Bernard Pivot: "Quizás exista un gen de la lectura"
El más prestigioso periodista cultural europeo, que poco tiempo atrás se retiró de la televisión, explica las claves de su oficio y el perdurable éxito en Francia de sus programas sobre libros
PARIS
Si él comentaba un libro en sus programas de televisión, "Apostrophes" y "Bouillon de culture", ese libro se agotaba en las librerías. Si él entrevistaba a un escritor, ese escritor quedaba consagrado. Hace poco, Bernard Pivot, el más reconocido periodista cultural televisivo europeo, abandonó ese poder con la misma sencillez con que lo ejerció durante décadas.
-¿Qué hace usted en la actualidad?
-Comento dos partidos de fútbol por semana en el canal francófono TV5 y en el diario L´ƒquipe.
-¿De los libros al fútbol?
-¡Es que mi primera vocación fue el periodismo deportivo! Y el fútbol. Yo había jugado regularmente al fútbol hasta los 22 años.
-¿Y cómo el periodista deportivo en ciernes acabó convertido en comentarista literario?
-Azares. Tras el servicio militar me presenté en el diario deportivo L´ƒquipe, porque yo quería escribir sobre fútbol. Pero no había plazas, y surgió la ocasión de entrar como becario en Le Figaro Littéraire. Y allá fui.
-Un relevante suplemento literario de la prensa francesa...
-A mí me gustaba leer, sí, pero nunca pensé en ser crítico literario...
-Y se convirtió en el crítico literario más influyente de Francia.
-Lo que me ha permitido al fin escribir sobre fútbol, que es lo que yo quería (risas)... Lo único que miro en televisión son los programas políticos y sociológicos, y los partidos de fútbol.
-¿Ya no quedan programas sobre libros en Francia?
-Sí, pero se emiten demasiado tarde. Y no me pregunte: yo no soy quién para juzgar a mis colegas...
-¿Cuántas horas al día leía usted cuando hacía sus programas literarios en el canal France 2?
-Unas 12 o 14 horas cada día, de promedio...
-¡Qué barbaridad!
-Era mi obligación profesional: debía leer todas las novelas que comentaba. Novela francesa. Pero leerlo, además, con suma atención, detalladamente, subrayando...
-Y ahora que no tiene esa obligación, ¿cuántas horas lee?
-Tres horas al día, solamente por mi propio placer. Siempre novela.
-¿Recuerda qué le leían sus padres antes de irse a dormir?
-Nada. Cuando yo tenía 5 o 6 años estábamos en plena guerra, mi padre había sido hecho prisionero por los nazis y mi madre bastante tenía con todo lo que tenía que trabajar, así que... Vivíamos en Beaujolais, en el campo, y yo estaba interno en el colegio.
-Entonces, no es cierto que el ejemplo familiar influya en la lectura...
-En mi caso no, al menos.
-¿Qué es lo que hace que haya personas que lean y otras que no?
-No existe respuesta para eso. Yo tengo dos hijas y ambas me han visto leer, ambas tienen la misma formación. Una siempre ha leído y sigue leyendo, y la otra lo hace más esporádicamente. Así son las cosas.
-Un misterio.
-Quizás exista un gen de la lectura y una de mis hijas lo ha heredado y la otra no...
-¡Quizá los científicos descubran un día que existe verdaderamente ese gen de la lectura!
-El "gen Pivot", ¡ja, ja!...
-¿Y recuerda cuál fue el primer libro que leyó en su vida?
-Las Fábulas de La Fontaine. Como yo de niño vivía en el campo y veía animales, esas fábulas les daban voz y sentimientos a esas vacas, pájaros, liebres, zorros, cuervos... Les insuflaban inteligencia, sentido, les hacían reflexionar. ¡Y yo estaba encantado!
-¿Algún otro libro?
-La Enciclopedia Petite Larousse . Me gustaba hojearla, leerla...
-Ahora podría preguntarle lo de la isla desierta...
-Ah, sí, sobre qué libro me llevaría... Pues es obvio: ¡un libro de cocina de Paul Bocuse! Es el mejor cocinero de Francia. En la soledad y el ayuno de la isla leería sus recetas, deleitándome, soñando, salivando...
