Carlos Franz. "Los amantes piden pasión eterna, pero la pasión sólo puede ser breve"
El escritor chileno habla de su nuevo libro, Si te vieras con mis ojos, ganador del Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa, y de la compleja situación política que atraviesa su país
El gesto quiebra con gracia la severa elegancia del bar cinco estrellas. Carlos Franz saca del bolsillo de su abrigo un diminuto osito de tela gastada que supo ser peluche, y lo deposita sobre la madera lustrosa de la mesa. Lo ha traído a Buenos Aires por pedido de Ideas, para la foto de rigor que ilustra esta entrevista. Es uno de sus objetos más queridos desde el día en que el escritor chileno nació, hace 57 años, en Ginebra -circunstancial destino de su padre diplomático-, y desde entonces lo acompaña cada vez que su intensa vida como novelista, docente, embajador cultural de su país y nómade por vocación lo ha llevado a ausentarse largo tiempo de su tierra. Esta vez, la visita a la Argentina es fugaz. Sólo un par de días, para dar a conocer su ficción más reciente, Si te vieras con mis ojos (Alfaguara), ganadora de la Bienal de Novela Mario Vargas Llosa. Se trata de la quinta novela de Franz, y todas han sido distinguidas, entre ellas, El lugar donde estuvo el paraíso (1996), finalista del premio Planeta, y El desierto (2005), premio La Nacion, que acaba de ser reeditada en Chile.
En su nuevo libro, Franz recrea personajes históricos del Chile decimonónico para tramar una pasión erótica a tres (o cuatro) bandas.
¿Por qué ir al siglo XIX?
Yo no me fui al siglo XIX, el siglo XIX me buscó a mí. Quería escribir una novela de amor, lo cual era un desafío literario y vital. Tenía temas relacionados con mi experiencia amorosa que quería contar, y de pronto me salió al paso una historia de amor vacante, como me dijo mi madre. Ella me regaló este tema cuando yo le conté, hace unos veinte años, mi proyecto. Me dijo: "Mira, hay una gran historia de amor vacante para un novelista". Nadie la había escrito como novela. Era el romance entre el pintor Johann Moritz Rugendas y Carmen Arriagada, esposa de un militar. Y me dio la biografía (muy buena) de Rugendas, que escribió un intelectual chileno, cuya parte principal es este amor romántico. La leí y quedé fascinado. Pero entonces me enfrenté a las dificultades de escribir una novela de amor: cómo hacerlo sin que salga rosa, cursi; o, en el otro extremo, puramente erótico-pornográfica. Y luego, cómo hacer que la figura amorosa del triángulo adúltero, ya trillada, fuera algo nuevo. Fue muy difícil. Me pasé todos estos años pensando en el asunto, pero paralelamente tomado notas, investigando, leyendo sobre la época y los personajes?
...y escribiendo otros libros. ¿Qué te hizo decidir que había llegado el momento de escribir éste?
Por un lado, cierta saturación. Hubo un punto en que ya no podía seguir postergando y evitando el riesgo de enfrentarme con estas dificultades. Por otro lado, pasó algo fundamental: en el curso de mis lecturas sobre la época y de mis viajes (Rugendas fue un pintor viajero que recorrió toda América Latina, y yo seguí bastante de su ruta -el libro me dio el pretexto para hacerlo-; también fui a Europa y a Rusia a ver las colecciones donde están sus cuadros), el momento clave fue cuando hice la conexión con la presencia de Darwin en Chile por la misma época en que había estado Rugendas. Entonces me di cuenta de que existía la posibilidad de introducir en la relación ya no un tercero sino un cuarto, con lo cual se rompía esa cosa tan obvia del triángulo y además se creaba una oposición entre dos tipos de amante (a Darwin lo convierto también en un amante de Carmen) muy diferentes, con sentimientos expresados a través de ideas muy distintas: el pintor romántico y el científico pragmático, racionalista.
Ellos y el marido son tres facetas de un mismo prisma: el artista, el guerrero y el científico.
Es verdad, no hay que mirar en menos al marido. Algunas lectoras se enojan con él porque les parece un obstáculo para que Carmen realice su amor. Sin embargo, a mí me gusta mucho, me conmueven las estrategias que inventa para no perder a su mujer. Me parece que, entre las posibilidades del amor, la suya es otra más, ¿no?
Tampoco Carmen parece decidida a perder a su marido.
