Aída Tarditti. "La Justicia debe hacerse cargo de la desconfianza social que ha generado"
La presidenta de la Asociación de Mujeres Jueces de Argentina (AMJA), Aída Tarditti, es vocal del Tribunal Superior de Justicia de la provincia de Córdoba desde 1995. Su despacho está ubicado en el primer piso del señorial edificio de los tribunales provinciales. Sobriedad y muebles de estilo definen al lugar. Junto a su despacho hay una pequeña sala de reuniones presidida por una antigua mesa hexagonal que seguramente guarda muchos secretos.
Con absoluta calma, la magistrada asegura que la Justicia "discrimina a las mujeres", y atribuye esa situación a una "cuestión cultural". Defiende la ley de cupo porque -señala- se trata de una "acción afirmativa" que se vuelve necesaria cuando deben consolidarse los derechos de la mujer.
Sin abandonar jamás el tono amable y pausado, Tarditti reconoce los cuestionamientos y la desconfianza con que hoy la sociedad se planta frente a la Justicia, y dice que quienes forman parte de la institución judicial deben hacerse cargo de los reproches y realizar los cambios que haya que realizar. Asimismo, comenta -aunque sin dar mayores detalles- que AMJA tiene una propuesta en ese sentido.
Al hablar de la situación de la mujer en los diferentes poderes judiciales, es tajante: "La Justicia discrimina a las mujeres. Solo basta con ver de qué manera están integradas a las cortes y los tribunales superiores de las diferentes provincias. En algunas ni siquiera hay mujeres, mientras que en otras hay solamente una mujer, que está desde hace muy poco tiempo". Y agrega: "La verdad es que si uno mira objetivamente por qué no se eligen mujeres para esos espacios, hay que pensar que en la mayoría de los casos esas designaciones son efectuadas por los poderes políticos".
La magistrada insiste en lo que le parece un punto crucial: la constatación de que, más allá de los logros obtenidos, aún falta mucho camino por recorrer en lo que hace a la igualdad de género. "La misma Corte Suprema de Justicia de la Nación tiene una sola mujer. Objetivamente, tenemos que decir que a las mujeres nos cuesta mucho llegar a esos espacios", afirma.
Tarditti, que tiene una larga trayectoria en el Poder Judicial, se inició en un juzgado de instrucción penal donde era la única mujer. Con los años fue designada jueza correccional y posteriormente el gobernador Ramón Mestre (padre) la designó en el Tribunal Superior de Justicia.
A pesar de que se trata de organizaciones en las que sus integrantes tienen mayoritariamente estudios superiores, ¿cree que la discriminación en el ámbito judicial está basada en una actitud machista?
Creo que se trata de una cuestión cultural. Cuesta creer que no haya amplitud, pero la educación universitaria no es igual a la educación en igualdad real. Una cosa son los discursos políticos que hablan de la igualdad de género, que aunque reconozco que son importantes, digo que deben mostrarse también en acciones concretas a favor de los derechos humanos de la mujer. Entre ellos figura el de la paridad, que es un objetivo de equidad de género respaldado por Naciones Unidas. Pero, a pesar de que lo sabemos, cuesta. Eso quiere decir que hay una distancia entre lo que uno cree que ya está claro y la propia realidad.
¿En las provincias es más marcada la desigualdad?
Yo no ato el tema con lo geográfico o con el tamaño de las provincias. Insisto en que se trata de una cuestión cultural. Llegué al Tribunal Superior en 1995, y recuerdo que una de mis colegas decía en ese momento que nosotras no participábamos de los mismos ámbitos de conversación en los que participaban los varones, y entonces quedábamos afuera de un montón de situaciones. Creo que eso ha ido cambiando, pero todavía estará en la cabeza de quienes no interactúan con las mujeres en los mismos ámbitos en los que interactúan con los hombres a los que proponen para determinados cargos.
