Meera Selva. "Sin un periodismo independiente y profesional, solo queda la propaganda"
La periodista británica dice que los medios deben apostar a la calidad para remontar una crisis global que combina la competencia con Internet, las fake news y el auge de líderes autoritarios
Cuando tenía ocho años, sus padres visitaron el Reino Unido por unos asuntos profesionales y Meera Selva quedó momentáneamente al cuidado de sus abuelos en Sri Lanka. Pero la guerra civil estalló de forma intempestiva, dejando a la familia dividida hasta que la niña pudo reencontrarse con sus padres en tierras inglesas, donde creció y actualmente vive. Por eso, aunque mira con cariño su pasaporte británico, no deja de impresionarle cómo un simple compendio de hojas puede determinar el derecho de unos y la privación de otros a -nada menos- vivir en paz.
Con esa visión sobre las dificultades e injusticias globales, Selva desarrolló una carrera auspiciosa como periodista en Europa, Asia y África; fue corresponsal en Londres de Associated Press y tres años corresponsal de The Independent con base en Nairobi, Kenia, además de trabajar como periodista económica en otros medios.
Actualmente su carrera como periodista se ha deslizado ligeramente hacia la investigación académica. Selva es la directora de las becas de periodismo del Instituto Reuters de la Universidad de Oxford, un centro que viene haciendo ruido en los últimos años: no solamente por medio de su informe anual sobre producción y consumo de noticias digitales en decenas de países del mundo, sino también por sus informes regulares, que van desde análisis comparativos de medios públicos europeos hasta observaciones sobre el consumo de noticias vía plataformas sociales, podcasts y regulación de medios digitales. En un contexto donde la discusión sobre "los medios" se hizo habitual, el instituto provee evidencia basada en una metodología clara y aborda temas específicos y generales de la compleja, a veces traumática, transformación de las redacciones periodísticas.
En sus investigaciones, Selva suele recorrer las difíciles aristas de los conflictos más resonantes para el periodismo hoy: crisis de la industria, nuevos desafíos de la profesión en la era digital, cambios en el modelo de negocios, caída de la confianza en los medios y líderes políticos que hacen de su vínculo directo con la gente, sin intermediarios, un bastión a reivindicar.
"Estos líderes apelan directamente a sus bases porque ahora tienen otros canales para hacerlo. Antes necesitaban a la prensa para hacer llegar su visión a la población; ahora pueden hablarles a través de las redes sociales", sostiene Selva, que recientemente visitó Buenos Aires para participar en el Congreso Nacional e Internacional del Foro de Periodismo Argentino (Fopea).
Según muestran los informes del Instituto Reuters, en muchos países se observa una caída de la credibilidad de los medios. ¿A qué se debe?
La confianza en los medios comenzó a caer mucho en 2008, especialmente en Europa y Estados Unidos. La confianza en los medios está vinculada a la confianza en otras instituciones. Después de la crisis financiera, aumentó la sensación de que todo el sistema económico había fallado, y que los medios deberían haber detectado esos problemas más temprano. Al no hacerlo, también fallaron. Esta es una parte de la crisis de los medios, que coincidió con la disrupción de su modelo de negocios. El modelo tradicional de los diarios impresos, basado en la publicidad, comenzó a decrecer al tiempo que Facebook y Google comenzaron a llevarse los ingresos publicitarios de los diarios. La forma en que los medios de comunicación venían generando ganancias dejó de ser válida con Internet, al no poder atraer al público de la manera que deseaban los anunciantes. Eso hizo que los medios comenzaran a trabajar cada vez con menos recursos, lo que afectó la calidad del periodismo. A la vez, se generó una pérdida de credibilidad en relación con lo que se publicaba en Internet. Muchos medios parecieron decir: "Necesitamos cualquier tipo de contenido para obtener la atención de las personas, sin importar de qué se trata el periodismo". Fue una combinación de factores.
¿Cómo impactó el ascenso de liderazgos autoritarios en esta crisis?