Bueno, ella es hija de su época; una mujer rebelde, con carácter muy fuerte, que quiere vivir su amor pero es consciente de hasta qué punto tiene que romper un mundo para lograrlo. Si todavía hoy es un poco difícil, en aquella época se trataba de mucho más que romper una familia o un grupo de amigos. Literalmente, como se plantea en la novela, la salida era una fuga: del país, de la propia cultura y la propia identidad. Eso creo que le da miedo a cualquiera, no sólo a una mujer de aquella época. Ella oscila pero lo que más la hace oscilar es otra cosa. Carmen es una mujer apasionada, muy inteligente, muy sensible; su pasión, que es lo que más le importa, es una pasión consciente de sí misma: ella se da cuenta de que en la medida en que el amor de ambos se realice, la pasión se normalice y se vaya transformando en un matrimonio, puede llegar, quizás, a la misma rutina, al mismo aburrimiento que ya tiene, ¿y para qué? Lo que a ella le gusta, igual que al pintor, es vivir esa pasión en toda su intensidad y ojalá -es lo que piden todos los amantes apasionados- que esa pasión sea eterna, lo que es una contradicción: o es pasión o es eterna, la pasión sólo puede ser breve. Eso yo creo que es lo que a ella la divide.
Viajaste mucho para escribir este libro, pero has viajado mucho toda tu vida. ¿Escribir es una excusa para viajar?
A mí me gustaría haber sido mucho más viajero. Una de las cosas que echo de menos es no haber viajado más. Mi padre era diplomático y mi familia vivió en diferentes países (yo ni siquiera nací en Chile). Eso te marca con una sensación de extrañeza, de un desarraigo que está muy frecuentemente asociado con la vocación literaria, con la inconformidad con un lugar propio. Con el impulso de seguir en movimiento. Siempre hay una tensión entre querer partir y el deseo de quedarse. Esto es como la pasión amorosa: el primer idilio con un lugar, si tú lo alargas demasiado? A veces lo más hermoso es enamorarte de un sitio, vivir maravillosamente ese enamoramiento, después irte y entonces, cada vez que vuelves, se reenciende esa pasión. Pero si te quedas y lo vas convirtiendo en una rutina, asociado a todas las cosas lateras que tiene la vida...
Te gusta volver a los lugares donde fuiste feliz.
Me encanta.
Si te vieras con mis ojos es una reflexión sobre el amor. Las ideas, aun en un tono ensayístico, son fundamentales en tus ficciones.
Como escritor me importan tres cosas en planos paralelos, sin que una prime sobre la otra: el contenido (el argumento, una historia interesante y pertinente), la forma estética (el lenguaje, también la arquitectura de esa trama, que tenga un valor en sí misma, que pueda ser observada como objeto verbal) y esto otro que tú mencionas, las ideas, que se movilizan alrededor de la trama y que deben reflejarse en la forma. Entonces resulta infinitamente complejo escribir una novela y seguramente por eso me he demorado mucho en cada una de ellas, pero también así me entretengo más. Es como un ajedrez de tres niveles.
En la tradición de los escritores chilenos, fuiste diplomático: agregado cultural en España del primer gobierno de Bachelet. ¿Cómo fue esa experiencia?
Fueron tres años y medio. Tenía un poco de curiosidad porque mi padre había sido diplomático y algo me tentaba de eso. Me lo ofrecieron cuando yo ya vivía en Madrid, entonces era muy fácil tomar el cargo y me daba seguridad económica. Pero trabajé mucho en las tareas de la embajada (no sé meterme en un trabajo sin hacerlo a fondo y que me paguen un sueldo sin que me lo merezca) y escribí muy poco. Pude desarrollar proyectos bonitos de promoción cultural de Chile, muy ambiciosos; me entregué completamente a eso y al cabo de tres años me di cuenta de que mi proyecto literario había quedado aparcado. Mucha gente me decía: "Oye, deberías hacer la mitad o un tercio de lo que estás haciendo y nadie se enojaría". Pero soy un poco obsesivo con el trabajo.
¿Cómo ves la situación política en Chile hoy?
