Natalia Gherardi. "La crisis sanitaria puso en primer plano el tema de los cuidados"
En medio de una pandemia que pone en tensión la organización familiar y laboral, la abogada propone un sistema para aliviar el trabajo invisible de las mujeres y beneficiar a niños y ancianos
Hace poco más de una semana, cuando a la suspensión de las clases se sumó el aislamiento social preventivo y obligatorio, lo más íntimo del engranaje social pareció chirriar: ¿qué hacer con los chicos todo el día en casa? ¿Cómo atenderlos y al mismo tiempo cumplir con el trabajo a distancia? ¿De qué modo ayudar al familiar mayor que vive solo? Los cuidados -ese tejido entre emocional y económico que sostiene la vida colectiva- parecen invisibles cuando todo va bien, pero adquieren relieve cuando algo se trastoca. Porque no son sencillos, ni naturales ni carentes de valor. Mucho menos en una sociedad compleja, donde las mujeres (supuestas portadoras del saber doméstico) participan plenamente del mercado laboral y, con la extensión de la expectativa de vida, no solo los más pequeños sino también los más ancianos necesitan cuidados específicos.
Así lo considera la abogada Natalia Gherardi, directora ejecutiva del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), ONG que, entre otras cosas, busca un modo diferente de pensar este tema. "El cuidado se organiza de manera injusta en términos de género, porque sobrecarga a las mujeres -sostiene- e injusta en términos socioeconómicos, porque impacta mucho más en las mujeres pobres". En el horizonte ideal de Gherardi está la creación de un sistema integral de cuidados que, desde lo público, colabore con una actividad crucial tanto para la esfera íntima como para la social. "Sabemos que no es fácil", dice, en defensa de una construcción paso a paso, y convencida de que, más que complicar la discusión, la pandemia la impulsa.
"Es la oportunidad de mostrar con mayor actualidad la necesidad de abordar este tema", afirma.
¿De qué hablamos cuando hablamos de cuidados?
Hablamos de esa infinidad de acciones cotidianas que se hacen rutinariamente y que permiten la reproducción de la vida social. Involucran el cuidado directo, esto es la alimentación, la higiene, la vestimenta, la limpieza, y la gestión del cuidado, que es asegurar que otra persona lo haga: coordinar las acciones de esa persona y las precondiciones para el cuidado, alguien tiene que hacer las compras para que se pueda cocinar. También está la dimensión del autocuidado, que es la más olvidada. Entonces, el cuidado es este conjunto polisémico y complejo que sirve para atender las necesidades físicas, fisiológicas, pero también emocionales de las personas. Atraviesa nuestra vida cotidiana; está presente en cada momento de la vida de una persona, de una comunidad. Por eso la apelación a las políticas de cuidado tiene tres grandes pilares: el tiempo para cuidar, los servicios para el cuidado y los recursos económicos. Pero además hay una dimensión muy importante que es la del cambio cultural. Tenemos que mirar nuestro lugar dentro del cuidado de una manera distinta.
¿El distanciamiento obligatorio puso los cuidados más a la vista de todos?
Para nosotras éste era el año para colocarlos en la agenda política, porque Alberto Fernández en su discurso de asunción les había dedicado un párrafo. Planeábamos trabajar fuertemente en esto. Pero la verdad es que esta crisis sanitaria, el llamamiento a quedarnos en nuestras casas y la suspensión de clases, lo puso de relieve de una manera ineludible. Es interesante el impacto que genera y también los tiempos en los que se muestra este impacto. En cuanto se anunció la suspensión de clases, ante la pregunta que se planteó, "¿qué pasa con los chicos, la organización familiar y demás?", la respuesta fue: "Mañana lo resolvemos". Se tardó 24 horas en dar una respuesta que cualquiera que ejerce el cuidado como responsabilidad primaria, sabe que es una pregunta anterior. Obvio, estamos en un momento muy excepcional, pero sobre todo en momentos así se ve la necesidad de que las políticas públicas se piensen con perspectiva de género desde el inicio.
Pocas cosas tan invisibilizadas como este tipo de trabajo.
