En la trinchera de la ciencia, contra la religión. Richard Dawkins
Zoólogo y evolucionista británico, exitoso divulgador científico y provocador en los medios y las redes, es un ateo militante últimamente enredado en una polémica contra el islam
Cuestiones de prejuicios y estereotipos hacen que se asocie a los ingleses con la flema y el fino sarcasmo, en contraposición a culturas más extrovertidas, incluso la norteamericana, con su afán por la espectacularidad. Como en tantas ocasiones, estos lugares comunes esclarecen menos de lo que oscurecen hechos tales como el éxito del periodismo estridente (o amarillo) al estilo de The Sun, por poner un ejemplo cualquiera, o el hecho de que las islas sean el origen de deportes poco señoriales como el fútbol.
También es el caso de la ciencia británica, supuestamente fría y neutral, que alberga personajes con algún índice de excentricidad, como Richard Dawkins, famoso en principio por su teoría del gen egoísta, que propuso hacia mediados de la década de 1970. Allí, en el libro titulado justamente El gen egoísta, Dawkins lleva el evolucionismo al extremo al sostener que los fenotipos (lo que vemos: animales y plantas) son sólo una excusa para la reproducción de lo único que importa en biología: los genes (no los individuos, no las comunidades). Lo acusaron de propiciar la era de Reagan-Thatcher por su apelación al egoísmo como modo de justificar acciones. Él dijo haber sido malentendido porque su idea era trascender ese mandato que creyó haber encontrado en la naturaleza. "Quizá debería haberlo titulado El gen inmortal y habría tenido menos problemas", dijo tiempo después.
Al final de ese mismo libro, además proponía, o más bien esbozaba, la idea de una unidad mínima de cultura que era posible reproducir y que se podía asimilar a los genes: los llamó memes (resignificados unas décadas después, en la era digital), con los que se refería tanto a la idea de Dios como a los postulados copernicanos. La idea no estaba desarrollada y requirió de trabajos posteriores, como el de Susan Blackmore La máquina de los memes, para que más o menos tuviera sustento.
Tras ese éxito inicial, el zoólogo Dawkins (nacido en Nairobi, Kenia, en 1941, de padres funcionarios imperiales, formado en Oxford) se dedicó a defender el darwinismo de hipótesis neorreligiosas, como la del diseño inteligente, que propone que la complejidad que se ve en el mundo natural no puede ser el resultado del azar. La posición que combatía Dawkins se presenta en la extensión de un tuit: si se encuentra en un desierto un reloj, es natural pensar que hubo un relojero (Dios diseñador) no que las partes se unieron por casualidad. Dawkins la refutó con agudeza en El relojero ciego (1986). Desde entonces se transformó en uno de los principales divulgadores científicos de línea dura del mundo, con títulos como Escalando el monte improbable (Tusquets), Destejiendo el arco iris (Tusquets) y El capellán del diablo (Gedisa), supervendidos y multitraducidos.
Plataforma para la polémica
Dawkins se maneja en el borde de lo académico y la ciencia popular, pero ha tenido y tiene cierta tendencia a buscar que la cámara y las luces lo sigan. Así, mantuvo polémicas en su momento con Stephen Jay Gould, tanto acerca de detalles técnicos de la evolución y la sociobiología como respecto de los alcances de la religión (Gould sostenía que era mejor dejar a la ciencia lo que es de la ciencia y a la religión lo que es de la religión; Dawkins preferiría la abolición de esta última).
Desde que abrió su cuenta de Twitter en 2008 –hoy tiene 1,3 millones de seguidores– la transformó en una plataforma para la polémica. Allí se puede referir tanto a los controles aeroportuarios ("Me incautaron una miel que llevaba. Ganó Bin Laden") como a la actualidad de atentados terroristas, pasando por temas de lógica. Provoca con frases como "La religión es una licencia para ser aceptablemente estúpido" o lanza críticas a la educación: "¿Cómo se atreven a introducir supersticiones idiotas e infundadas en niños inocentes y demasiado jóvenes como para resistirse? ¿Cómo se atreven?". En su foto de perfil posa con una remera que dice "Religión", en grande, y más pequeño: "Juntos podemos hallar la cura". Muy fresco, el lunes pasado se preguntaba en su cuenta si un "idiota ignorante" puede ser parte de la Corte Suprema de Justicia, en referencia a dichos a favor de la religión del juez Antonin Scalia, miembro de ese tribunal en los Estados Unidos.
Declaraciones explosivas, polémicas y ruido: una fórmula que bien conoce otro compatriota científico exitoso y homófono, Stephen Hawking, que sabe explotar esa veta cada vez que pone un producto en el mercado. Pero ese afán por estar en el candelero también llevó a Dawkins a lo que algunos consideran patinadas graves. Como cuando se refirió a que la "pedofilia suave" –que él mismo sufrió– es preferible a una pedofilia violenta o a ser educado en un hogar religioso, por las consecuencias a largo plazo que acarrea. Antes que hablar de silogismos, muchos creyeron que defendía esos delitos. "Que una cosa sea peor que la otra no significa que la defienda. Vayan a estudiar lógica", lanzó. El mismo estilo de argumentación usó cuando le dijeron que criticaba al islamismo sin haberse tomado siquiera el trabajo de leer el Corán. "Es como que me acusen de criticar el nazismo sin haber leído Mi lucha", replicó.
