La artista multimedia de aspecto frágil y alma punk: Miranda July
MULTIFACÉTICA. Es cineasta, performer, diseña proyectos de arte digital, escribe. Autora de El primer hombre malo, novela editada este mes en la Argentina, esta norteamericana desarrolló una obra de neta impronta contemporánea, centrada en el gran tema: los vínculos humanos
Chat va, chat viene, la directora de un museo de arte contemporáneo se encandila con un enigmático, por momentos críptico, festejante virtual. Propone una cita, él acepta. Cuando llegan el día y la hora señalados, ella, toda nervios y expectativa, se dirige al banco de la plaza donde habían acordado encontrarse. En el banco hay un niño. Sigue habiendo un niño en los minutos siguientes. Entonces ella lo mira. Él la mira. Y, entre la ternura y la consternación, la sofisticada gestora cultural cae en la cuenta: había estado chateando con un internauta de siete años.
Como en tantos otros pasajes del film Tú, yo y todos los demás, la escena es dulce, los personajes exudan contemporaneidad y la audacia sobrevuela tranquila, sin alardes, como si mirara de costado.
Filmada en 2005, Tú, yo y todos los demás es la obra más conocida de la performer, artista visual, escritora y cineasta Miranda July. Calificada en su momento como un "traje rosa de quince años más rebelde que muchos vestidos de luto", la película es una buena vía de ingreso al universo de una creadora de falso envoltorio naíf y, contra lo que afirman sus detractores, poco o nada frívola.
Quizás por eso el mes pasado la revista digital Fandor, dedicada a la expresión audiovisual, publicó un diálogo entre la californiana, posmoderna y más bien hipster Miranda July y la cineasta francesa Agnès Varda, alguna vez bautizada "la abuela de la Nouvelle Vague". En esa charla impregnada de simpatía y respeto mutuo, July reconoció el origen de la historia de amor virtual entre el niñito internauta y la especialista en arte de su película: el film Kung-fu Master!, realizado en 1988 por Varda, donde Jane Birkin interpreta a una mujer de 40 años enamorada de un chico de 14.
Autorreferencial
Tono ligero, quizás. Pero ninguna vocación light. Lo de July son los vínculos humanos: esa vertiente difícil, y proclive a las oscuridades, que en sus trabajos emerge más o menos atravesada por la sociedad tecnológica; más o menos ligada a la angustia de época, tocada por una pizca de humor, y siempre matizada por un malestar titilante.
Por cierto, en un principio Miranda July –ojazos celestes, rostro de muñeca, modos de suave fragilidad– fue una chica punk.
Creció en Berkeley, California, en una familia de profesores universitarios y editores independientes. Tras un breve paso por la Universidad de Santa Cruz, se mudó a Portland, uno de los centros de la movida alternativa norteamericana. Eran los años 90 y una muy joven Miranda se unió a las Riot Grrrl, feministas punk que impulsaban sus propios grupos de rock, fanzines y exposiciones de arte.
La chica de aspecto frágil y alma punk grabó tres discos con el sello Kill Rock Stars, mientras comenzaba a incursionar en el arte multimedia y las experiencias performáticas. El impulso creativo, parece, siempre estuvo allí. A los siete años comenzó a escribir un diario que siguió casi hasta la realización de su primera película. A los 14, tras dos años de intercambio epistolar con un preso, la inquieta futura artista multimediática convirtió el material surgido de esas cartas en una obra de teatro, que dirigió y presentó en su ámbito escolar.
"Tengo un irrefrenable deseo de expresar lo que siento –confió recientemente a El País–. El medio es algo secundario. Me gusta cambiar de terreno y sentir el hándicap de que no perteneces completamente a ningún club." Con fuerte impronta autorreferencial, sus proyectos se enlazan, uno tras otro. Se reconoce obsesiva, cultora de los pequeños rituales que hacen a la vida de todo neurótico que se precie. También es disciplinada y muy productiva: en lo que llama sus "momentos de procastinación" durante la realización de alguna obra, siempre comienzan las indagaciones que derivarán en el trabajo siguiente.
En 2007, tras el éxito de Tú, yo y todos los demás, publicó el libro de cuentos Nadie es más de aquí que tú, ganador del premio Frank O’Connor. Inmediatamente después encaró el proyecto We Think Alone, suerte de encuentro entre el arte de los medios, algún eco del viejo arte postal y las posibilidades tecnológicas contemporáneas. La artista pidió a algunas de sus numerosas amistades célebres (entre otras, el físico Lee Smolin, el escritor Etgar Keret, la actriz Kirsten Dunst, la realizadora Lena Dunham) que compartiesen parte de sus bandejas de mails enviados con unas 100.000 personas que, desde los más distantes rincones del planeta, se sumaron a la experiencia. We Think Alone se extendió durante 20 semanas, en cada una de las cuales los participantes accedían a los mails de los amigos de July. La artista los organizaba en torno a particulares criterios temáticos: mails "sobre dinero", "acerca de estar triste", "con menciones a Barack Obama", "sobre un temor", y así. "Siempre intento que mis amigos me hagan llegar los mails que enviaron a otras personas –explica July en la página web del proyecto–. El modo en que se comportan en el mail es tan íntimo, casi obsceno; un destello de lo que son." Por su parte, la periodista Elizabeth Day escribió en The Guardian: "We Think Alone podría entenderse como una provocativa meditación sobre la naturaleza del voyeurismo actual, pero también es una prueba de cuán bien conectada está July".
