Barbara Cassin. "La herencia de un pasado doloroso se escribe y no se olvida, pero se la deja en su lugar"
Filóloga y filósofa destacada, es experta en el proceso de reconciliación luego del apartheid en Sudáfrica, un país que logró, según dice, "rehumanizar dando la palabra"
“Aceptamos, en el plano de la política de Estado, que el Mediterráneo sea un cementerio”, dice sin rodeos la filósofa francesa Barbara Cassin mientras exhibe algunas fotos almacenadas en su celular de lo que solía ser un campamento de refugiados en Calais, ahora desmantelado. Son imágenes del infierno.
El estado gripal que asola a buena parte de los porteños en los días en que se hace la entrevista también tiene aqueja a Cassin. Aun así, no pierde el buen humor en medio de una agenda apretada que incluye presentaciones de libros, entrevistas con distintos medios y una presencia muy esperada en La Noche de la Filosofía, la semana pasada. No es la primera vez que visita la Argentina pero sí fue su debut en esta actividad que congregó a filósofos de todo el mundo y una multitud deseosa de participar de los foros y las ponencias.
Figura fundamental de la filosofía y la filología, Cassin es especialista en Grecia antigua y trabaja sobre el impacto de la retórica y la sofística. Sus áreas investigación incluyen también una vasta producción en torno al lenguaje y la traducción.
En su estadía en Buenos Aires, Cassin también participó de la presentación de Un pasado criminal. Sudáfrica y Argentina: argumentos y documentos para el debate (Katz Editores), del que es una de sus coautoras. Especialista en el proceso de reconciliación llevado adelante en Sudáfrica después del apartheid, Cassin trabaja desde hace años con un grupo de investigadores argentinos interesados en reflexionar y poner en diálogo los caminos elegidos por ambos países para lidiar con los crímenes del pasado reciente. “La palabra fue fundamental para rehumanizar a la sociedad sudafricana. La función performática del lenguaje es política”, dice. Considerado exitoso en términos de reconciliación y nuevo comienzo, Cassin admite que el proceso de reconciliación no lo fue en términos de reparación social y económica: “El fin del apartheid no ha resuelto los problemas del capitalismo”.
Cassin es Directora de investigaciones del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (Francia) y llegó al país invitada por el Instituto Francés en la Argentina.
Eligió la filosofía y la filología como campos de estudio. ¿Cómo se fertilizan y complementan en sus investigaciones?
Ser filóloga y filósofa significa que me interesan las lenguas y los textos. Y es así como yo filosofo mejor. Es ese cruce el que me interesa tanto para el estudio de la antigüedad -para los griegos-, como para lo contemporáneo. Pienso que la filosofía hoy puede servir para todo. Forma parte de lo que nos puede ayudar a entender el mundo y a vivir, y forma parte de lo que puede educar nuestro juicio. Y ese juicio se educa a través de la cultura. Para mí hoy, la filosofía y las humanidades, son una herramienta de resistencia de clase.
¿En qué medida la filosofía antigua nos permite pensar los conflictos y los interrogantes contemporáneos? ¿Qué nos dice hoy Aristóteles?
Ah, ¡nos sirve para muchas cosas! Aristóteles dice algo así como “todos los hombres desean naturalmente saber”. Es la primera frase de la metafísica. Es extraordinario y es una buena manera de construir un universal. Dice el hombre es un animal dotado de la capacidad de logos, razón y discurso. Eso explica el motivo por el cual el hombre es un animal más político que los otros. ¿Por qué? Porque habla. Él intenta comprender cómo el hombre habla, y cómo habla con los otros. Aristóteles además propone un modelo extraordinario de democracia.
¿Cuál es?
Dice que la democracia es el menos malo de los regímenes. Eso de por sí es interesante. ¿Por qué es el menos malo? Porque todo el mundo puede cambiar de rol. Uno puede ser gobernante o gobernado y hay que darle el gobierno incluso a los que no tienen ganas de gobernar. Es cierto que era una democracia sin mujeres, con esclavos y enseguida caemos en un modelo de democracia condicionado por el contexto, pero el modelo de democracia que propone es bien interesante. Es el modelo del picnic: si cada uno aporta la misma cosa, eso es algo malo. Si cada uno trae algo diferente, pues el modelo se vuelve bien interesante y muy bueno. Para mí la filosofía está ligada a la filosofía de la historia. Es interesante tomar esas preguntas y cruzarlas con lo que ya aprendimos. Eso es algo que me ayudó, por ejemplo, cuando estuve en Sudáfrica y me preguntaron: “¿Y ahora cómo hacemos una nueva Atenas?” Esa era la pregunta en Sudáfrica después del appartheid.