Se ha deteriorado. Chile era mirado, creo que con justicia, como un caso exitoso y feliz además (cosas que no siempre van juntas), de equilibrio político, económico, de crecimiento gradual que nos estaba llevando a lugares donde Chile no estuvo nunca. A mí y a mucha gente nos tenía muy esperanzados. Luego hubo muchos tropiezos, cosas que se hicieron mal. Problemas de crecimiento de un país adolescente: clases medias nuevas que de pronto han tenido acceso a ciertas cosas por primera vez en su historia (la casita propia, los niños todos en el colegio o entrando en la universidad). Pero piden más, eso es lógico. Y esas nuevas cosas son más ambiciosas y no se pueden lograr rápidamente. Por desgracia, además de eso, que sería por completo normal, ha habido un deterioro de la calidad de la política. Nuestra política se ha latinoamericanizado de nuevo, se ha vuelto más populista: se hacen promesas que no se pueden cumplir, se sabe que no se va a poder cumplirlas pero se hacen igual. Luego se pretende cumplir esas promesas hipotecando el futuro. Y como la política es pedagogía, enseña a la sociedad además de reflejarla, eso está produciendo un efecto bastante pernicioso. Hay mucha demanda social sin conciencia: denme a mí rápido lo que quiero, no me importan los demás. Para ser concretos: los estudiantes, que han dominado la agenda de este gobierno en particular, han logrado poner en primer plano un eslogan populista como es la educación totalmente gratuita para todos. No veo por qué los ricos tienen que llevarse la educación gratuita en un país donde todavía hay mucha pobreza. La propia presidenta Bachelet, al comienzo de su gobierno, dijo que no creía que deba ser gratuita para todos, pero después el eslogan populista se impuso. Entonces ahora tiene que ser gratuita para todos y resulta que no hay cómo pagarla. Salen entonces a la calle los jubilados, que quieren mejores pensiones, pero el dinero se está invirtiendo en otra cosa. Cierto equilibrio virtuoso que tenía Chile (tratar de mejorar gradualmente, sobre bases sólidas) que, además, tenía la maravillosa ventaja de haberse mostrado exitoso (en veinticinco años Chile había demostrado ser un país que podía acariciar la idea del desarrollo), se ha roto. Espero que no definitivamente.
¿Por un desgaste de la gestión de Bachelet?
Hubo un desgaste de los gobiernos de la Concertación Democrática -que fueron mis gobiernos, por los que he votado siempre-, esa concertación de partidos de centroizquierda que trató de renovarse ahora cargándose más a la izquierda. La fórmula ha sido fatal, con un populismo que, gracias a Dios, todavía no es el populismo de otros países latinoamericanos, pero amenaza con serlo.
¿Sí?
Sí, porque el populismo es una especie de cáncer de la política. Se ramifica, y cuando tú tienes un competidor político que es populista y que promete cualquier cosa, tú tiendes a prometer más aún. Lamentablemente este gobierno, que es mi gobierno porque yo voté por él, últimamente lo ha hecho muy mal, porque en lugar de contener, encauzar y dirigir ese populismo, se ha dejado llevar por las demandas no expresadas por caminos políticos como corresponde, sino por quien grita más fuerte en la calle.
Una última reflexión acerca de Si te vieras con mis ojos. En la novela, la cuestión de la felicidad queda solapada por el problema del amor, pero aun así despunta, sobre todo en la apuesta vital que hacen Rugendas y Darwin.
Apuestan quién de los dos será más feliz. Pero no sólo en el amor, también está la felicidad en la obra: quién se va a realizar mejor. Parte de lo que ocurrirá cuando se reencuentren, años después, es que uno va a envidiar al otro. Darwin envidia la aventura y la pasión de Rugendas, le habría gustado vivir así. Rugendas envidia la estabilidad familiar de Darwin, que a la vez de hacerlo feliz le ha dado la oportunidad de realizar una obra extraordinaria. Ya es famoso mundialmente. En cambio el pintor, que lo ha arriesgado todo en aras del amor y la pasión, no ha podido desarrollarse o al menos él siente que ha fracasado.
La felicidad siempre es ajena.
Los precios que tienes que pagar por cada tipo de felicidad te acarrean la infelicidad en otros aspectos. Se juega en la novela con esto: Darwin vomitaba todos los días, estaba enfermo y Rugendas le dice, con otras palabras, "no me extraña, porque la disciplina que se ha impuesto a sí mismo es lo que probablemente lo hace vomitar: vomita su propio orden". Ese orden que, por otra parte, le permitió desarrollar una obra que lo apasiona. ¿Qué es mejor? Quién puede saberlo.
Biografía
Carlos Franz. Hijo del diplomático Carlos Franz Núñez y de la actriz de teatro Miriam Thorud Oliva, se graduó como abogado en la Universidad de Chile, pero abandonó su profesión por la literatura. Fue profesor visitante en las universidades de Cambridge y Londres, y es miembro de la Academia chilena de la Lengua.
Por qué lo entrevistamos
Es uno de los autores de América Latina más reconocidos. Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa destacaron la calidad de su obra