No fue su única experiencia con los medios digitales y la idea del encuentro con el otro. Recientemente diseñó Somebody, una aplicación que propone a los usuarios actuar como sistemas humanos de envío de textos: quienes se prestan al juego (implementado por la artistas en espacios públicos preestablecidos) deben, una vez que reciben un mensaje de texto en sus celulares, transmitirlo verbalmente a otra persona que se encuentre en el mismo recinto, pero a la que no conozcan.
Mujeres en llamas
En febrero de 2012 vino al mundo Hopper, el hijo de Miranda y su marido, el cineasta Mike Mills. "Me he pasado bastante tiempo pensando si existiría después de tener un hijo y ahora veo que es una buena pregunta, que no está mal hacérsela, porque algo muere –comentó–. Además, no es que haya habido muchas generaciones de mujeres que han podido plantearse estas cosas." Lo cierto es que la obra de July acusó el impacto de su ingreso en la maternidad. Antes, durante y después de la llegada de su hijo.
Ahí está El futuro: película no exenta de oscuridad que narra la historia de una pareja de treinteañeros que, inmersos en el consumo y la blanda vida de Los Ángeles, prefieren adoptar un gato antes que tener un niño. En un "ataque de procastinación" que sufrió durante la realización de este film, la artista se dedicó a revisar un periódico gratuito donde los vecinos de su ciudad ponen a la venta los más insólitos productos. Sin tener muy claro las posibles derivaciones, se lanzó a entrevistar a varios de esos potenciales vendedores (que ofrecían desde un gato bengalí hasta una campera de cuero o un secador de pelo), habitantes de barrios a los que raramente hubiera ido– así lo confesó después– en otras circunstancias. El resultado fue Te elige, compilación de sus encuentros con el lado menos hipster de California, que se publicó en 2011, el mismo año en que se estrenó El futuro.
Durante el embarazo, mientras descubría nuevas dimensiones de lo corporal, fue gestando su más reciente apuesta literaria: El primer hombre malo, novela editada por Random House este mes en la Argentina que demuestra la engañosa liviandad que hay tras la tersa textura de las obras de Miranda July. Contra lo que podría indicar inicialmente su título, la novela se concentra en un vínculo femenino. El lazo estrecho y brutalmente físico que establecen dos mujeres, una muy joven, la otra no tanto. Dos mujeres obligadas a convivir, entre las que va tomando forma, a modo de juego sinuoso, una vía de comunicación inesperada: los golpes. Clee y Cheryl batallan, pelean, se golpean hasta quedar sin aliento. Piernas que revolean patadas, nucas atenazadas con violencia, gritos y corridas a través de la casa. Todo enmarcado en un tácito consenso mutuo; Clee y Cheryl se muelen a golpes sin dejar de ser civilizadas. "Estaba embarazada cuando lo empecé a escribir –comenta July a The Guardian–. Estaba más en mi cuerpo de lo que nunca había estado. Luego vino la lactancia, por lo cual atravesé unos nueve diferentes estados hormonales alterados durante la escritura. En un libro tan interior como éste, mi cuerpo me demandaba estar ahí." La autora supone que es fácil que las personas de vida básicamente mental anhelen algún tipo de encuentro pura y duramente físico. "Puedes tener la fantasía de que te haría bien pelear, incluso ser golpeado", asegura July, quien incluso recuerda haber tenido "algunos episodios bravos" en su juventud.
Dispuesta a no abandonar las lides performáticas, a fines del año pasado presentó New Society en Nueva York, Boston, Los Ángeles y Londres. En esta performance de desarrollo imprevisible proponía al público pensarse como una pequeña comunidad y elaborar las normas, condiciones y símbolos que los deberían regir.
"Estoy mucho mejor que en mis tiempos punks. En aquellos tiempos mi malestar era como si una ballena muerta me rodease", declaró recientemente esta incansable máquina creativa. El detalle: aunque admira al actor Dennis Hopper y al pintor Edward Hopper, asegura que nada tuvieron que ver en la elección del nombre de su hijo.
BIOGRAFÍA
Nació en Vermont (EE. UU.), en 1974, y actualmente vive en Los Ángeles. Artista visual, performer, escritora y cineasta. Grabó discos, expuso en la Bienal de Venecia y realizó performances en el MoMA. Con el film Tú, yo y todos los demás obtuvo el Premio Cámara de Oro en Cannes. Su más reciente apuesta literaria es El primer hombre malo.