En muchos casos, líderes como Vladimir Putin en Rusia, Donald Trump en Estados Unidos o Boris Johnson en Gran Bretaña no tuvieron miedo de atacar a los medios. Estos líderes están socavando normas internacionales de la democracia sobre el papel de los medios en el proceso democrático y están diciéndoles a sus bases: "No les crean a los medios, les están mintiendo". Antes necesitaban a los medios para hacer llegar su visión a la población, ahora pueden hablarles a través de las redes sociales. Y también decidieron que una buena forma de deshacerse del periodismo crítico era justamente mandar sus mensajes por otras vías. Los medios son hoy un poco débiles financieramente para entender realmente cómo reaccionar ante eso. Así y todo, algunas publicaciones están logrando reconstruir sus marcas: el Washington Post o el New York Times han tenido seguidores muy leales y han aumentado su reputación y credibilidad después de la victoria de Trump. En muchos países vemos una tendencia a confiar nuevamente en pocas marcas respetables, y esto en parte es porque la gente está realmente preocupada por las noticias falsas y la veracidad de lo que se ve online. Sin embargo, en términos generales, hay una crisis de credibilidad y propósito.
¿Qué se puede hacer para revertir esto?
Hace falta tener una discusión fría sobre cuál es nuestro papel como periodistas en la sociedad, y ser abiertos sobre esto. Hay veces en las que fallamos y eso pasa cuando somos vagos, cuando el periodismo se apoya en gacetillas de prensa y en fuentes oficiales, o cuando estamos demasiado cerca de las fuentes de poder, lo cual es muy tentador. Otra cosa que pasa, al menos en Gran Bretaña, es que los periodistas provienen de cierta comunidad muy bien educada, basada en Londres; están concentrados en términos de clase, diversidad étnica, visión política. Es más difícil creer que le estás hablando a toda la comunidad cuando no sos representativo de esa población. Hay un tema más amplio, que es para qué sirve el periodismo y cómo lo defendemos. Necesitamos decir que el periodismo es un bien público, que es importante y, por lo tanto, debemos repensar los modelos de negocios. Es necesario también tener una conversación con el público para decir que hay que salir a la calle si un periodista es asesinado.
¿Cree que los ataques de políticos a periodistas representan un riesgo para libertad de expresión?
Un riesgo para la libertad de expresión bastante obvio es que estos políticos están rechazando hablar ante los medios. En Gran Bretaña, durante la campaña hubo un gran debate sobre si Boris Johnson debía ser entrevistado por Andrew Neil, de la BBC, uno de los entrevistadores más feroces de la televisión. No aceptó ser entrevistado, pero sus competidores sí. Un riesgo para la libertad de expresión es que los políticos no tengan que rendir cuentas por su propio discurso. Otro tema que es una amenaza es el espacio online. Tenemos muchas preocupaciones por la desinformación, las noticias falsas, los discursos de odio, preocupaciones muy válidas. Pero veo que hay un apuro por establecer regulaciones contra las noticias falsas, por parte de gente que en realidad quiere usar eso como excusa para censurar a la prensa, del mismo modo que en algunos países se usó la legislación antiterrorista para cercenar derechos y libertades civiles. El otro problema con la libertad de expresión es el deterioro general de la prensa. No sabemos cómo va a sobrevivir la idea de un periodismo profesional e independiente, que es un componente central para promover una libertad de expresión útil y democrática. Sin un periodismo independiente y profesional lo que tenés es otra cosa: propaganda, gente promoviendo mensajes para aumentar su propia riqueza mientras dice estar haciéndolo por el bien común.
¿Es decir que, en su visión, habría cierta relación entre los ataques de políticos autoritarios a periodistas y el deterioro de la calidad del periodismo?