Más allá de los avances, la queja generalizada es que todavía falta mucho camino por andar y que la resistencia del varón persiste.
No se pueden negar los cambios. Desde que estoy en el Tribunal Superior de la provincia de Córdoba, diferentes gobernadores mantuvieron la tónica de tener tres juezas en el Tribunal Superior. Hemos visto, por ejemplo, que Santa Fe, que no tenía ninguna mujer, comenzó a tener una ministra de Corte y en Buenos Aires pasó algo similar. Con esto quiero decir que el proceso es lento, diría que muy lento, porque existen lugares en los que todavía no hay representación. E inclusive otros en los que la representación de la mujer disminuyó con nuevas designaciones.
¿La ley de cupo es una herramienta que permite a la mujeres consolidar derechos?
Claro, y forma parte de una discusión en torno a las leyes de cupo, que son una acción afirmativa. Esto que le voy a decir lo escuché en boca de algunas mujeres: "Yo quiero llegar por mérito, no por cupo". Todos quisiéramos llegar por mérito. Por eso, reitero que la ley de cupo es una acción afirmativa que se torna necesaria cuando hay discriminación. Si no la tuviéramos, no habría tantas mujeres en el Parlamento. Las acciones afirmativas se necesitan en algún momento, como se han necesitado para las minorías raciales en Estados Unidos. Cuando la igualdad está asegurada en términos reales uno puede decir que ya no es necesaria una ley de esta naturaleza. Pero todavía no parece que tengamos asegurada la igualdad real. Por ejemplo, en una cárcel se permite a los internos realizar estudios superiores. Eso empezó hace unos años para varones y ahora se sumaron las mujeres. Se trata de una buena noticia, pero muestra que la mujer llega siempre después; a ellas les cuesta más. En la política, veo que las mujeres llegan por la ley de cupo, pero como ciudadana no sé si tienen la misma representatividad en la presidencia de las comisiones, por ejemplo. Uno siempre ve a las mujeres en las segundas y terceras líneas, y a veces ni siquiera eso.
¿Las justicias provinciales y la federal son comparables en relación con la cantidad de mujeres?
Creo que la Justicia Federal tiene un 73% de varones. Hay que preguntarse por qué será. No todos los consejos de la magistratura tienen un orden de mérito estricto. Hay sistemas en los cuales se elabora una determinada terna, cuyos integrantes pueden no ser necesariamente los primeros. Y muchas veces las mujeres no están en las ternas u ocupan el último lugar? Hay mujeres que son replicadas en diferentes ternas y nunca son designadas, a pesar de que tienen probada idoneidad, refrendada en el examen. Por eso, vuelvo a la necesidad de las leyes de acciones afirmativas. Porque esas mujeres rinden, aprueban, pero no son nombradas.
¿Cómo se puede corregir este tipo de discriminaciones?
Sabemos que hay un proyecto de ley presentado por Elisa Carrió, pero de nuevo volvemos a que también es una educación en la igualdad. Las personas que tienen la potestad de seleccionar y ternar deben pensar en la igualdad, porque de otro modo seguiremos necesitando una ley de cupo.
¿Podría aplicarse una ley de cupo para estos sistemas de terna?
Bueno, uno vuelve a los ideales de pensar que debería ser un proceso de conciencia, pero nosotros estamos elaborando una propuesta -aclaro que no es legislativa- relacionada con la paridad, que oportunamente se definirá. Eso lo estamos estudiando y está vinculado a la paridad en los poderes judiciales.
Independientemente de las demandas por la paridad de género y la participación de la mujer en los organismos de decisión, la sociedad tiene una fuerte desconfianza en el accionar de la Justicia.
Creo que hay que hacerse cargo de esa desconfianza y realizar los cambios que haya que realizar. Hay que trabajar por la transparencia de nuestra Justicia, para que las actividades de la magistratura se puedan medir y conocer, que existan canales y programas adecuados para que las personas tengan una experiencia diferente del accionar de la Justicia. Por ejemplo, los jurados populares no han tenido contacto con el Poder Judicial; entonces se trata de personas que llegan sin una experiencia previa y tienen una idea que se construye por los medios. Veremos, en los nuevos estudios, qué lugar se le asigna a las redes sociales.
