Beats, los últimos salvajes
Anticonformista, experimental y crítica del statu quo, la Generación Beat marcó una inflexión en la literatura del siglo XX; presentamos cinco textos de luminarias del movimento beatnik acaso opacadas en nuestro país por el brillo aún poderoso de Ginsberg, Burroughs y Kerouac
Fue el último movimiento literario y libertario del siglo XX. Anticonformista, experimental y crítico de las costumbres, los beatniks surgieron a inicios de la década de 1950 en la Costa Oeste de Estados Unidos. El término beatnik, usado peyorativamente, era una fusión de “beat” con Sputnik. Escritores como Jack Kerouac y Allen Ginsberg, las dos figuras más representativas del movimiento, protestaron contra la estereotipia impuesta desde los medios masivos de comunicación, que describían a los beats como violentos, antinorteamericanos (quizás porque se opusieron a las invasiones y guerras estadounidenses en territorio extranjero) y, en el mejor de los casos, indolentes. Pese a ello, la incomparable producción de escritores como Lawrence Ferlinghetti, Gregory Corso y William Burroughs se impuso como lo que era: una formación de sensibilidad y experiencia guiada por la búsqueda de la belleza en un mundo no tan maravilloso.
“La generación beat fue una visión que tuvimos John Clellon Holmes y yo, y Ginsberg de un modo incluso más salvaje, a fines de los años cuarenta, de una generación de locos, iluminados hipsters apareciendo de repente y deambulando por Norteamérica, vagando y haciendo dedo en todas partes, desaliñados, beatíficos –escribió Kerouac, autor de la novela-manifiesto En el camino–. Beat nunca significó delincuentes juveniles; significó personajes de una espiritualidad especial que no formaban pandillas sino que eran solitarios Bartleby instalados del otro lado del muerto ventanal de nuestra civilización.” Tuvieron amplia influencia en la música, el cine, el activismo y la moda.
En la Argentina, la obra de los beats se conoció de manera temprana por las traducciones de novelas de Kerouac y Burroughs y libros de poemas de Ginsberg, Corso y Ferlinghetti. Esos autores eran sólo algunos de un conjunto más vasto. Esta tarde a las 19, en la Biblioteca Nacional, el sello Buenos Aires Poetry presentará una antología con poemas de cuarenta poetas de aquella generación antimaterialista y disidente.
“Poesía Beat es ante todo una antología, y no una suma de autores individuales –dice Juan Arabia, poeta y editor–. Porque es importante, ante todo, comprender la Generación Beat no como una emergencia cultural específica y localizada, sino como una formación, es decir, como un movimiento efectivo y aún vigente en la vida intelectual y artística.” El libro está dividido en cinco partes (Costa Este, Costa Oeste, Nueva York, Beat Hotel, Outsiders), porque entre los 40 autores presentados hay diferencias geográficas, y de época. “Estos poetas buscaban reflejar sus propias experiencias mediante la transparencia y la espontaneidad; sin mediaciones, sin consideraciones previas. Esto resultaba impensable para una época donde la academia y los sectores hegemónicos editoriales y periodísticos obstruían los pasos de cualquier forma de oposición cultural”, agrega Arabia, que sitúa el germen de esa generación en las calles, en los conciertos de jazz, clubes y cafés, y que necesitó la conformación de nuevos sellos editoriales, como City Lights Books, y revistas literarias como Yugen.
La antología reúne textos de Kerouac, Ginsberg, Burroughs, Cassady y otros poetas menos conocidos en estas tierras como Carl Solomon, Gary Snyder, Ray Bremser, Michael McClure, Philip Whalen, Philip Lamantia, Denise Levertov, Marge Piercy, Mary Norbert Körte, Lew Welch, Bob Kaufman, David Meltzer, William Everson y Diane Di Prima. De más está decir que, con más de 300 páginas de poemas en edición bilingüe, es uno de los libros del año.
A continuación, elegimos cinco poemas beat para las generaciones que germinan en el presente.