Usted trabajo sobre la experiencia sudafricana de transición de un pasado autoritario a la sociedad post apartehid y el nuevo comienzo. ¿Cómo llegó a interesarse en Sudáfrica en particular?
La verdad es que fue el azar. Algunos amigos me invitaron a ver cómo eran los años finales del apartheid y la posibilidad de pensar un nuevo comienzo. La pregunta era cómo crear una nueva polis, cómo crear un nuevo pueblo, cómo crear “el pueblo arcoiris”. El arcoiris demanda y necesita todos los colores. La broma que hacían en ese momento era: “¡pero en el arcoiris no hay negro! Y la respuesta era: “Pero tampoco hay blanco”. Era pensar en la posibilidad de una sociedad que incluya a todos los colores, sin distinción de raza.
¿Cuál es la manera que Sudáfrica encontró para lidiar con su pasado criminal, con el horror?
Es la idea de un dispositivo inteligente. Crear la Comisión para la Verdad y Reconciliación fue un invento extraordinario para evitar un tribunal como el de Nüremberg y evitar, en este caso, un baño de sangre. Y era un dispositivo obligatorio. Era algo que había que inventar porque en ese contexto ninguna otra cosa podía funcionar. Y esa comisión no estaba presidida por un juez sino por un Nobel de la Paz.
Hubo un momento y una tarea común en la que confluyeron tres liderazgos. Los de Desmond Tutu, Nelson Mandela y Frederik De Clerk. Parece difícil pensar en universales sino más bien, en la singularidad de cada caso. Me refiero a esta idea de algunos de replicar experiencias de otros países.
Efectivamente, fue una situación muy particular y es muy difícil repetir eso. Esa experiencia sólo puede dar elementos para pensar. Pero si hay un lugar en el que es posible tomar algo de la experiencia sudafricana es en la relación entre Israel y Palestina. En todos lados hay comisiones de la verdad y la reconciliación. En algunos lugares funcionan y en otros no. En el caso sudafricano la cláusula fundamental fue la de decirlo todo (full disclosure). En Marruecos, por ejemplo, se obliga a la gente a no decir el nombre de los torturadores.
¿Cuál fue la estrategia discursiva que se puso en marcha en Sudáfrica para volver a humanizar una sociedad que había pasado por la barbarie?
La palabra. Había que rehumanizar dando la palabra. Había que crear algo común en torno a las palabras, cruzándolas. En esos años recuerdo que había grandes pasacalles en los barrios con esta frase: “revelar es curar”, “revelar es sanar”. Y puedo decir por qué el haber estudiado griego me sirvió. Se pueden comparar dos frases, una frase de Desmond Tutu y otra de Gorgias, el filósofo sofista. Gorgias dice que el logos es un gran tirano y que el más insignificante de los cuerpos, performa los actos más divinos. Desmond Tutu dice: “La comisión no comparte las cosas que se dicen pero pensamos que el lenguaje hace las cosas” Esa es una frase de Gorgias. Es esta función performática del lenguaje que es política.
Llama la atención que en ese glosario, hayan quedado excluidas palabras como represalias, venganza e incluso justicia.
Bueno, uno podría decir que en Sudáfrica se redefinió el concepto de justicia creando una justicia transicional y descartando una justicia punitiva. Pero en cuanto a las palabras, Sudáfrica utilizó la palabra ubuntu. Había una necesidad de ubuntu. Este concepto zulú es algo así como “somos, entonces soy”. Significa “ser una persona con otras personas”. Hubo varias formas de rehumanizar a través del lenguaje. Uno podría decir que el lenguaje pasó de Gorgias a Tutu vía (John) Austin a través de lo performático y el acto de habla; se pasó de Gorgias a Tutu vía Freud porque la palabra cura, es el pharmacon; y pasamos de Gorgias a Tutu vía Aristóteles y (Hanna) Arendt en el sentido de que la lengua es la cosa compartida.
Es curioso que haya sido una operación exitosa –en términos de reconciliación- con perpetradores a los que no se les exigía arrepentimiento ni pedido de perdón.