Tal vez el mayor cuestionamiento a la Justicia es la dependencia respecto del poder político.
Una de las líneas de la Asociación de Mujeres Jueces de Argentina es garantizar una justicia imparcial. Nuestra organización no solo es una asociación en favor de los derechos de las mujeres, sino también de la imparcialidad de la justicia. Este organismo fue fundado por Carmen Argibay, Elena Highton, Stella Maris Martínez, todas socias con un trayecto judicial impecable. Es saludable que dentro de la asociación se encuentren personas que compartan el valor de la imparcialidad de la Justicia.
¿Qué explica que haya mujeres con pensamientos y actitudes machistas?
Todo tiene que ver con lo cultural y lo educativo. Una no nace con la educación en la igualdad incorporada. Cuando juzgamos, debemos hacerlo con perspectiva de género, porque de otro modo hay situaciones que no se visibilizan. Por ejemplo, hoy todo el mundo tiene más claro lo que es el femicidio. Pero se trató de una figura que tuvo mucha resistencia y existieron dificultades para aplicarla. Lo que antes se llamaba "crimen pasional" era un femicidio y hasta no hace mucho la pena se atenuaba. Se decía "la mató por celos" o "la mató porque lo engañaba".
¿Por qué su agrupación se llama Asociación de Mujeres "jueces" y no "juezas"?
Es así porque cuando se formó esta asociación de mujeres, se utilizaba la palabra "jueces" para designar a las magistradas. Cuando se reformó el estatuto, el año pasado, hicimos la consulta para cambiar el nombre y realmente era un problema. De ese modo, quedamos con el nombre de Asociación de Mujeres Jueces de Argentina y, aunque está conformada dominantemente por socias mujeres, también tenemos socios varones. Son socios importantes e incluso son consultores en temas sobre temáticas que generan dudas.
¿Los varones que no están asociados, cómo reaccionan al trabajo de AMJA?
Hace un tiempo, en una capacitación, analizamos un trabajo sobre las experiencias de jueces y juezas sobre perspectiva de género. Un juez varón comentó un caso de acoso a una periodista de la ciudad de Córdoba que lo hizo público en la red social Twitter, lo cual generó una querella por calumnias en contra de la comunicadora [Silvia Pérez Ruiz, de Canal 12, que fue absuelta]. El juez que falló ese juicio dijo que a este tema de la perspectiva de género no le tomaba el pulso. Sin embargo, a partir de este caso pudo entender la perspectiva de género. Desde este lugar se vuelve a revisar la división entre lo público y lo privado; el ámbito de lo público y lo privado se redefine cuando uno lo analiza con perspectiva de género. Lo que antes podía ser considerado la revelación de una desacreditación, la revelación de una intimidad, hoy cuando está de por medio el acoso, termina siendo considerado de otro modo. La cuestión dejó de ser privada, y hay un interés público que apunta a que las mujeres no sean víctimas de este delito. Eso tuvo un impacto extraordinario en el auditorio, porque permite medir un fallo sin perspectiva de género o con perspectiva de género.
¿Cómo surgió su elección?
Estoy en AMJA desde 2005; la presidenta anterior era Susana Medina. Ella me convocó para formar una lista de unidad para sucederla, con la idea de que fuera general y plural. Yo creí que era una locura, porque nunca pensé que me fueran a convocar para este papel. Finalmente, formamos una lista de unidad que está integrada por representantes de todo el país, y nos hicimos cargo. Somos más de mil socias y socios en AMJA, que es una institución con una trayectoria de 26 años. Obviamente, en los inicios no se hablaba de los temas que desarrollamos en esta entrevista.