Marge Piercy
Nació en Detroit en los años de la Gran Depresión. Fue la primera de su familia en tener una educación universitaria. Como estudiante, empezó a participar en organizaciones políticas contestatarias, que buscaban un camino alternativo alejado de la Unión Soviética y a la vez del anticomunismo de la izquierda liberal estadounidense. Su militancia feminista la convirtió en una de las voces más importantes de ese movimiento en la literatura de su país. Su poesía es personal y comprometida con las causas que defiende. Publicó más de 17 libros de poesía, varias novelas, ensayos, una obra de teatro y memorias. Actualmente vive en Wellfleet, Massachusetts.
Blues fúnebre para Janis
Tu voz siempre me golpeó directo en el nervio del codo
de la valiente, sufrida y perra fantasía
que me gobernaba como una luna de cobre con sus fases,
hasta que pude parcialmente liberarme.
¿Qué podría hacer más que amarte por mis pesadillas?
Tu voz rechinaría directo en la médula ósea que cocina
el rico estofado de masoquismo en el que nadamos,
de la mujer nacida para sufrir, ser maltratada y engañada.
Domesticadas para ese invernadero de maduro dolor.
Nunca nos sentimos tan vivas, tan en nuestra naturaleza
como cuando vamos y venimos con el blues trasnochado.
Cuando un hombre que no está y que por suerte se ha ido
deviene una ausencia que se infla como un globo de gas
y arrasa en nosotras pensamiento y percepción y propósito.
Oh, el oprimido, excitante y agotador blues femenino:
palpitaste allí con tu rostro ligeramente hinchado
y tu cabello con púas volando vigoroso y desbordado,
el estallido de un horno cuyo combustible es la vida entera.
Encarnaste a esa madre bondadosa que se brinda y se brinda
como una olla de sopa de pollo ebrio a una raza de hombres-rata.
Encarnaste el dolor abrazado a los senos como una criatura.
Encarnaste el hermoso y descuidado chicle de la apatía,
mujer de espaldas al mundo ofreciendo tu valiente rostro
infinita, irremediable, andrajosamente, para ser cogida.
Ese gusto por colgar en el gancho del carnicero y llamarlo amor,
esa necesidad de amar como un grito hueco en el alma:
ésa es la droga de la que pendemos y nos arrastra mortal,
como la gélida aguanieve de heroína que congeló tu sangre.
(Traducción de Mariano Rolando Andrade)
Elise Cowen
Nació en 1933 en Washington Heights. Fue rebelde en tiempos en que ser rebelde no estaba permitido, mucho menos para una mujer. Sufrió de depresión durante toda su vida, en parte por la presión familiar. Poeta desde muy joven y amiga de la escritora Joyce Johnson a principios de la década de 1950, Cowen mantuvo una relación sentimental con Ginsberg, de quien estuvo perdidamente enamorada. Tras separarse luego de que él le confesase su homosexualidad, comenzó a salir con una mujer y, más tarde, se mudó a San Francisco. Regresó a Nueva York y en 1962, tras estar internada unos días en el hospital Bellevue, volvió a casa de sus padres y se suicidó. Tenía 28 años. Cowen no publicó poesía en vida, y la familia destruyó muchos de sus textos, pero algunos fueron recuperados por sus amigos y difundidos a través de revistas literarias. En 2014 Tony Triglio logró publicar el primer libro autorizado por sus herederos: Elise Cowen: Poems and Fragments by Elise Cowen.
Sin amor, sin compasión
Sin amor
Sin compasión
Sin inteligencia
Sin belleza
Sin humildad
Veintisiete años son suficientes
Madre – demasiado tarde – años de locura – Lo siento
Papá – ¿Qué pasó?
Allen – Lo siento
Peter – Santa Rosa Juventud
Betty – Tanta valentía femenina
Keith – Gracias
Joyce – Chica hermosa
Howard – Nene, cuídate
Leo – Abrir las ventanas y Shalom
Carol – Deja que suceda
¡Déjenme salir ahora por favor!
