Beethoven y Barenboim: 250 (y 50) años después
Daniel Barenboim, que cumplirá mañana 78 años, tocó por primera vez una sonata de Beethoven (fue la opus 14 n° 2) a los 10 años, e hizo en público su primer ciclo completo de las 32 sonatas a los 17, en Tel Aviv. El propio Maestro suele contar con una naturalidad sin el menor punto de impostación (y esto no impide que el interlocutor tarde un buen rato, si es que alguna vez, en salir de su asombro) que terminaba los deberes y estudiaba las sonatas que tocaría, digamos, ese fin de semana. Desde entonces, tocó el ciclo en público un número de veces que él sabrá pero que es difícil de precisar (en Buenos Aires, pudimos escucharlo en el Teatro Colón en 2002) y las registró cinco veces: entre 1966 y 1969, entre 1981 y 1984, la tercera (solapada con la segunda) entre 1983 y 1984, la cuarta en 2005 (primero en DVD y posteriormente en CD) y la quinta este año, durante la pandemia, en una grabación recién publicada por Deutsche Grammophon, que incluye también las Variaciones Diabelli. Nadie, que yo sepa, hizo nunca algo así, y si lo hizo fue por muy buenas razones.
Para empezar, hay que decir que acaso ningún músico vivo, y muy pocos en la historia, tuvieron la intimidad que tiene Barenboim con la música de Beethoven. No es solamente su tour de force episódico con las sonatas: tocó y grabó los conciertos para piano, los tríos, las sonatas para cello y para violín, y dirigió las sinfonías y la ópera Fidelio. Los repertorios se iluminan mutuamente. Cuando uno revisa con atención los diversa ejecuciones de la sonatas, advierte que Barenboim no rectifica lo hecho antes; es decir, cada grabación no busca corregir la anterior. En ese caso, habría un efecto impugnatorio, como si la nueva versión produjera la anulación de las anteriores. No. Cada una tiene una existencia propia, y lo que hay es en todo caso una profundización, como quien cava en el mismo lugar.
A partir de este lunes, Film&Arts va a ir estrenando en su canal de YouTube los trece episodios de Barenboim on Beethoven. La excusa de estea emisión, que debemos agradecerle a Marcelo Lezama, el director de programación del canal, es el 250° aniversario del nacimiento de Beethoven, pero el caso es que además esos programas cumplen ahora 50 años porque fueron filmados en 1970, para el 200° aniversario. Barenboim tenía 28 años, había grabado hacía poco su primera integral y tenía la misma inteligencia fulminante, directa, que hoy. Las emisiones fueron escritas por el propio Barenboim y Christopher Nupen.
En varios de esos capítulos, encontramos ciertas explicaciones a la recurrencia de las grabaciones de las sonatas. La forma, él mismo lo dice, no es para Barenboim un mero término técnico: es "la esencia" de la experiencia de la música porque en la forma está contenida, o mejor dicho configurada, la lógica interna. Su tarea, de pianista en este caso, es la revelación paulatina de esa forma. Esto no ocurre de una sola vez ni de un modo definitivo. No es una cuestión que una vez resuelta pierda interés. Si así fuera, no harían falta más lecturas de cualquier de las sonatas. Dice Barenboim cuando habla de la Sonata opus 111, la última de Beethoven: "Creo que lo más importante para nosotros los ejecutantes, y para el público también, es darnos cuentas de que la comprensión y la apreciación de la música son en sí mismas un proceso de creación, porque la música pide una respuesta activa". Esa demanda se revela indefinida. De esa sonata, Barenboim menciona la capacidad de Beethoven para cambiar y seguir desarrollando sus características.
Cuando la tocó el año pasado acá en Buenos Aires, Barenboim no concibió el primer movimiento, el "Maestoso-Allegro", con un sentido dramático, sino en los términos de una meditación, como si ese principio fuera leído desde la "Arietta" del final. En el primer movimiento, no hay más que un motivo melódico, "una concentración casi insoportable", observa Barenboim el el documental. Antes había explicado, con toda razón, que lo mismo pasaba en la primera de todas sus sonatas. El micromundo de la Sonata opus 111 condensa el macromundo de las 32 sonatas. No hay tal "estilo tardío" -comodidad cronológica del que se deriva un término fecundo- como tampoco hay una versión tardía del pianista sobre el repertorio.
"Siento que es peligroso hablar poéticamente de la música absoluta". ¿Peligroso para quién? No para la música, que se mantiene indiferente. Pero sí para nosotros, o mejor dicho para nuestra percepción de ella. Barenboim dice esto sobre la sonata "Appassionata", y dice que, entonces, no dirá nada más y se limitará a tocarla. La forma se explica a sí misma. Pero antes alguien tiene que volver a modelarla. El artista sabio sabe que la forma moldea también a quien la moldea. Barenboim es ese artista. Por cosas así, además de felicitarlo por el cumpleaños, debemos darle las gracias al Maestro.