Balance 2016. Los libros del año
Un recorrido por diez títulos destacados del año que termina, seleccionados por Ideas
A pesar de la crisis, hubo literatura y ensayos para todos los gustos. Entre los elegidos por Ideas, rescates como Stoner, la última narración de Don DeLillo y una gran historia del colombiano Juan Gabriel Vásquez; entre los argentinos se destacaron, entre otros, Mariana Enriquez, Martín Caparrós y Daniel Guebel
Simplemente, una vida de novela
Stoner, de John Williams (Fiordo)
Stoner es el apellido de quien protagoniza esta novela exacta, a la que misteriosamente no le falta ni le sobra una coma. La línea de vida de Stoner no puede ser más escueta. Nació a fines del siglo XIX en el Estados Unidos profundo, en una familia de granjeros pobres. Una simple cadena de factores le permitirá evadirse de ese destino: lo suyo será la enseñanza de la literatura clásica y una modesta carrera en el terreno académico. Se casará, tendrá una hija, se permitirá, a su pesar, un desliz. No faltará algún conflicto con cierto colega más ambicioso. Pero ¿son esas nimiedades las que hacen de Stoner una novela inolvidable? Quizá la clave de esta novela de John Williams -que se publicó en inglés en los años sesenta del siglo pasado y sólo comenzó a ser considerada críticamente en su país varias décadas después- resida en su tono decidido, cadencioso y sin sobresaltos, que dota a una vida simple, como la de cualquiera, de cualidades secretamente heroicas. Porque al fin de cuentas también el profesor Stoner tuvo, con sus pros y sus contras, una vida de novela.
Brujas y demonios cotidianos
Las cosas que perdimos en el fuego, de Mariana Enriquez (Anagrama)
Este libro de Mariana Enriquez le hace honor a una tradición que cuenta en sus filas con algunos de los autores más célebres de la literatura moderna, la del terror y sus variantes. Cada relato trabaja con precisión y ritmo aceitado los giros de la trama y, sobre todo, la construcción de un clima, con la convicción de que la contundencia de un relato de horror debe experimentarse en el cuerpo y que cada palabra debe apuntar su filo a los sentidos más que a la mente del lector. Pero más allá de su habilidad técnica, Enriquez se propone en estos relatos traducir a nuestro terreno cotidiano las fibras universales del terror. La historia social y política argentina de las últimas décadas, las barreras de clase, la culpa del voluntarismo progresista, la violencia social, policial o de género, ingresan en estos relatos con una naturalidad que asombra y que transforma el libro en una exploración de la identidad de la clase media argentina a partir de los terrores que oculta con más esmero, sin caer en los lugares comunes del "color local". Un libro que suma efectividad y vuelo creativo.
Huellas de un científico aventurero
La invención de la naturaleza, por Andrea Wulf (Taurus)
En el prólogo a La invención de la naturaleza. El nuevo mundo de Alexander von Humboldt, Andrea Wulf asegura que su objetivo es devolverle al gran naturalista de principios del siglo XIX el lugar que le corresponde en la historia, pero también intentar comprender por qué pensamos el mundo natural como lo hacemos hoy. Lo logra, y con creces. En esta biografía, abundante en paisajes y cartas, Humboldt se revela como el apasionado y apasionante personaje que fue. Viajero incansable, puede escalar el Chimborazo o perderse en los rincones más apartados de Rusia. Memorioso implacable, puede conectar las más diversas observaciones científicas hechas a lo largo de las décadas para dar forma a sus teorías. Wulf no se pierde sólo en los vericuetos de una vida, sino que los pone en conexión con toda la red de influencias que sembró (Goethe o Darwin, entre tantos) y permite considerar legítimamente a Humboldt un adelantado cuyas ideas, radicalmente originales, siguen marcándonos sin que siquiera lo sospechemos.
