Mike Savage: "La creciente desigualdad desafía las visiones meritocráticas"
A finales del siglo XIX, el filántropo e investigador Charles Booth decidió, motivado en parte por la desconfianza que le despertaban los números oficiales, encabezar un profundo estudio sobre las condiciones de vida de los pobres en Londres. El resultado está agrupado en los tomos de su obra cumbre Life and Labour of the People in London ("Vida y trabajo del pueblo en Londres"), que incluye una serie de mapas en los que aparece cada calle de Londres pintada de acuerdo a cuán pobres o ricas eran las personas que ahí vivían.
Semejante base de datos está alojada en la London School of Economics (LSE), la universidad en la que trabaja el profesor Mike Savage, sociólogo y director del Instituto Internacional de las Desigualdades, además de parte del equipo detrás del último gran acercamiento a la descripción de las clases sociales en la compleja Gran Bretaña contemporánea: la encuesta lanzada en 2011 por la BBC en una aventura mediático-académica de gran impacto.
Como el de Booth, el procedimiento liderado académicamente por Savage se valió de las posibilidades técnicas de su época, que incluyeron una encuesta de base online y la difusión grandilocuente de la BBC. La encuesta reveló la existencia de siete clases sociales con distintos grados de capital económico, social y cultural: elite, clase media establecida, clase media técnica, nuevos trabajadores pudientes, clase trabajadora tradicional, trabajadores de servicios emergentes y el precariado. Y avivó la discusión sobre las elites británicas, la dificultad de acceder a determinados trabajos que tienen los menos privilegiados, la diferencia de pago por el mismo trabajo según la cuna, y muchos otros temas que se potenciaron por el referéndum de Brexit y que aún caldean el debate público.
Pero mucho antes de esta investigación de alto perfil, Savage ya era un académico de referencia en cuestiones de desigualdad y metodologías para estudiarla, además de un lector y promotor del sociólogo francés Pierre Bourdieu, de quien retomó las ideas en torno al capital cultural (ese bien intangible que sigue reglas propias, más sutiles que las del capital económico). Dirigió, con Tony Bennett, Elizabeth Silva y Alan Warde, uno de los más grandes estudios sobre consumos y prácticas culturales en el Reino Unido. Además, varios años antes de que la brecha geográfica aflorara con potencia tras el voto del Brexit, que visibilizó la enorme tensión entre las viejas ciudades industriales y la capital y centro financiero de Gran Bretaña, investigó los efectos de la globalización en comunidades locales.
Savage es crítico de las narrativas meritocráticas y también desconfía de los argumentos que proclaman una "elección personal" cuando se trata de elecciones muchas veces moldeadas por el contexto y la cultura: "Cuando una mujer elige dejar su trabajo para criar a sus hijos, ¿realmente está eligiendo eso o es parte de la norma y los valores con los que fue criada?", se pregunta.
De paso por Buenos Aires, donde vino a dictar clases en un seminario del doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires junto con las investigadoras del Conicet Jésica Pla y Leticia Muñiz Terra, y a brindar conferencias en el Instituto Gino Germani y en el Centro Interdisciplinario de Metodología de las Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de La Plata, Savage conversó con la nacion acerca de las nuevas y las viejas elites y los desafíos que plantea la desigualdad, tanto como su preciso estudio académico.
Usted señala que la academia en los países desarrollados volvió a interesarse por la desigualdad hace unos veinte años. ¿Por qué se dio ese retorno?