-¿Y qué libro llevaría a esa isla para enterrarlo para siempre?
-El Mein Kampf , de Hitler.
-¿Con qué libro tuvo que esforzarse para terminar su lectura?
-¡Con muchos! Pero lo hacía por profesionalismo. Era mi obligación.
-¿Y algún libro era más interesante que su autor en el estudio de TV?
-También muchos. Los libros de Truman Capote me parecían más interesantes que él en persona. Es el mismo caso de Michel Houellebecq (el autor de Las partículas elementales ).
-¿Qué le pasa con Houellebecq?
-Que sus libros me resultan interesantes, por sus ideas, por su complejidad. Luego no encuentro esa complejidad en la conversación con Houellebecq: resulta muy decepcionante conversar con él, no tiene mucho que decir.
-Quizá sea timidez.
-No, no es timidez. Simplemente, sus libros son interesantes y él no.
-¿Y al revés? ¿Hay casos?
-¿Que el autor sea más interesante que su libro? Sí. Pero a los escritores hay que exigirles que escriban bien, no que sean excelentes comunicadores orales. Marcel Proust tal vez fuera un tipo de lo más aburrido...
-Pero si el autor habla bien y se mueve bien en pantalla, puede seducir a muchos lectores...
-Para ser un gran escritor no es obligatorio ir a la televisión: Cervantes o Moliére no tuvieron que ir a la tele. Cioran, Ionesco, Beckett... jamás fueron a la tele.
-Tiene gracia que esto lo diga usted, que ha "telesancionado" el éxito de tantos escritores...
-Sí, ésa era una perversión del éxito de "Apostrophes": invitar a alguien equivalía a ponerle la etiqueta de escritor. La influencia del programa llegó a tal punto que si no se salía ahí, no se existía como escritor. Me lo contaba un joven escritor francés: "Escribí varios libros y no era escritor para nadie, ni para mis amigos, ni para mi familia.., hasta que salí en su programa, señor Pivot. ¡Sólo desde entonces se me consideró escritor!".
-¿Quién le decía todo eso?
-Philippe Delerm, el autor de El primer sorbo de cerveza . Después de mi entrevista en "Apostrophes", ¡vendió un millón de ejemplares de ese libro! Se convirtió en un best seller en Francia, y fue traducido.
-¿Qué criterio seguía para invitar a un escritor a su espacio?
-Mi capricho, es decir, mi gusto como lector. Era una elección libre, a excepción de algunos fenómenos literarios inevitables, obligados...
-¿Lo dejaba dormir tranquilo el peso de su poder?
-Sí, porque lo ejercía con rigor profesional. Y no me pesaba porque me halagaba: ¡prefería tener ese poder, esa influencia, a no tenerla!
-Depender sólo de su gusto, ¿no le hacía temer equivocarse?
-Sí, alguna vez una novela no me gustaba nada y no invitaba a su autor... pero si otros críticos literarios insistían en las bondades de esa obra, yo acababa por invitarlo.
-¿Y jamás falló en su norma de leer la obra del invitado?
-En una sola ocasión: se trataba de una novela de la escritora Zoe Oldenburg. Tenía 900 páginas y por falta de tiempo llegué sólo a la 650.
-¿Y qué hizo usted?
-Explicarlo claramente al comienzo de la entrevista. A ella no le cayó nada bien... Prometí terminar de leer el libro a la mañana siguiente y lo hice.
-¿Qué consejos le daría a alguien que quiere hacer un programa sobre libros en televisión?
-Que los lea con detalle, para poder corregir al autor cuando diga algo que no se ajuste a lo que ha escrito.
-¿Corregirlo?
-Sí, eso hace que el autor te respete, y demuestra a la vez tu respeto por su obra. Y al telespectador le gusta, lo agradece: ve que uno trabajó por él, para él. Y otro consejo: ¡no hacer preguntas que hagan sentir al telespectador ignorante o al margen de esa conversación!
-¿Y cómo hay que preguntar?