Una mirada a la literatura argentina
Las tres vanguardias, de Ricardo Piglia (Eterna Cadencia)
La edición del seminario de diez clases que Ricardo Piglia dictó en la Universidad de Buenos Aires en 1990 es sin duda un acontecimiento crucial para los amantes de la literatura argentina. Centrado en las obras de Juan José Saer, Manuel Puig y Rodolfo Walsh, Piglia construye su propia lectura del canon nacional y privilegia un modo de creación artística de ruptura que comienza con Macedonio Fernández y abarca los picos más altos de la literatura argentina del siglo XX. Su argumentación apela a una intensa reflexión teórica para señalar problemas culturales y políticos, la marca característica del autor de Respiración artificial. A este libro se sumó también en 2016 Los años felices (Anagrama), segundo tomo de Los diarios de Emilio Renzi, el extenso proyecto autobiográfico de Piglia. Este tomo, que abarca el período entre 1968 y 1975, está marcado por la coincidencia entre la época de mayor violencia política del país y los primeros pasos de Piglia como escritor de ficción. Dos grandes libros de un autor y crítico insoslayable.
La violencia, en una trama de complots
La forma de las ruinas, de Juan Gabriel Vásquez (Alfaguara)
Cómo narrar la violencia de una sociedad sin ceder a la espectacularidad pirotécnica es sólo una de las proezas narrativas del colombiano Juan Gabriel Vásquez en su formidable La forma de las ruinas. La novela se mueve sutilmente entre la experiencia personal y la vorágine de las fantasías colectivas. El narrador, que comparte nombre y apellido con el autor, retorna a su país después de vivir muchos años en Barcelona. Pronto la angustia del retorno, que se confunde con su próxima paternidad, se ve contaminada por diversas apariciones: un personaje paranoico, la reliquia de unos restos óseos y una sucesión de subtramas conspirativas, desde la muerte de Gardel hasta Kennedy. En el corazón de la intriga se encuentran dos de los atentados políticos más importantes de la historia colombiana: el de Jorge Eliécer Gaitán (que en 1948 dio inicio al Bogotazo) y el de Rafael Uribe Uribe (asesinado en un lejano 1914). Hay muchas historias en La forma de las ruinas, pero con su pulso narrativo Vásquez logra que sean, como debe ser en una novela, una sola.
Ambiciosa, clásica y experimental
El absoluto, de Daniel Guebel (Literatura Random House)
Escrita a lo largo de diez años, El absoluto es una novela compleja y ambiciosa, a la vez experimental y clásica, seria y humorística, en la que Daniel Guebel define su idea de la literatura, a la vez que la hace estallar. La novela narra la saga de los Scriabin-Deliuskin, una familia de creadores fallidos, antepasados del compositor ruso Alexander Scriabin. Su extenso derrotero comienza en la Rusia del siglo XVIII, con Frantisek Deliuskin, un músico que establece una correspondencia entre la ejecución musical y las prácticas eróticas. El relato continúa con su hijo Andrei, cuyas anotaciones en un tomo de los Ejercicios espirituales de Loyola influirán en el pensamiento político de Lenin, y se detiene en la biografía del propio Alexander Scriabin quien, entre la creación musical y el ocultismo, ambiciona una obra capaz de cambiar el curso del universo. En una pareja obsesión con la locura, el misticismo y el arte, Guebel intenta captar la chispa de genialidad oculta en grandes fracasos personales, aquellos que quizá, inadvertidamente, anticipan los acontecimientos del porvenir.