El hecho de que exista mucho periodismo malo ha facilitado los ataques contra la prensa. Hay excelente periodismo también, pero creo que ahora es más fácil encontrar ejemplos de mal periodismo o de errores humanos, incluso en el buen periodismo. Lo importante es reconocerlos correctamente. Otro aspecto realmente peligroso para la libertad de expresión tiene que ver con el estatus del periodismo en la sociedad. Hace tiempo que no se veían tantos periodistas asesinados o encarcelados, en distintas partes del mundo. Los asesinatos y los ataques son particularmente peligrosos, por ejemplo, en países como Francia. En el contexto del movimiento de los Chalecos Amarillos, hubo muchos casos de periodistas atacados físicamente, en un clima de desconfianza y odio por parte de los manifestantes. Otro modo de ataque es el acoso online.
¿Cómo afectan al periodismo los niveles crecientes de polarización política?
Una vez más, esto tiene que ver con la idea del periodismo como profesión independiente; es decir que, más allá de tu ideología política, vos como periodista podés desempeñarte en cualquier medio; respalde al partido que respalde el medio donde trabajes, tu tarea la vas a hacer del mismo modo. Eso se está socavando bastante. En Turquía, donde existen medios y una sociedad increíblemente polarizados, es inconcebible que te dé trabajo un periódico progubernamental si venís de trabajar para un periódico de la oposición. Lo mismo a la inversa. Entonces, a los periodistas que se ven a sí mismos como independientes pero de repente descubren que su periódico ahora es propiedad de un dueño progubernamental y tienen que dejar de escribir contra el gobierno, les resultará casi imposible conseguir un trabajo en cualquier otro medio en Turquía. La polarización está encerrando a las personas y obliga a los periodistas a elegir un lado en la política, algo realmente peligroso para el periodismo. Parte de esto, nuevamente, y no quiero seguir culpando a los medios, tiene que ver con la combinación de información y opinión. Antes, información y opiniones estaban separados, la idea era que podías ser un periodista de noticias y ser imparcial; después estaban las páginas de opinión, diferenciadas del periodismo de noticias. Actualmente, muchos lectores y televidentes realmente no entienden la diferencia entre noticias y opiniones, y los medios no lo dejan muy claro en ciertos países.
Hay un nuevo centro de poder: las plataformas. ¿Cómo cree que podrían vincularse con los medios de un modo saludable para la democracia?
El poder de las plataformas no es el mismo que el de los medios. De hecho, los dueños de las plataformas no quieren tener el poder que tienen los medios. A veces creo que si pudieran apagar las noticias lo harían. Es mucho problema para ellos y no sacan muchas ganancias por ellas, no es realmente su área. Las plataformas tienen el poder de crear redes de gente, de conectar a las personas en diferentes sociedades y geografías de un modo que antes era imposible, y pueden difundir mucha información a una velocidad sobrehumana. Las plataformas ahora también tienen el poder de establecer estándares sobre cómo operan los medios. Entonces Facebook les dice que si hoy quieren ganar atención en esa plataforma, tienen que hacer videos, que van a promover los videos en Facebook. Y muchas redacciones escuchan esto y dicen "bueno, vamos a echar a nuestros redactores y contratar gente que haga video", y un año después Facebook dice "lamento que eso no haya funcionado realmente". No creo que a las plataformas les interese conducir el contenido, pero por el hecho de ser tan grandes y poderosas fuerzan a las redacciones a tomar algunas decisiones en función de acceder a la distribución de esas redes.
¿Cuáles serán, entonces, los desafíos principales del periodismo en la próxima década?
Lo principal es convencer a la gente joven de que el periodismo es todavía una profesión que vale la pena ejercer. Y a los periodistas responsables, convencerlos de seguir haciendo periodismo. Los motivos para no hacerlo son económicos, de estatus y también, a veces, el temor a recibir ataques. Mejorar el estatus de la prensa en la sociedad es un desafío grande, que permitirá hacer retroceder a los políticos que atacan a la prensa, y persuadir a la gente de pagar por periodismo. Pero si el periodismo pierde estatus, no hay defensa posible contra los ataques y nadie va a pagar por él.