-De tal modo que el escritor note que uno leyó su obra y sabe de qué le habla y, a la vez, que el telespectador (que no la ha leído) comprenda el sentido de la pregunta y siga la charla sintiéndose como si hubiese leído la novela.
-No parece sencillo.
-¡Ah, ah! ¡No es fácil, claro que no!
-¿Esa fue la clave de su éxito?
-Hubo algo más: yo no soy escritor. Así, mi programa no era una conversación entre colegas, un pulso entre escritores, un coto cerrado. ¡Eso hubiera alejado al telespectador! Yo era un periodista que preguntaba, y lo hacía poniéndome en lugar del espectador. Quien haga un programa sobre libros, ¡mejor que no publique libros, que no sea escritor!
-Usted dejaba al escritor expresar sus pasiones, sus intereses.
-Sí, ¡pero preguntándole sin tapujos lo que hubiera que preguntarle! Si el escritor siente que se lo respeta, se le puede preguntar de todo, como preguntarle a Marguerite Yourcenar por qué fue alcohólica.
-¿Le preguntó eso?
-Sí, pero ella sabía que podía hacerlo, por mi conocimiento de su obra. Era una mujer que se imponía, pero estuvo deliciosa, encantadora.
-También entrevistó a Marguerite Duras.
-Otra mujer de carácter, que imponía respeto. Hubo muchos silencios en esa entrevista. Luego entendí que esos silencios eran parte del lenguaje de Duras: esos silencios "durasianos" eran muy elocuentes.
-¿Cuál ha sido su entrevista predilecta?
-Me enorgullece haber entrevistado cuatro veces a Solzhenitsin desde 1975, cuando salió de la URSS. ¡Es el personaje más importante del siglo XX! Un escritor colosal, un testigo de la historia de ese siglo, y actor él mismo de esa historia. Su vida y obra minaron el régimen y el pensamiento comunista. Y ha sobrevivido a tres lacras del siglo XX: la guerra mundial, el gulag y el cáncer.
-¿Qué otro escritor le impactó?
-Vladimir Nabokov: es el ejemplo de escritor puro, espíritu grande del siglo XX. Reacio a entrevistas. Yo, joven y atrevido, lo convencí aceptando sus condiciones: le adelantaría por escrito las preguntas y él llevaría escritas las respuestas. Acepté, e hice bien: ¡fue su última entrevista!
-¿Y qué tal fue la entrevista?
-Yo me sentía aterrorizado, pero estuvo bien. Antes de empezar me pidió que llenase una tetera de whisky y que durante la entrevista le preguntase: "¿Un poco de té, señor Nabokov?". Como el whisky y el té tiene un color similar, no se notó.
-¿Se emborrachó Nabokov?
-No, bebió sólo un poco. Otra cosa que Nabokov adoraba era el fútbol. De joven jugó de arquero y me contó que una vez, después de capturar una pelota, sufrió una conmoción y despertó en el vestuario abrazado a la pelota mientras otros pugnaban por arrancárselo.
-También entrevistó al belga Georges Simenon, a Albert Cohen...
-Cohen jamás salía por televisión. Vivía en su palacio suizo. Lo convencí a través de un amigo. Cohen salió con su bata, su boquilla, su monóculo... Luego lo felicitaron tanto por esa entrevista que se entusiasmó... ¡y empezó a darle entrevistas a todo el mundo!
-¿Y Simenon?
-Se trajo una grabación con la voz de su hija, que acababa de suicidarse de un tiro. ¡No hay nada peor para un padre! Yo le hice preguntas duras y él estuvo emocionante... Fue un testimonio definitivo, su última entrevista. Me dijo una gran frase: "Prefiero ser detestado por lo que soy que loado por lo que no soy".
El perfil
De Lyon a Paris
Nació en 1935 en Lyon, donde sus padres eran comerciantes. Estudió Derecho y luego completó sus estudios periodísticos en París. En sus inicios, trabajó en el suplemento literario del diario Le Figaro.
Literatura para todos
En 1975, comenzó la emisión de "Apostrophes", programa que tuvo un notable éxito de público y por el que pasaron muchos de los grandes escritores del siglo XX. En 1990 fue reemplazado por "Bouillon de culture", que salió al aire hasta el año pasado.