Por favor, déjame entrar
(Traducción de Odeen Rocha)
John Wieners
Nació en Milton en 1934. Fue un poeta de la Generación Beat e integrante del movimiento del Renacimiento de San Francisco. Activista de los derechos homosexuales, estudió en Boston y en Black Mountain College con Robert Creeley, entre otros. Vivió en San Francisco entre 1958 y 1960, año en que regresó a Boston y fue internado en un hospital psiquiátrico. En 1961, se trasladó a Nueva York, donde compartió apartamento con Herbert Hunke, antes de regresar a Boston, ciudad en la que pasó el resto de su vida. Murió en 2002. Entre sus libros se destacan: Pentacles (1964), Nerves (1970),Behind the State Capitol, or Cincinnati Pike (1975) y Cultural Affairs in Boston: Poetry & Prose 1956–1985 (1988).
Súplica
¡Poesía!, visita esta casa a menudo,
impregna de triunfo mi vida,
no me dejes solo,
dame un hogar y una mujer.
Llévate esta maldición lejos
de las drogas y de la muerte prematura,
hazme un amigo entre pares,
préstame amor, dame la oportunidad.
Devuélveme a los hombres que enseñan
y, sobre todo, cura este dolor
que desea lo imposible
a través
de este vacío suspendido.
(Traducción de Juan Arabia)
Denise Levertov
Nació en 1923 en Essex, Inglaterra y llegó a Estados Unidos en 1948 tras casarse con el escritor Mitchell Goodman. Pasó la mayor parte de su vida en su país adoptivo. Entre sus influencias podemos mencionar a Emerson, Thoreau, Pound y William Carlos Williams, así como a los poetas del grupo Black Mountain, aunque Levertov siempre aclaró que no se sentía parte de ninguna corriente artística. Fue su segundo libro de poesía, Here and Now, publicado en 1957, el que la situó en el movimiento Beat. Publicó más de veinte poemarios desde The Double Image (1946) y fue distinguida con el Shelley Memorial Award en 1984 y la Robert Frost Medal en 1990, ambos de la Poetry Society of America, entre otros premios. Es una de las grades poetas del siglo XX. Murió en 1997.
Parece que debemos estar en otro sitio
Dulce procesión, rosa-azul,
y todas ellas campanas.
Glorieta roja, los ojos
a la altura de la copa del árbol viéndolo.
“¿Somos lo que pensamos que somos
o somos lo que nos ocurre?”
La gente desde una ventana abierta
¡Los ojos
viéndolo! ¡Luz del día! ¡O crepúsculo!
Dulce procesión, rosa-azul.
Si estamos aquí, estemos aquí ahora.
¿Y el silbato del tren? ¿Quién
inventó eso? Hombre solitario: quería que los trenes
hablasen por él.
(Traducción de Mariano Rolando Andrade)
Richard Brautigan
Nació cerca de Seattle, en 1935 y hasta su adolescencia deambuló en la pobreza con su madre y sus diferentes parejas por el noroeste de Estados Unidos. A fines de 1955 lo internaron en un psiquiátrico en Oregon, donde lo trataron con terapia de electroshock. Cuando le dieron el alta, volvió a casa por poco tiempo y luego se marchó a San Francisco para ser escritor. Su primer libro, The Return of the Rivers, fue publicado en 1957. Le siguieron varios poemarios y novelas, entre ellas Trout Fishing in America (1967), que lo catapultó a la fama. En el Dictionary of Literary Biography, Robert Novak afirma que Brautigan “es visto comúnmente como el puente entre el movimiento Beat de los años 1950 y la revolución juvenil de los años 1960”. El despertar de la siguiente década fue brutal. El alcohol y la depresión formaron parte de su vida adulta de manera casi permanente. Brautigan se suicidó a los 49 años en su casa en Bolinas, California, donde vivía aislado del mundo, en 1984.
Poema de amor
Es tan agradable
despertarse a la mañana
completamente solo
y no tener que decir a alguien
que los quieres
cuando no los quieres
más
(Traducción de Mariano Rolando Andrade)