Barbie González
Una tarde, sonó el timbre y el hombre se encontró con su nieta mayor. El gran orgullo de la familia, una de esas beldades apabullantes que genera la clase media argentina
El señor González, contador público nacional, ya está jubilado. Pero, durante las tardes, para suplementar sus ingresos, se ocupa de auditar la contabilidad de algunas empresas. Lo que se llama... "clientes viejos".
González trabaja en el despachito de su propia casa de Vicente López, sorbiendo lentamente el mate y disfrutando de una faena que, en otros tiempos, fue febril y obsesiva.
Una tarde, sonó el timbre y el hombre se encontró con su nieta mayor. El gran orgullo de la familia, una de esas beldades apabullantes que genera la clase media argentina.
Rubia, alta y con una sonrisa radiante, Cintya entró a grandes zancadas.
- ¡Hola abu! Vengo a hablar con vos.
A la encantadora Cintya no le pasó por la cabeza la posibilidad de que su abuelo tuviera otra cosa que hacer. Finalmente: ¿Los viejos no andan llorando porque nietos o hijos no les prestan atención?
- Bueno, Cinti, pasá. Sentate. ¿Querés un mate?
- No, abu, no te preocupes. Me quedo cinco minutos, nada más. Vos sabés que en diciembre cumplo diecinueve años.¿No?
- ¡Claro! ¿Cómo me voy a olvidar? El 9 de diciembre. Naciste a las diez de la mañana. En punto.
- Bueno, abu, supongo que me vas a hacer un regalito.
- Seguro.
- Bueno. Como yo este año quiero un regalito muy especial, le estoy pidiendo a mis seres queridos que me lo regalen por partes. ¿Entendés? ¡Como las listas en los regalos de bodas!
- Ah, sí.
- Y he pensado que vos me podrías regalar la nariz.
Y he pensado que vos me podrías regalar la nariz
- ¿La nariz? ¡Pero si vos ya tenés nariz! Y muy linda, un poroto. Si te habré pellizcado esa nariz...
- No, abu, yo quiero otra nariz, corta, fina y recta. La nariz de la Barbie. Es mi sueño.
- ¡Pero Cintya, esa muñeca tiene una nariz de plástico, y se nota que no es real!
- Abu, no seas malo. Es mi sueño.
- Comprendo, hijita, pero estás cumpliendo diecinueve años. Sos una chica muy joven. Y monísima. Todo el mundo te dice piropos. Te ofrecen posar como modelo. ¿No te das cuenta de que sos una belleza? ¿Qué más querés?
- Quiero ser más mujer, más sexy, más segura...
González se quedó sin responder, por un instante.
- Si vos estás disconforme... ¿Qué dirán las feas, las gordas, las petisitas, las cabezonas, las orejudas? Cintya, mirate al espejo por favor.
Si vos estás disconforme... ¿Qué dirán las feas, las gordas, las petisitas, las cabezonas, las orejudas? Cintya, mirate al espejo por favor
- Bueno, abu, al final me hacés enojar. Me ponés mal. ¿No me regalás una linda nariz de Barbie? El cirujano me la hace en dos patadas. Es el Dr. Cobriols. Un genio.
- Bueno, está bien. Abriremos el cofre de los ahorros. ¿Y cuanto vale tu nariz?
- Tres mil quinientos dólares.
- Contá con ellos.
- ¡Bieeeeeen! – y Cintya se lanzó a un festival de besos, abrazos y danzas alrededor del abuelo tótem. Luego, ya serena, volvió a sentarse, extrajo una libretita y anotó unos breves trazos.
- ¿Qué escribís ahí?- preguntó el abuelo.
- Estoy haciendo mi nuevo retrato de Cintya Barbie. Vos me pagás la nariz. Mami me paga la boca, que la quiero más carnosa, con ácido hialurónico. Papi me regala lo más importante. Las lolas: me voy a poner 130 centímetros. ¡Wow! Mi madrina, tía Elvira, me regala la lipo de cintura y rodillas. Me falta solamente la cola y las extensiones. ¿Quién me puede regalar las extensiones, abu?
- ¿Extensiones también? ¡Pero Cintya, te vas a hacer toda de nuevo a los 19 años! Y con un físico muy impactante. Vos ya sos muy linda así... ¿Para qué querés parecer una muñeca inflable o una corista de primera fila?
- Porque es mi sueño, Abu. Ser una Barbie. ¿Nunca tuviste un sueño?
- ¿Yo? ¡Puf! – mientras resoplaba, González revoleó los ojos y recordó sus mil sueños perdidos, o no tanto.
Porque es mi sueño, Abu. Ser una Barbie. ¿Nunca tuviste un sueño?
- Mirá, Cintya, yo quería jugar en la primera de Boca. No pudo ser. También quise radicarme en Miami y poner un estudio contable. ¡O en Barcelona! Tampoco pudo ser. En un tiempo me hice ilusiones de comprar un campo en Entre Ríos y plantar soja. En fin. Muchos sueños que no fueron. Pero trabajé toda la vida, gané algunos pesos con mi profesión de contador, y sobre todo formé una familia con tu abuela. Tenemos cuatro hijos y diez nietos. ¡Estamos muy orgullosos! Todos estudian o están ya casados. Ese fue nuestro sueño.
- Bueno, abu, entonces cuento con esa platita. ¡Preparate! ¡En diciembre vas a conocer a tu nueva nieta! ¡Barbie González!
El experimentado contador se quedó un rato en blanco, sacudió la cabeza y luego volvió a sus papeles. Siempre dos columnas: el Debe y el Haber. Prolijas, honradas, exactas.
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