Es cierto, sólo se les exigía que dijesen todo. Se les pedía la declaración completa. Debían contar todo sobre los actos criminales en los que habían estado involucrados porque era sobre ese “decir todo” que se podía construir un pasado común. Por supuesto que estaba bien visto pedir perdón pero nadie necesitaba pedir perdón para ser amnistiado. Hubo algo muy importante que fue la vergüenza y la deshonra de decir en voz alta los crímenes que se habían cometido. En el principio de este proceso no estaban las familias de los perpetradores presentes y pensaron que de ese modo no iba a funcionar y no iba a ser efectivo. Luego incluyeron a las familias en las audiencias y los perpetradores debían decir delante de ellos lo que habían hecho. Fue muy importante decirlo todo públicamente frente a sus seres queridos, frente a sus familias, frente a la comunidad toda. Y fue posible pensar un Estado, una nación y un pueblo que incluya a todos.
Hubo un dispositivo retórico en Sudáfrica que fue llamar perpetrador al que cometió los crímenes y no asesino, criminal, genocida. ¿Cuál fue el propósito y el sentido de nombrarlos de este modo?
Esto permite juzgar a los dos lados, porque perpetradores son aquellos que han cometido grandes violaciones a los derechos humanos y hubo blancos y negros que cometieron crímenes. En este caso no se puede hablar de genocidio porque no hubo una raza entera aniliquilada. Evidentemente hubo muchos más negros asesinados y aunque es cierto que muchos menos, también hubo blancos. Y también hubo muchísimas víctimas mestizas. De hecho ser mestizo era peor porque sobre ellos caían las represalias ambos lados, de blancos y negros.
¿Y qué se hace con la herencia de un pasado tan doloroso?
A la herencia se la escribe y no se la olvida, pero se la deja en su lugar. Eso se ha hecho muy bien en Sudáfrica. El archivo completo de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación es público, fue entregado muy solemnemente al gobierno de Mandela y fue puesto online. Cualquiera puede consultar. Todo está ahí. “Y ahora, vivimos”. Ahora, se vive.
El caso sudafricano parece no haber sido exitoso en términos de reparación social y económica. Me refiero a que persiste una sociedad muy desigual y fracturada.
El fin del apartheid no ha resuelto los problemas del capitalismo. Ahora hay una clase burguesa negra muy inteligente y floreciente pero sigue habiendo pobreza en los barrios y grandes desigualdades.
Cuando le pedí que eligiera un objeto favorito, usted eligió una foto que retrata y condensa la crisis de los refugiados. ¿Cómo cree que Francia está manejando esta cuestión?
Diría que la estamos manejando muy mal. Se acepta, en el plano de la política de Estado, que el Mediterráneo sea un cementerio. Hay muchas personas y asociaciones que trabajan y reciben a la gente pero no solo no alcanza sino que la política misma del estado es terrible. Cuando estuve en Calais no dejaban que los chicos fuesen a la escuela para que no se instalasen. Ahora se niegan a poner duchas para que la gente no se bañe y se quede. Y ahora que se desmanteló el campo, hay errantes por todos lados. Está prohibido darles de comer. Lo complicado es que hay gente en toda Francia que está dispuesta a recibirlos pero no funciona porque no alcanza y porque la política de estado sobre este tema es terrible. Tampoco se les quiere enseñar francés.
O sea que hay una decisión explícita de negarles una herramienta fundamental para la integración como es la lengua.
Exacto. Es muy complicado. Hay tentativas diferentes pero no funciona. Hay iniciativas humanitarias aisladas y muchas personas que, uno por uno, dan refugio y acogida pero el problema es una política de estado que supone que si el país recibe y da refugio, vienen otros.
¿Es también la postura de Emmanuel Macron o cree que algo puede cambiar?
No creo que nada cambie. Lo que se percibe en el aire es esta cosa de si “los recibimos, otros vendrán”. Y finalmente, si uno se circunscribe a los números, es poca la gente en este estado. Creo que con Macron va a ser igual o peor. Macron, por el momento, no hizo nada por ellos.
Biografía
Barbara Cassin nació en París en 1947. Filóloga y filósofa, se ha dedicado a las obras de los sofistas, de Parménides y Aristóteles y a la relación contemporánea entre filosofía y lenguaje. En español se publicaron, entre otros, El efecto sofístico (2008), Googléame. La segunda misión de los Estados Unidos (2008) y Más de una lengua (2014).
LA FOTO. Cassin elige una foto que tomó ella misma y que nunca mostró. Es lo que queda del campo de refugiados de Calais, en Francia, hoy desmantelado. "Es una zona destruida, demolida. Esto es lo que queda del desmantelamiento: una pila de basura que quema y una muñeca en el medio de la nada. Es una locura."