Diálogos sobre películas imperdibles
A propósito de Godard, de Harun Farocki y Kaja Silverman (Caja Negra)
El año que se va dejó entre su cosecha varios libros de alto nivel sobre cine. Hubo una recopilación de ensayos de Siegfrid Kracauer, el autor de De Caligari a Hitler, y Memorias de un cinéfilo, de Henri Langlois, el influyente director de la cinemateca francesa (ambos editados por El Cuenco de Plata). También Cine. Modo de empleo, de Jean-Louis Comolli (publicado por Manantial) y artículos de Wim Wenders (Los píxeles de Cézanne). A todos ellos se le suma un imperdible libro a dos voces: A propósito de Godard. El director de Sin aliento no comparece personalmente en estas páginas. Los que dialogan son el alemán Harun Farocki (uno de los últimos grandes documentalistas) y la teórica de cine Kaja Silverman. Ambos desgranan ocho películas, que cubren diferentes etapas del trabajo de Godard (de Vivir su vida, de 1962, a Nouvelle Vague, 1990), al ritmo minucioso de cada cinta. Godard es difícil, pero Farocki y Silverman despliegan sus ideas con una claridad y una inteligencia tales que le facilitan a cualquier espectador -cualquier lector- toda clase de hallazgos.
Fantasía sobre el fin de la muerte
Cero K, de Don DeLillo (Seix Barral)
Aunque su escritura brilló más en novelas anteriores, la última obra narrativa de Don DeLillo, Cero K, no cede en su búsqueda urgente de pensar el mundo contemporáneo y sus aporías. A la suma de sus obsesiones, la paranoia de las sociedades de control, la irracionalidad del capitalismo financiero y la anulación de la experiencia en manos de la tecnología, Cero K le suma un nuevo capítulo en el que la ciencia se transforma en el medio de transformación definitiva de la naturaleza humana: el fin de la muerte. Trascender la frontera final de lo viviente es el objetivo del anciano magnate Ross Lockhart, que trabaja en un refugio perdido de los páramos de la ex Unión Soviética para congelar en una cámara criogénica a su mujer enferma. Su hijo, un treintañero residente en Nueva York, donde conoce bien la monotonía de una vida de pasiones gises, será quien lo ponga en cuestión, sometiéndolo a un dilema insalvable cuando decide acompañar a su madre a en el viaje a través de la vida suspendida. Un relato de intensa reflexión metafísica.
Una narración inclasificable e hipnótica
Leñador, de Mike Wilson (Fiordo)
Podría decirse que Leñador, del chileno Mike Wilson, es una novela total. Ambientada en un campamento de leñadores en Yukón, cerca de Alaska, el libro está protagonizado y narrado por un hombre del sur del continente (acaso argentino) que recala en ese inhóspito paisaje. Fue soldado en una guerra y también boxeador, pero su vida colapsó. De ahí su huida a esa apartada región del noroeste canadiense, donde dedica sus días a la tala. El relato se estructura de dos modos. Una larga serie de entradas de tono enciclopédico informa sobre las actividades, costumbres, instrumental, normas de convivencia de los leñadores. Por otra parte, se intercalan anotaciones del protagonista en un registro personal, cercano al diario. Esa contraposición, que oscila entre el registro de una forma de vida y la encarnación de esa forma en una existencia particular -de la que poco se sabe, más allá de la subjetividad entrevista- produce un efecto hipnótico. Poco importa si hay o no trama convencional. Leñador resulta una novela total porque logra la ilusión de ser un perfecto bloque de realidad.
El dilema de un intelectual ante la patria
Echeverría, de Martín Caparrós (Anagrama)
Con su doble perfil de narrador de ficciones y periodista, autor de crónicas que no eluden la toma de posición ideológica y, a la vez, propulsor de una ética de la información que respeta el pensamiento individual, Martín Caparrós se adecua aún a un tipo de escritor intelectual que casi ha desaparecido de la esfera pública. Parece entonces una consecuencia necesaria que haya emprendido, en Echeverría, la biografía novelada de uno de los primeros escritores argentinos que ocuparon ese papel de intelectual crítico. Un relato en el que se cifra también una clave de la identidad nacional: Esteban Echeverría, con su pluma, lucha por crear de la nada una literatura digna del espíritu romántico de las obras que ama, cuando por el barro de la aldea local apenas circula un pálido reflejo de la Ilustración europea. El otro drama, acaso el que despierta más pasión en la escritura del propio Caparrós, es el que se cifra en la violencia de "El matadero": cómo se construye un escritor cuando sólo puede definirse en el sometimiento o la rebelión frente al poder.