Siempre caracterizamos el trabajo de cuidados como el trabajo invisible. El que sucede porque siempre fue así, sin que nadie se dé cuenta, sin que nadie lo valore hasta que falta. Ahí, cuando falta, empiezan a mostrarse las grietas internas de la vida familiar y social. La crisis sanitaria aceleró, primero, la verificación de que no es un tema que hayamos abordado orgánicamente. Y, segundo, que es imprescindible. Lo que vamos a ver, lamentablemente, son mayores tensiones en las vidas de algunas personas, no de todas, dentro de las familias. Y eso va a tener un impacto en la salud y el bienestar individual y colectivo, pero también va a mostrar con toda crudeza que no se puede trabajar y cuidar al mismo tiempo.
¿Te parece?
(Risas) Es que cuando te dicen nos quedamos todos en casa, pero no se preocupen, que pueden trabajar desde su casa y al mismo tiempo cuidar a sus chicos? Yo me pregunto, ¿probaron alguna vez?
¿Cómo van a seguir, desde ELA, con las campañas e informes para concientizar sobre este tema?
Es la oportunidad de mostrar con mayor actualidad la necesidad de abordarlo. Por ejemplo, hablar de las licencias. En esto de los tres grandes pilares, las licencias irían en el tiempo para cuidar. Allí es donde se concentran la mayor parte de los esfuerzos de modificación regulatoria. El tiempo para el cuidado está generalmente asociado a la actividad de las personas y a la condición de empleo. Si vos tenés un empleo en relación de dependencia, privado, tus licencias están determinadas por la ley de contratos de trabajo. Si tenés un empleo en relación de dependencia público, estás con el régimen público. Hay regímenes distintos, que dan derechos distintos en términos de tiempo para el cuidado. Eso es lo que nosotras llamamos "mosaico regulatorio", una gran heterogeneidad que deriva en una gran desigualdad. Hay que hacer un esfuerzo por lograr mayor homogeneidad. También es cierto que en la Argentina la informalidad en el trabajo es enorme y el autoempleo es una forma muy extendida, ya sea por precarización laboral o en el caso de profesionales, pequeños comercios, emprendimientos. Ahí tenés la desprotección absoluta, que es lo que está mostrando también esta crisis. Hay personas que, además de todo el impacto que tenga en la economía esta situación excepcional, no cuentan con ninguna red de contención en términos de cuidado.
Con frecuencia hablás de la necesidad de un sistema integrado de cuidados, en el que el Estado coordine licencias, espacios de cuidado para los chicos, atención a los adultos mayores. ¿Existe algo así en algún país?
No hay ningún país que lo tenga completamente resuelto, pero sí hay países que tienden hacia un modelo de este tipo, como los nórdicos. Hoy en día, acá esto se resuelve de dos maneras. Mercantilizadamente, es decir, si lo podés pagar, tenés un reemplazo. O al interior de las familias. Pero cuando todo esto queda al interior de la familia, se sobrecarga siempre la misma gente, que por lo general son las mujeres. El cuidado se organiza de manera injusta en términos de género, porque sobrecarga a las mujeres, e injusta en términos socioeconómicos, porque impacta mucho más en las mujeres pobres.
¿Un sistema integral resolvería el dilema de muchas mujeres que dejan a sus hijos solos para ir a cuidar a los hijos de otras?
Las personas cuidadoras, las niñeras, son un recurso que usa la clase media acomodada, tampoco es tan extendido. Personas que dejan a sus propios hijos en condiciones poco óptimas de cuidado para salir a trabajar. Un sistema universal tiene que incluir una pata muy importante, que es la de los servicios y la infraestructura para el cuidado desde la primera infancia hasta la adolescencia. Tiene que haber jornadas escolares compatibles con la jornada laboral? y jornadas laborales compatibles con la vida. La ley de educación fue incluyendo, primero, la sala de 4 años y luego la de 3 al programa escolar, así como la doble jornada. Lo que pasa es que el cumplimiento de esa norma ha sido extremadamente ineficiente en la Argentina. Ni siquiera la ciudad de Buenos Aires cumple cien por cien con la disponibilidad de espacios de cuidado, salas de jardín y escolaridad extendida. Y es la que mejor está, salís de CABA y esto es inexistente. Para muchas familias la elección, entre comillas, de la escuela privada tiene que ver con la extensión de la jornada escolar.
