiones democráticas. ¿Cómo se aplican al caso Brexit?
En democracia hay dos dimensiones: una lenta y otra rápida. La democracia lenta contempla el desarrollo progresivo de las reglas y normas constitucionales que, con el paso del tiempo, llegan a convertirse en supuestos compartidos por todas las partes, a través de una base común de entendimiento. Esas convenciones regulan no solo las elecciones, sino también los derechos de la gente frente al gobierno, y crean las instituciones que deben fiscalizar el poder. La democracia rápida, en cambio, es la política del día a día, y se asocia al papel de las personas eligiendo a sus gobernantes y a su capacidad de controlar al gobierno. Cuando asuntos tan delicados como la permanencia o no en la UE se tratan bajo la lógica política del día a día, en lugar de abordarlo como un asunto relativamente sagrado, sucede algo realmente peligroso.
¿A qué clase de peligro alude?
El mayor riesgo es que las partes que compiten por el poder tengan la tentación de cambiar las reglas a su favor. Si las reglas bajo las cuales compites desaparecen, solo quedan poderes fácticos enfrentados. Esto implica un peligro endémico que conduce hacia la guerra civil, cuando en realidad la democracia se trata de evitar eso y de buscar formas de competir sin tener que desafiar las reglas todo el tiempo. Me parece bastante estúpido creer que las democracias son una puja de poder entre blanco y negro, y que esa sea la forma de pensar nuestra sociedad. Lo que ocurre después es que los bandos se tribalizan porque todo se reduce a una cuestión de amigos y enemigos; ellos contra nosotros.
Usted siempre defendió la importancia de la deliberación para una democracia saludable: ¿cree que las redes sociales la ayudan o la perjudican?
Creo que las redes sociales podrían ser positivas, y espero que en algunos años se conviertan en un sostén de la democracia. Pero en este momento hay serios problemas. Creo que si se implementaran ciertos cambios podrían ser una maravillosa fuente de democratización: la gente tendría más noción de lo que está sucediendo, podría oír otras voces aparte de la propia, y recibir más información. Pero, hasta ahora, las redes han sido un gran caos y han impulsado el neopopulismo.
Muchas veces en América Latina y Europa se habla de populismo como si fuera lo mismo aquí y allá. ¿Qué opina?
Creo que hay dos grandes clases de populismo. Por un lado, está el populismo constitucional (o republicano), donde todas las partes respetan el marco legal y se busca preservar la dimensión lenta de la democracia. Este tipo de populismo no menosprecia el Poder Judicial ni las ONG, sino que busca crear nuevos espacios para que la gente pueda expresarse y se involucre más en la política. En cambio, el populismo anticonstitucional -lo que yo llamo neopopulismo- pretende que esos actores no jueguen ningún papel. Creo que este es el populismo peligroso.
¿Adónde se encontraría la Argentina respecto a esta tradición populista?
Temo que hubo momentos en el pasado donde se viró más hacia el populismo anticonstitucional. Hacia dónde se dirige el populismo en la Argentina creo que depende en gran parte de la gente. Espero fuertemente que sigan considerando al marco constitucional como algo sagrado y que lo honren no solo en la letra, sino también en el espíritu. Esto significa evitar la corrupción, abrazar la idea de un poder judicial y un banco central independientes, y no tratar de controlarlos.
¿Cuál es la mirada del neorrepublicanismo sobre la fuerza del poder financiero y su capacidad para socavar el poder político?
Hay dos grandes problemas desde el punto de vista del neorrepublicanismo al que yo adscribo. Uno es el neopopulismo. El otro es el neoliberalismo, que ha patrocinado el descontrol absoluto de los mercados financieros, responsable de muchas de las crisis que enfrentaron los países emergentes. Todo este proceso permitió además que las grandes corporaciones adquieran demasiado poder frente a los gobiernos. El neoliberalismo representa un problema tan grande como el neopopulismo, ambos crean una tormenta perfecta. Por un lado, vemos gobiernos neopopulistas floreciendo en todo el mundo, desafiando los ideales constitucionales y, por el otro, el neoliberalismo sigue presionando para que el capital pueda moverse sin restricciones.
En un mundo con serias dificultades para imaginar futuros y utopías: ¿qué aportes puede hacer el republicanismo?
El único camino posible es una combinación de tres niveles: teoría, retórica y práctica. El papel de los intelectuales debe ser mantener a flote argumentos que defiendan una visión neorrepublicana. El segundo nivel es mantener una retórica que aliente a la gente a apoyar esa visión, y para eso se necesita que defiendan un marco legal de normas sociales en el que todos puedan mirarse a los ojos sin temor. Finalmente, debe haber partidos que defiendan esta teoría y busquen votos con argumentos. Es muy importante mantener la confianza en que esto puede hacerse; la esperanza es fundamental para que la gente acompañe y se sienta parte del proceso. Para eso, los gobiernos deben mostrar que operan de forma imparcial, de modo que cuando apliquen una política que te perjudica puedas pensar que se trató de mala suerte y no de una voluntad arbitraria; que sientas que formas parte de una sociedad que está avanzando según términos constitucionales, y que la próxima vez tendrás mejor suerte.