Diana Cohen Agrest. "Se aprovecha la pandemia para politizar el sistema judicial"
La pensadora, que acaba de publicar un libro sobre la vergüenza, dice que desde el regreso de la democracia los gobiernos degradaron la acción política y asegura que el resultado es una "Argentina fellinesca"
Para Diana Cohen Agrest, desde la recuperación de la democracia los gobiernos fueron erosionando el sentimiento de vergüenza. "Lo novedoso hoy es que la ausencia de vergüenza es tan aguda que ni siquiera se procura el manto exculpatorio de la simulación", dice en diálogo con la nacion, a propósito de su flamante libro La vergüenza. La derrota narcisista (Indie Libros). Y en la larga lista de desvergüenzas incluye, por ejemplo, la ley de lemas, las listas sábana, el ataque a la división de poderes y las abiertas contradicciones pronunciadas por un mismo emisor político en apenas meses de diferencia. Es parte de esta "Argentina fellinesca", en la que los representantes cada vez representan menos a sus representados, los electores carecen de herramientas para pedir rendición de cuentas y en la que los ciudadanos cada vez más devienen "una versión pasteurizada de los siervos de la gleba".
Magíster en Bioética por la Universidad de Monash (Australia) y doctora en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires, Diana Cohen Agrest es una activa participante del debate público en temas de Justicia e inseguridad: el asesinato de su hijo Ezequiel en 2011 a manos de un delincuente con antecedentes, que debía estar en prisión pero gozaba de libertad condicional, la impulsó a pronunciarse públicamente sobre estos temas y a cofundar Usina de Justicia -que hoy preside-, una asociación civil no partidaria que reúne a víctimas de la inseguridad. "Durante los primeros aniversarios de su muerte buscaba comprender. A partir del momento en que comprendí, mi lucha por una Justicia justa ocupa uno de los sentidos más importantes de los que doto a mi vida", dice. Y aclara que todas las respuestas que dará en esta conversación serán a título personal, ya que en ese espacio conviven personas con distintos posicionamientos políticos y partidarios.
Desde el día de su tragedia personal, sostiene, perdió el miedo a lo "políticamente correcto". Con respecto al contexto actual, la filósofa cuestiona "el aprovechamiento de una crisis sanitaria como es la pandemia para politizar el sistema judicial, violar la división de poderes y silenciar las voces disidentes para cubrir con un manto patriótico lo que no es sino un latrocinio".
A pocos días del hallazgo del presunto cuerpo de Facundo Astudillo Castro y a propósito de las víctimas de violencia institucional que, considera, no han generado fuertes reclamos públicos, sostiene que los derechos humanos hoy "son usados para inventar desaparecidos cuando gobierna la oposición".
¿Por qué sintió la necesidad de escribir sobre la vergüenza?
Tradicionalmente, la escritura filosófica se asoció a los grandes temas -¿existe Dios?, ¿somos libres o estamos determinados?- y a las situaciones límites de nuestra existencia. Pero nuestra vida cotidiana está atravesada por sentimientos que, lejos de ser triviales, condicionan cómo nos comportamos con los otros. Para Aristóteles, los sentimientos y las emociones constituyen una suerte de base pulsional no racional que debe ser gobernada por nuestra capacidad de razonar. Y tienen una importancia significativa en la vida moral porque nuestra capacidad para llevar una vida buena es, en gran medida, el resultado de aprender a sentir la emoción correcta en las circunstancias correctas. No se trata de "poner la otra mejilla". Esto significa que algunos sentimientos que tienen "mala prensa", como por ejemplo la indignación, a menudo son la respuesta adecuada frente a un acto injusto.
Y entre esos sentimientos está la vergüenza.
Sí, la vergüenza es tan vieja como el mundo: una vez expulsados del paraíso terrenal, Adán y Eva sintieron, por vez primera, vergüenza. ¿Qué verdad les había sido revelada por la serpiente? ¿Por qué debieron entretejer hojas de higuera con el fin de cubrir sus sexos? ¿Por qué Dios censuraría su sexualidad cuando los órganos reproductores eran obra del artífice de la Creación y en cuanto tales, "vio Dios que eran buenos"? ¿Qué simboliza esa mirada divina condenatoria del pecado original, mirada que, por su omnipresencia, encarna todas las miradas? Confrontar este sentimiento ancestral con la consagración actual de la obscenidad nos invita a ensayar una reescritura de la pérdida adánica desde otros lugares: desde la filosofía, desde el exhibicionismo mediático y desde la cultura política de la cual estamos cautivos.
