Bienalsur: una invitación a cruzar las fronteras
La iniciativa impulsada por la Untref desde Buenos Aires exhibirá entre septiembre y diciembre proyectos de más de 300 artistas y curadores en 32 ciudades de 16 países
Un dedo nos señala, acusador. Lo vemos en la estación de tren, en el museo, en puertas, ventanas y vidrieras. ¿Quién fue?, grita en silencio la obra de Graciela Sacco. Ése es el intimidante título elegido por la artista rosarina para este proyecto, con el que participará de la primera edición de Bienalsur. No estará sola: unos 300 colegas y curadores se sumarán en más de 30 ciudades de 16 países a esta ambiciosa iniciativa impulsada desde Buenos Aires.
Sólo en esta ciudad, desde septiembre hasta diciembre, habrá más de veinte puntos de encuentro con obras de decenas de artistas. La fachada de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, por ejemplo, será intervenida por el artista portugués Pedro Cabrita Reis. A pocas cuadras de allí, en el Museo Nacional de Arte Decorativo, se podrá participar de la recreación de una muestra mítica: el prestigioso crítico suizo Hans Ulrich Obrist y el artista francés Christian Boltanski volverán a curar Take Me (I’m Yours), presentada por primera vez en 1995 en la Serpentine Gallery. La versión porteña de esta exposición, en la cual el público es invitado a llevarse las obras expuestas, incluye trabajos de Félix González-Torres, Yoko Ono y Ana Gallardo, que a su vez cruzará el Atlántico para llevar al museo español Es Baluard los registros de sus acciones con jubilados.
La “deslocalización” de los artistas y sus obras es una de las claves de Bienalsur. En estos días, Vicente Grondona calca árboles en un campo en Lobos para crear una escultura monumental a la intemperie, mientras Tomás Espina esculpe en Córdoba cientos de cabezas de terracota que exhibirá en el Museo del Barro, en Paraguay. Leandro Erlich traerá al Museo de Arte Tigre una instalación sonora presentada hace un año en Río de Janeiro, en el marco de los juegos olímpicos, y Eduardo Basualdo llevará a Brasil otra que expuso entonces en Francia.
“La bienal intenta ser una herramienta de integración regional”, dijo a LA NACION su director general, Aníbal Jozami. El rector de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref) se inspiró en las memorias de Jean Monnet, considerado uno de los “padres” de la Unión Europea. “Él dijo que si la Unión Europea hubiera empezado por una integración cultural en lugar de económica, el resultado hubiera sido mucho mejor –agregó–. Uno de los objetivos de Bienalsur es crear canales de comunicación que permitan a la gente sentirse parte de un mismo circuito.”
La red institucional, que en principio aspiraba a unir naciones vecinas, fue creciendo desde el fin del mundo hasta anudar acuerdos con otros países de África, Europa y Asia. Alianzas públicas y privadas, conexiones entre universidades, acuerdos de cooperación informales y la voluntad de optimizar los propios recursos hicieron posible esta asociación inédita.
Las llamadas “ventanas Bienalsur”, pantallas ubicadas en cada lugar de exposición, permitirán conectar por ejemplo las obras de Boltanksi en el Museo Nacional de Bellas Artes y en Bahía Bustamante, en Chubut, con las acciones que se realizarán en simultáneo en París, Berlín o Tokio.
“Una bienal convencional parte de un sitio, de un equipo de curadores, de elegir un tema y de subordinar a eso la producción artística. Nosotros hicimos el proceso inverso: abrimos primero un juego de diálogo”, explica Diana Wechsler, directora artística de la bienal, al recordar que lo que comenzará en unos días será en realidad el final de un proceso de “reflexión y discusión”. En noviembre de 2015, con el filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovetsky como invitado especial, se inició una serie de once encuentros que reunieron a 120 expositores de todo el mundo y fueron presenciados –físicamente o via streaming– por 25.000 personas.
“Eso explica que la convocatoria haya sido tan amplia y diversa: recibimos 2543 proyectos de 78 países, que fueron evaluados por un jurado internacional”, agrega Wechsler. Finalmente, más de 300 artistas participarán de muestras curadas, intervenciones en espacios públicos y presentaciones de importantes colecciones. Por ejemplo, la del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Ginebra, la austríaca Thyssen o la francesa Lemaître.
A continuación, adelantamos cuáles fueron algunos de los proyectos seleccionados de artistas argentinos.
Charly Nijensohn
Radicado en Berlín, recorre desde hace años América Latina para realizar impactantes obras vinculadas con la naturaleza. En las últimas semanas se instaló en el salar de Uyuni, donde trabajó día y noche con un equipo local para desarrollar el Proyecto Altiplano, vinculado con “la resistencia humana ante los factores climáticos y el paso del tiempo”. El resultado será una videoinstalación de siete pantallas que se presentará el 14 de septiembre en el Centro Cultural Kirchner.
Eduardo Basualdo
Además de instalar una escultura en el espacio público en el Centro Cultural Parque de España de Rosario, exhibirá una muestra individual en el brasileño Museo de Arte Contemporáneo de Sorocaba. La pieza central será Voluntad, un portón que abre un espacio cada vez que intenta clausurar otro. Presentado el año pasado en la sede parisina de la galería VNH, pertenece a una serie de trabajos relacionados con “la ficción del control”.
Marcelo Brodsky
En el Espacio El Dorado, en Bogotá, inaugurará el 1 de septiembre una muestra que incluye dos trípticos en gran formato, creados con material de archivo sobre el conflicto armado que se mantuvo durante décadas en Colombia. También un trabajo sobre la migración, que abarca varias generaciones en su familia, y una selección de fotografías de la serie El fuego de las ideas, centrada en las manifestaciones masivas de 1968, que expuso el año pasado en ArtBO y pronto llevará a México y a París Photo. “La imaginación al poder”, se reclamaba hace casi medio siglo en la capital francesa, entre otras ideas que, según Brodsky, “están más vivas que nunca”.
Cristina Piffer/Carolina Magnin
El material de archivo también inspira las obras de estas dos artistas, que participarán de una muestra colectiva curada por Florencia Battiti en el Centro Cultural Haroldo Conti. Mientras Piffer transcribe en hojas metálicas cientos de actas de bautismo de la isla Martín García, donde funcionó en el siglo XIX un “centro de detención de indígenas”, Magnin imprime en vidrio imágenes que pertenecieron a distintas personas y que sirvieron para investigaciones médicas. En un espacio con gran carga simbólica, ubicado en la sede de la antigua ESMA, este último proyecto explora la relación entre “memoria personal, medicina, fotografía y la idea foucaultiana de laboratorio de poder”, señala Magnin.
Tomás Espina
Después de haber trabajado con pólvora durante años, este joven artista porteño está creando en forma obsesiva cabezas de terracota en un barrio perdido de Córdoba. Ochocientas de ellas se exhibirán en el Museo del Barro de Paraguay, en una muestra curada por Roberto Amigo. La idea es que Haití, proyecto impulsado con Pablo García que se exhibió el año pasado en el Museo Caraffa de la ciudad de Córdoba, siga creciendo hasta superar las mil piezas. Para mostrar, según él, todo “lo salvaje, lo primitivo, lo chamánico” que Occidente no quiere ver.