"Un musulmán diabético perdió un dedo después de rechazar el consejo de los médicos por respeto al Ramadán. ¿No es maravillosa la fe?", tuiteó. Y en otro momento: "En serio, ¿si les dijera Dios que tienen que quemar a un hijo en sacrificio, lo harían? ¿Y si les dice que apedreen a una mujer indefensa, lo harían?". Otra: "Todos los musulmanes del mundo tienen menos premios Nobel que el Trinity College de Cambridge. Hicieron grandes cosas en la Edad Media, sin embargo", apenas matizó. También el papa argentino fue blanco de sus invectivas: "El papa Francisco cree que todos tenemos un ángel de la guarda. Y es la cabeza de un Estado que tiene voto en reuniones mundiales", se lamentó el 3 de octubre de 2014.
Contra sí mismo
Ahora, en lo que ya deliberadamente llama su guerra contra la religión –en la que en su momento estuvo al lado de su amigo y brillante periodista Christopher Hitchens (fallecido en 2011)–, se enfocó en el efecto de las religiones en las mentes. En especial, en vista de las consecuencias de los fundamentalismos en Occidente y Oriente, en busca de los orígenes "meméticos" de los ataques terroristas. Su obra El espejismo de Dios vendió más de tres millones de ejemplares y su autor recibe cartas de convertidos al ateísmo (el uso de la palabra "conversión" es significativo).
Por todo eso, incluso un periódico con simpatía por algunas de estas posiciones, como The Guardian, lo reprendió y se preguntó si estaba Dawkins acaso destruyendo su propia reputación (la de Dawkins). Y en New Republic, John Gray añadió que Dawkins habla del ateísmo como si fuera una verdad revelada que hace del darwinismo su evangelio, algo que a un científico honesto le resultaría chocante, porque la base de la ciencia es la duda. También Gray critica que en su primer libro de memorias, Una curiosidad insaciable, se explaye sobre su infancia en el África colonial en términos idílicos, sin cuestionar la existencia de sirvientes y servidos (a la hora de definirse políticamente, Dawkins dice que es "vagamente de izquierda" y cuenta entre sus avales haber marchado contra la guerra de Vietnam mientras era profesor en Berkeley).
Incluso el primatólogo holandés Frans de Waal cuestionó desde el mismo evolucionismo esta posición en El bonobo y los diez mandamientos (2014): habló de la continuidad que tiene el mecanismo de pensamiento moral religioso en los ateos militantes (que en general, como Dawkins hasta sus 13 años, fueron antes religiosos) y calificó de "hediondo" al mecanismo.
Pero, más allá de debates y polémicas, está claro que la biología evolucionista de Dawkins es sólida y que sus libros de divulgación no militante, como los previamente citados, resultan en general exquisitos. Ha desempeñado un buen lugar en la discusión contra quienes hablan del diseño inteligente para contraponerlo a la teoría o los hechos descriptos por Charles Darwin, que tan fuertes e influyentes son en los Estados Unidos. Sin embargo, como sostiene De Waal, su ateísmo exacerbado no interpreta los datos provistos asimismo por el evolucionismo/ darwinismo (datos que explican y justifican la existencia tan extendida de la convicción religiosa, contada en nuestras pampas por Diego Golombek en Las neuronas de Dios) sino que más bien parece jugarle en contra.
Dawkins, al borde de los 75 años, todavía se ve joven para seguir dando una batalla por este iluminismo a ultranza y, sí, un tanto irreflexivo, lo que lo hace famoso a la vez que le genera internas hasta con colegas ateos y darwinistas. Para no hablar de los que le desean cosas horribles.
Por suerte, también se toma esos ataques con humor. El año pasado, realizó un video desopilante, disponible en YouTube, en el que lee "cartas de amor" que le fueron enviadas. En realidad, se trata de insultos de personas ofendidas por sus libros, que le pronostican desde infinitas estadías en el averno hasta actos sexuales pasivos con monos, dada la cercanía sintagmática entre "mono" y "evolución". Todas juntas y leídas por un Dawkins con cara de té a las cinco de la tarde al lado de una pecera reducen el tono ciertamente amenazante al estilo de sketch de Capusotto. Algo que viene bien para bajar un cambio, evolutivamente hablando.
Biografía
Richard Dawkins nació en Kenia, de padres británicos, en 1941, y se formó en Oxford como zoólogo y etólogo. Admirador de Darwin y evolucionista, ateo militante, es un divulgador científico best seller, conferencista y habitual participante en programas de TV y en redes sociales. Es autor de El gen egoísta, El relojero ciego, Escalando el monte improbable, El capellán del diablo y El espejismo de Dios.