En muchos países hace veinte años había una mirada optimista sobre el cambio social. En parte eso tenía que ver con la caída del Muro, el crecimiento de la globalización y una sensación de crecimiento económico. Creo que hubo un reconocimiento creciente de que los cambios positivos que se esperaban no ocurrieron. Y que, a la vez, aparecieron conflictos difíciles. Un punto clave es el ataque al World Trade Center, que cambió las dinámicas geopolíticas; en paralelo, emergió la cuestión de la desigualdad como un problema creciente. El modo en que esto se reveló en Gran Bretaña y otros países europeos fue un reconocimiento de que un número grande de personas de clase trabajadora se retiraba de la vida pública. Estos países, que parecían estar creciendo económicamente, tenían un número significativo de gente de la clase trabajadora bastante educada que no votaba, que parecía estar perdiendo interés en la política y que tenía una sensación de desencanto y de que sus voces no eran realmente escuchadas en los medios y el debate público. Creo que en los últimos 10 o 15 años se ha generado una creciente distancia entre ellos y nosotros. Eso se hizo muy claro en el referéndum por el Brexit. Durante 20 o 30 años, muchos investigadores estuvieron diciendo que la política no se trataba más de desigualdad, sino de aspiraciones y valores; la clase parecía ser menos importante. Pero desde el Brexit y las elecciones recientes hay una sensación de que la desigualdad volvió a importar. El modo en que la desigualdad opera, en estos casos, es una enorme brecha entre la gente que vive en las metrópolis, liberales, de clases medias, y la gente que vive en zonas rurales o en viejas zonas industriales, gente de clase trabajadora que parece haber sido dejada de lado.
¿Estamos yendo hacia sociedades más desiguales?
La tendencia en muchos países, no todos, es ir hacia una creciente desigualdad. El economista Thomas Piketty lo muestra en su libro El capital en el siglo XXI, particularmente en Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia, Sudáfrica. Es diferente en América del Sur, donde probablemente esté declinando un poco. El punto que extraigo de Piketty es que la gente usualmente se obsesiona con los altos ingresos: las superestrellas, los CEO, entre otros. Pero su punto fundamental es que mucha de la desigualdad de la riqueza está muy escondida. No la vemos pasar. Porque particularmente en la desigualdad de la riqueza, el valor de tu casa, tus ahorros, tu esquema de jubilación, se construye año a año. Piketty expone este argumento muy potente: mientras más tenés para invertir, mejores son los retornos. Si tenés plata, ganás más plata. Y vivís de lo que producen tus activos. Pienso que esto se está volviendo un aspecto importante en la vida social en Gran Bretaña y Estados Unidos, y está desafiando la visión meritocrática de que la gente tiene lo que merece si trabaja duro. Porque uno ve gente que tiene padres privilegiados preservar esos privilegios.
Sin embargo, las narrativas alrededor de la meritocracia todavía son muy poderosas.
Sí. Tengo un colega en LSE, Jonathan Mijs, que trabaja sobre la relación entre desigualdad y la percepción de la gente y él mostró que las sociedades que han visto una creciente desigualdad son más propensas a creer en la meritocracia. Es un poco contraintuitivo. No estoy seguro de por qué pasa esto. La creencia meritocrática es todavía muy fuerte, en parte, porque la gente no ve la enorme brecha entre ricos y pobres: cada uno vive en su zona, por lo que no sos siempre consciente de esa desigualdad. Pero creo que la meritocracia ya está siendo desafiada. Lo que está pasando es un cambio muy interesante en nuestra forma de pensar. Durante dos siglos se les prestó atención a los pobres, se vio cómo mejorar sus estándares de vida. Eso está ahí todavía, pero pienso que ahora nos estamos preocupando cada vez más por los ricos; nos estamos preguntando: ¿merecen tantos ingresos? Tenemos muchos debates sobre esto en Gran Bretaña. El año pasado hubo una gran discusión sobre si los directores de las universidades cobraban demasiado.
Usted exploró y trabajó con la idea de Pierre Bourdieu de "capital cultural". ¿Por qué cree que el capital cultural es tan importante como el capital económico a la hora de hablar de desigualdad?
Estoy cerca de la idea que dice que la desigualdad no es solamente acerca de cuánta plata tenés o de las dimensiones económicas, sino también de cómo te sentís. Si te sentís estigmatizado, si te sentís avergonzado? Esas son a veces las formas más molestas de la desigualdad. Para entenderlas te tenés que fijar en las dimensiones culturales. Cómo ciertas nociones de valor hacen que ciertas personas parezcan más "valiosas" que otras. Toda sociedad tiene estas nociones, la gente tiene formas de describir a la gente. Es muy poderoso cómo esto opera actualmente. El capital cultural funciona porque es opaco, no lo vemos operar, no se transmite del mismo modo de padres a hijos. No lo podemos observar, pero detrás de escena es significativo.