¿Cómo y por qué cree que se fue perdiendo la vergüenza en la dirigencia política?
Esta emoción, al igual que otras, se encuentra inserta en una suerte de sistema relacional: es en relación con otros que nos sentimos avergonzados. Las personas comprendemos que vivimos en sociedad y que esta se rige por una serie de normas. No hablamos ya de normas a nivel legal recogidas y explicitadas en un código, sino de reglas sociales a las que los componentes de una sociedad nos ajustamos. Sin embargo, desde la irrupción de la cultura mediática, la misma escalera que un candidato sube para construir su imagen (vemos su participación en sesiones del Congreso, su actividad en redes, ) en pocos meses es aquella que, según prueban las encuestas, baja una vez que asume el poder. Lo cierto es que asistimos a la declinación del papel de la vergüenza. El moralista sentencia que hoy nada es vergonzoso porque hemos naturalizado los actos ilícitos.
Pero vayamos más allá del moralista.
Sí, se puede ir más allá de esta tesis del moralista. Cuando se suben al ciberespacio imágenes que falsean la realidad y discursos que se contradicen entre sí proferidos por una misma persona a pocos meses de diferencia, esta exhibición desdibuja la línea ancestralmente trazada por el sentimiento de vergüenza. Y no se trata de un partido: es la forma de hacer política que prohíja un país de dirigentes autointeresados y enriquecidos a costa de un pueblo empobrecido, repartiéndose el producto del trabajo de quienes, entrampados en el día a día, luchan por vivir un poco mejor. O simplemente por sobrevivir. En mayor o menor medida, desde el retorno a la democracia, los gobiernos fueron erosionando el sentimiento de vergüenza. Lo novedoso hoy es que la ausencia de vergüenza es tan aguda que ni siquiera se procura el manto exculpatorio de la simulación.
¿Qué formas adquiere la desvergüenza en el debate público?
Ningún mecanismo regulador de la subjetividad pudo detener la naturalización de la "borocotización", una pirueta política tan llamativa que, a partir de 2005, un apellido se convertiría en un verbo que define los saltos de una bancada a otra, en una clara traición a los votantes. Las listas sábana, la ley de lemas, el ataque a la división de poderes, son apenas algunas desvergüenzas entre miles, pero el descontento generalizado no suele ir más allá. Porque todo debate se dirime cuando aparece el término "democracia", porque en función de cuidar lo políticamente correcto, las críticas a la democracia raramente se verbalizan. Si se entiende la democracia no como un sistema político, sino como un instrumento de selección de los gobernantes en el que compiten los partidos políticos, parece no haber salida. No se descubrió todavía ningún mecanismo por el cual el elector pueda ejercer algún control sobre el candidato elegido que tiene legitimidad de origen pero perdió la legitimidad de ejercicio. Un filósofo mexicano, Alejandro Tomasini, lleva este problema a su extremo. Dice que la estrategia electoral desemboca en una aporía, en una contradicción irresoluble, que consiste en que el representado vota siempre equivocadamente porque el "representante", en cuanto asume el poder, deja de representarlo y se representa a sí mismo.
Hace años que la Justicia está desprestigiada y los ciudadanos se consideran rehenes de un sistema cuestionado. ¿Cuál es su mirada sobre la reforma judicial que impulsa el Gobierno?
Aclaro que todo lo que diré es a título personal, dado que soy miembro de una organización no gubernamental -Usina de Justicia- política pero apartidaria, en la que confluyen ciudadanos de distintas extracciones. El aprovechamiento de una crisis sanitaria como es la pandemia para politizar el sistema judicial, violar la división de poderes y silenciar las voces disidentes es la prueba de la ineficacia del Gobierno. Apelando a un término rescatado de la dictadura, se habla de "soberanía alimentaria", "soberanía energética" o "soberanía informativa" para cubrir con un manto patriótico lo que no es sino un latrocinio. El pueblo soberano es una entelequia, y las leyes son elaboradas, sancionadas y promulgadas por representantes que cada vez lo representan menos.