¿Y los adultos mayores?
Es la mayor precariedad. Además creo que padecen una mayor invisibilización. Hay muchas personas mayores que viven solas, aisladas, algo que, otra vez, está mostrando con toda contundencia la pandemia. Son también los que a veces faltan a las citas médicas, los que no las recuerdan. Hay ahí un déficit, faltan respuestas sobre el mejor cuidado que debieran recibir.
Otra cosa que la pandemia puso en escena es la violencia. En un año que comenzó con un número de femicidios elevado (69 a principios de este mes), ¿qué puede ocurrir durante el aislamiento obligatorio?
Creo que se pueden agravar muchas situaciones. La principal preocupación es que el número de femicidios no baja, por lo menos al ritmo que crece la conciencia social y la atención pública al tema. Realmente tememos que puedan empeorar en este contexto. Toda la agenda de los medios la está ocupando el tema de la pandemia, muy comprensiblemente, y podemos no enterarnos de los femicidios que sucedan en esta situación de tanta tensión e incertidumbre. La apelación que estamos haciendo, desde ELA y otras instituciones, es a fortalecer las líneas y recursos para la atención inmediata de las mujeres en situación de emergencia.
¿Hay alguna hipótesis de por qué no ceden los femicidios?
Cerca del 70 por ciento se dan en vínculos de parejas o exparejas. Muchas veces, en un tercio de ellos, vemos que las mujeres habían hecho denuncias previas o habían buscado el auxilio de la Justicia. Eso lo que te muestra es la enorme ineficacia de las respuestas. Cuando mirás algunos de los casos de violencias previas al femicidio, a veces el Estado actúa, pero de manera incompleta, y ese tipo de respuesta es lo que mantiene a las mujeres en peligro. La dependencia emocional, la dependencia económica, la falta de vivienda, la falta de inserción laboral, la falta de espacios de cuidado para los hijos e hijas, son todos elementos que contribuyen a perpetuar las desigualdades que llevan a la violencia.
Todo indica que el deterioro económico se va a profundizar. ¿Cómo seguir planteando estas demandas?
No nos podemos dar el lujo de hacer otra cosa. La verdad es que no se destinan pocos recursos a estas problemáticas, lo que pasa es que se los destina mal, o se los subutiliza. Hay infinidad de instituciones, personas, organismos, que podrían distribuirse mejor el trabajo y garantizar que los esfuerzos sean más conducentes.
¿El plan de los mil días, anunciado en el discurso de inicio de sesiones y que algunos sectores vieron como un contrapeso a la legalización del aborto, ¿se enmarca en el tema de los cuidados?
Sí. No hay muchas precisiones respecto del contenido que va a tener la ley, pero imaginamos que ordenará las políticas y los servicios existentes alrededor de la protección de la primera infancia. Me parece que es interesante, y abre una posibilidad de ordenar la disponibilidad de recursos y servicios para la primera infancia. Yo no la vería como un contrapunto al proyecto de legalización del aborto, sino como una política correcta de un Estado que respeta la autonomía de las mujeres.
Pareciera ser crucial poder contar con un Estado eficiente.
El Estado tiene que estar ahí para apoyar a quienes más lo necesitan en distintas circunstancias, y muchas veces las mujeres o las disidencias sexuales y de género son las que reciben la peor parte de la vida en comunidad, las que asumen las mayores cargas y tienen la menor cantidad de los beneficios. Avanzar en políticas con mirada de género no es en beneficio solo de las mujeres, sino en beneficio de una sociedad más igualitaria. Cuando entendamos que es en beneficio de la comunidad en general, de todas las personas, por ahí le encontramos la vuelta a las violencias.
Biografía
Natalia Gherardi nació en Buenos Aires en 1971. Abogada (UBA), se graduó en la Maestría en Derecho por la London School of Economics and Political Science. Es directora ejecutiva del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), una ONG que promueve la equidad de género. Fue consultora de la CEPAL, de la Comisión Interamericana de Mujeres y de ONU Mujeres.