Balotaje: el voto en blanco se mete en el dilema de elegir el mal menor
“En un balotaje no se elige, se opta”; “Hay que hacer todo para que no gane”, las frases suenan una y otra vez entre los dirigentes políticos que quedaron relegados en la primera vuelta y que tratan así de argumentar a favor de su opción, Sergio Massa o Javier Milei, para el 19 de noviembre. La definición es muy cierta, hay que optar porque las elecciones dejaron solo a dos en carrera, sin embargo, quienes pregonan la idea de “optar” olvidan que existe una tercera opción constitucional que es la de votar en blanco o anular el voto. Es cierto, se opta, pero entre tres opciones, porque en esta elección una gran parte de los argentinos está frente a una decisión mucho más que difícil que en otro momento: elegir cuál sería “el mal menor”.
Existe la teoría, bastante popular, que indica que votar en blanco es favorecer a la primera minoría, en ese caso a Sergio Massa. Esto no es así, no es sistema D´Hondt como en primera vuelta, el voto en blanco no aumenta porcentajes, pero al margen de este tecnicismo, está la decisión política de no votar efectivamente por uno u otro, y poner la culpa en quien no lo hace por no estar convencido suena hasta un poco autoritario. De todos modos, si tomamos en cuenta que una parte de la tercera fuerza en cuestión, Juntos por el Cambio, eligió apoyar a Javier Milei, este cálculo de favorecer a la primera minoría podría invertirse.
Si bien la mayoría de los partidos políticos que integran esa coalición (o integraban, porque su futuro es muy incierto) se manifestaron por la neutralidad -así lo hicieron la UCR, la Coalición Cívica y el Espacio Republicano- quedó pendiente el pronunciamiento del Pro, que se dio de modo dividido a través de sus principales líderes. Mientras Mauricio Macri y la excandidata Patricia Bullrich apoyaron públicamente a Javier Milei, sin presentar un programa de gobierno acordado, acompañados por un gran número de dirigentes, del otro lado Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal, entre otros, se plegaron a la neutralidad postulada por las otras fuerzas, pero principalmente a la que aún sostienen abiertamente los diez gobernadores de ese espacio, a la que hay que sumar la divulgada por Juan Schiaretti, Hacemos por Nuestro País, y el Frente de Izquierda de los Trabajadores (FIT). En definitiva, al margen de las sospechas, los guiños y de las críticas más duras hacia un espacio que a otro, lo que deja un mensaje encubierto, formalmente los únicos que se la “jugaron”, fueron los integrantes de un sector del Pro.
¿Influye en el electorado la decisión de los dirigentes? Sin dudas la de Mauricio Macri sí, porque como expresidente tiene cierta ascendencia sobre un núcleo duro de los votantes opositores, su postura “Milei es lo nuevo, lo distinto, no gobernó, no robó y no mintió”, ayuda a tomar la decisión de volcarse por el libertario, pero no en términos de inclinar su voto sino en la posibilidad de hacerlo público, de transparentar algo que realmente iba a suceder en el cuarto oscuro, para aquellos que decididamente están a favor de impedir la continuidad del peronismo en el poder y habían votado a Bullrich en la PASO y en primera vuelta, el voto por Milei era cantado, más allá de la bronca por el destrato y los insultos recibidos durante la campaña por el libertario y que rápidamente imitaron sus seguidores, jamás dudarían en votarle en contra al kirchnerismo. Del otro lado, la mayoría de la dirigencia de JxC se manifestó neutral a sabiendas de que una gran porción de sus electores no votará por Sergio Massa, aunque no en su totalidad. Existe un grupo minoritario que lo elige para evitar que gane Milei, y no son aquellos llamados radicales K, que llevan años engrosando el kirchnerismo y cuya posición era conocida y fue ratificada en un acto que fue utilizado en las últimas horas para confundir el debate, sino de los que aún se mantienen orgánicamente y que se vieron representados por una carta que firmaron varios intelectuales señalando un apoyo crítico a Massa, aunque más bien se debe leer como una manifestación contra Milei. Varios de esos firmantes causaron sorpresa, entre ellos Graciela Fernández Meijide, que aclaró a LA NACION que los firmantes de dicha declaración coinciden en que es necesario “establecer un cordón democrático contra los peligros de una deriva autoritaria encarnados por Milei”.
Pero, en general, aun cuando se percibe en un sector importante de la sociedad la necesidad de no abandonar ese ánimo de ir por un cambio, cansados del fracaso que impuso el populismo -sobre todo en este último período, con Alberto Fernández, Cristina Kirchner y el mismo Sergio Massa como máximos responsables- aun así, para esa porción de electores, sobre todo para los históricos votantes radicales, que no militan ninguna causa interna, el resto del Pro y de la Coalición Cívica, el voto a Milei es un voto vergonzante, una opción que bajo ningún punto de vista tomarían porque su propuesta define casi todo lo que detestan. Ni siquiera ven en él y su espacio valores democráticos y republicanos. Con Milei el rechazo es mutuo. Pero, para ellos, optar por el mal menor es más complicado que para el resto, porque también tienen una historia de lucha contra el kirchnerismo.
Por todo esto, la doctrina del mal menor, esa que nos señala que se trata de optar por el mayor bien posible y así evitar el mal en lo posible, es válida siempre. Mucho más en una elección presidencial entre dos, donde la sociedad tiene que elegir su propio destino. En una elección libre, con todas las opciones sobre la mesa, existe el voto por convicción, pero también existe el voto “estratégico”, aquel que elige determinado candidato para que no gane otro o para que llegue a una segunda vuelta. No todos los votos en una elección libre son convencidos, mucha gente también opta cuando puede elegir. Y en un balotaje, donde se considera que las dos opciones son malas o no generan confianza (una porque representa la continuidad de un modelo absolutamente fracasado, minado de corrupción; y la otra porque no parece atenerse a los valores democráticos que un sector que pretende un cambio no ve y por eso desconfía), queda una tercera opción, porque si todo es malo y hay que elegir el mal menor, no estará de más acordar que en este caso el negarse a elegir, es decir, la abstención o voto en blanco, aun siendo un mal, puede ser el verdadero mal menor que ese sector del electorado está buscando.
En estos 17 días que restan para la elección lograr modificar esa voluntad de no elegir entre uno y otro es tarea primordial para los candidatos en carrera, quizás la más importante de toda la campaña, porque es ese el sector que definirá la elección.