¿Por ejemplo?
Una muestra de la reforma es el intento de acallar las voces, regulando al periodismo de investigación bajo la excusa de que el trabajo periodístico es una forma de presión sobre los jueces. La medida proyectada viola el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, refrendado por el Pacto de San José de Costa Rica, que establece que "todos tendrán derecho a opinar sin interferencia" y "todos tendrán derecho a la libertad de expresión, este derecho incluirá la libertad de buscar, recibir y difundir información e ideas de todo tipo".
¿Cómo está funcionando la ley de víctimas?
La ley de víctimas sancionada es mala. Cuando participé en los debates legislativos, apoyé un proyecto de una senadora peronista que garantizaba el patrocinio jurídico a las víctimas de delitos graves. Otros activistas, que terminaron apropiándose de la ley, terminaron aceptando una ley que nadie aplica, que ni siquiera cuenta con la aceptación de las provincias y que depende del Ministerio Público de la Defensa. Lo cual ya, por definición, es un sinsentido. ¿De qué o de quien se debe defender a una víctima? Si te matan un hijo, precisás un querellante, un abogado que te represente en un juicio. Lo lógico hubiese sido que se creara un tercer organismo que representara a las víctimas. Y si no se contaba con los fondos suficientes, que dependiera del Ministerio Público Fiscal, cuya misión es acusar.
¿No hay ninguna diferencia a cómo se procedía anteriormente?
La única diferencia es que hoy la víctima tiene derecho a ser informada cuando se le concede algún beneficio a quien cumple su condena. Nada más, no tiene poder de decisión alguna y sigue siendo un convidado de piedra. Seguimos padeciendo un sistema penal donde la víctima está desamparada. Es la única que no quiso estar en el lugar al que la arrojaron no solo el victimario, sino fundamentalmente los fiscales que no acusan, los defensores que hacen su trabajo muy bien pago y los jueces que liberan. Los mismos jueces que, con su firma, condenan a la pena de muerte a miles de inocentes, amparados tras una interpretación sesgada de los tratados internacionales. Volviendo a la pérdida de la vergüenza: en el mes de junio, la flamante interventora del Servicio Penitenciario Federal dijo que "la apertura de la cuarentena va a significar también un incremento gradual del índice delictivo y esto significa mayor ingreso al sistema penitenciario". Tras la liberación de cuatro mil presos peligrosos, en lugar de diseñar una política de reingreso de esos liberados inconstitucionalmente, la funcionaria se dedicó a hacer pronósticos. Tenemos una vidente, una pitonisa más. Los mismos que dicen que cuidan la vida fueron quienes liberaron a quienes nos están matando.
Además de Facundo Astudillo, hubo en este tiempo varias víctimas de violencia institucional. ¿Por qué cree que, en términos generales, hubo silencio o menos intensidad en el reclamo por el esclarecimiento de las responsabilidades?
Una pasión mítica por construir ídolos funcionales a una ideología vintage condujo a la degradación y deslegitimación del concepto mismo de derechos humanos. Derechos humanos que son usados para inventar desaparecidos cuando gobierna la oposición.
El 8 de julio se cumplió el noveno aniversario del asesinato de su hijo. ¿Qué formas adquiere el duelo con el paso del tiempo?
Prefiero mantener mi vida privada fuera del espacio público. Además, más que escuchar las palabras, vean mis hechos. Uno es no lo que cree, sino lo que hace.
¿Cómo vivió esos primeros aniversarios y cómo lo transita ahora?
Durante los primeros aniversarios buscaba comprender. Desde el momento en que comprendí, mi lucha por una Justicia justa ocupa uno de los sentidos más importantes de los que doto a mi vida.
¿Qué cambió en usted para siempre con la "ausencia perpetua" de Ezequiel?
Perdí el miedo a lo políticamente correcto. Y eso te concede una especie de inmunidad.