A partir de los avances tecnológicos en la forma de recolectar datos de modo masivo, ¿hay un cambio en la forma de investigar la desigualdad?
Los investigadores sociales tienden a usar tanto encuestas de muestras como métodos cualitativos -etnografía, entrevistas, etcétera-, y esos son métodos en los que confiamos. Pero ahora existe este enorme mundo del big data y tenemos que estar más preparados para usarlo. Hay ejemplos interesantes. En el caso de Piketty y su equipo, utilizaron la información impositiva, con la que obtenés registros mucho más detallados que los que podrías obtener a partir de encuestas. Creo que los investigadores en temas de desigualdad han estado al frente de pensar cómo se usan estos nuevos métodos a partir de la información digital en salud, impuestos, etcétera. Lo que uno obtiene a partir de encuestas y big data son patrones de desigualdad, pero no los sentimientos y las experiencias de las personas en relación con las distintas formas de la desigualdad, que pueden captarse mejor con métodos cualitativos. Creo que tenemos que combinar ambos métodos para construir un sentido acerca de lo que está pasando.
¿Cómo fue la experiencia de diseñar y analizar la encuesta de clase de Gran Bretaña junto con la BBC?
Fue un proyecto impresionante, inusual para mí. La BBC se acercó a nosotros. Ellos trataban de justificar su papel como medio público con proyectos que no pudieran ser hechos por medios comerciales. Tuvieron la idea de hacer "ciencia ciudadana", desarrollaron algo llamado Lab UK y se especializaron en encuestas online. Como la BBC es un medio de tan alto perfil, cualquier experimento que uno pone ahí en seguida genera mucho interés. Hicieron muchos de estos proyectos sobre temas científicos, psicológicos, de comportamiento. Y en 2009 se propusieron desarrollar algo más vinculado con temas de actualidad; entonces, tuvieron la idea de hacer algo sobre clase social. Se acercaron a mí y a Fiona Devine, de la Universidad de Manchester, para diseñar la encuesta. Pusimos mucho énfasis en que la encuesta tenía que abarcar el capital económico, cultural y social, no solo uno, para que fuera multidimensional. La lanzaron en 2011, con varios programas de televisión. Yo hablé en el prime time; la idea era convocar a la gente para que respondiera la encuesta. De hecho, muchos lo hicieron: participaron 160.000 personas, y una vez que terminó nos dieron los datos. Inmediatamente nos dimos cuenta de que teníamos un problema grande: quienes participaron en la encuesta no eran los británicos típicos. La BBC tiene un público mayormente de clase media y alta. Encontramos este enorme sesgo: había muchos CEO, egresados de Oxford y Cambridge. A raíz de esto hicimos la misma encuesta en una muestra representativa a nivel nacional que nos permitió tener una referencia. A partir de todo esto, emergió un esquema de siete clases sociales. En 2013, cuando tuvimos el artículo listo, la BBC lo lanzó con una nota muy grande con este hallazgo. Se hizo viral, en parte porque la BBC desarrolló para el lanzamiento un test interactivo para ver a qué clase social pertenecías. Tuvo nueve millones de participaciones. Es interesante cómo algunas historias capturan el interés.
¿Qué conclusiones sacaron, además del esquema de clases, sobre la importancia del tema en Gran Bretaña?
Pudimos ver las distintas reacciones de los diferentes públicos alrededor de la encuesta. Observamos que la gente, incluso cuando decía que la clase social no le interesaba, se sentía atraída por el proyecto. A la gente le importa la clase social y le gustó saber que las viejas clases sociales están deviniendo más difusas y que a la vez hay nuevas clases sociales. Así que creo que tocamos un nervio en el público que, aunque diga que las clases sociales son un asunto del pasado, está muy interesado en ellas.
Biografía
Mike Savage nació en Gran Bretaña en 1959. Sociólogo, trabajó en la Universidad de Manchester, y hoy es profesor en la London School of Economics and Political Science. Entre otros, escribió Social Class in the 21st Century y Identities and Social Change in Britain since 1940: The Politics of Method.