Balance 2016. Literatura: creatividad en un año difícil
Colectivos de editores, iniciativas digitales, festivales, redes sociales: la literatura buscó caminos alternativos en un 2016 con pocas ventas
Libreros y editores confirman lo que el resto intuye: durante el 2016 las ventas no dejaron de bajar. Lo muestran los números que publicó la Cámara Argentina del Libro para el primer semestre y todo indica que en el segundo no ha habido cambios. Pero ya se sabe -o al menos los argentinos estamos obligados a aprenderlo- que en tiempos difíciles algunas cuestiones florecen: este año hubo editoriales que optaron por abrir sus propias librerías y saltearse alguno de los eslabones de un sistema que no los beneficia, ferias, premios, colectivos de editores que salieron con más fuerza a buscar nuevos lectores.
Si vender libros fue difícil, vender literatura -poesía, narrativa o ensayo- lo fue mucho más, sobre todo para las pequeñas editoriales. Néstor González es editor de Las Cuarenta y desde hace diez años recorre el país, de Tilcara a El Bolsón, llevando sus libros a la puerta de las librerías. Forma parte del colectivo editorial Todo libro es político junto a Tinta Limón, Hekt, Milena Caserola y La Cebra. "Este año fue muy difícil", dice. "Se imprimió mucho menos, los precios quedaron muy caros a nivel internacional y la depresión del mercado interno afectó directamente al editor, a los correctores, a los diseñadores y sobre todo a la traducción, que había repuntado mucho. En las provincias, muchas librerías quedaron al límite, se achicaron las compras, les cuesta muchísimo invertir y esperar la venta." Que una librería de Jujuy o Tucumán no pueda acceder a lo que se está escribiendo tiene consecuencias complejas: los lectores quedan con una idea acotada de lo nuevo, que se circunscribe sólo a lo que las grandes editoriales envían.
Encuentro de editores
Sin duda, el éxito de la Feria de Editores fue uno de los hitos del año. Organizada por quinto año consecutivo por Víctor Malumián y Hernán López Winnie, de Ediciones Godot, contó con más de ochenta editoriales argentinas y de Chile, Uruguay, Colombia y México. Se vendieron 5100 libros en dos días y por las mesas repletas de ejemplares pasaron más de 6000 personas y algunos editores de los grandes grupos. Fue, también, un espacio de encuentro e intercambio para editores, y un éxito que ya puso en marcha la organización de una edición más grande para 2017.
Los números de la feria son importantes porque, por más amor a la literatura que se tenga, la venta es la única garantía de supervivencia de una editorial. Y porque puso en evidencia la vitalidad del sector de las editoriales llamadas "independientes" -heterogéneo y en expansión-, y su creciente atractivo para autores y lectores muy diversos.
Además de las ferias, algunos colectivos editoriales tomaron mayor impulso. Fue el caso de La Coop, un grupo formado por doce editoriales que este año tuvo por primera vez su stand en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Según cuenta Marcos Almada, editor de Alto Pogo -una de las editoriales que integra el grupo-, pudieron ver que se venía un año difícil y apretaron el acelerador: visitaron setenta y cinco ferias -entre ellas la de Santiago de Chile- y armaron frentes de trabajo que les permitieron tener más puntos de venta.
Para Almada y González, la relación con las provincias es fundamental. Dice Almada: "No puede ser que no sepamos lo que se publica en Salta, pero sí lo que se publica en otras partes del mundo. Esta es una deuda del Estado. Nosotros, que estamos en contacto con ellos, lo vemos como una obligación. Este año hubo propuestas del Ministerio de Cultura y quizás a la larga se puedan armar proyectos en conjunto. Mi impresión es que están analizando el campo, lo que pasa es que nosotros tenemos que hacer algo ya", dice. El compromiso de Almada con los escritores que publica es contagioso; lo más interesante, dice, sería que además del libro pudieran viajar los escritores con más frecuencia dentro y fuera del país.
Para terminar un año en el que no pararon de moverse, los integrantes de La Coop abrieron su propia librería, en Bulnes 640. No fueron los únicos. A mediados de año, la editorial Bajo la Luna abrió Runrún, en Aguirre 456, y el distribuidor y editor Gabriel Waldhuter abrió Waldhuter Libros donde antes funcionaba la librería Paidós del Fondo (Santa Fe 1685). Estas librerías se suman a las ya clásicas, esas que cuentan con libreros de lujo y que siguen la idea de una curaduría: no son los grandes tanques quienes se apoyan en las mesas de novedades, sino las buenas propuestas.
Otra noticia para celelebrar fue el VI Premio de las Américas en Narrativa que ganó la novela Quema, de la autora catalana residente en nuestro país Ariadna Castellarnau, publicada por Gog & Magog. A pesar de que la editorial lleva doce años de actividad, el premio reposiciona a la editorial y la pone en la lupa de traductores y editores extranjeros.
Como cada año, las lecturas y los recitales funcionaron como espacio de circulación de textos. No sólo de poesía sino también de narrativa, como el ya clásico ciclo Carne Argentina. El éxito del Festival Internacional de Poesía de Rosario fue una muestra más de la importancia que tiene este evento en toda América latina como momento de debate e intercambio.
También las redes sociales confirmaron este año su lugar como espacio de conversación sobre literatura, de recomendación de textos y sugerencias de lectura. Facebook funcionó como un termómetro que algunos tomaron en serio y otros miraron con una sonrisa irónica. Uno de los últimos debates literarios fue el iniciado por el poeta Jorge Aulicino con su encuesta "La lira argentina, ¿cómo suena?", cuyas conclusiones pueden leerse en el blog Campo de maniobras, como una suerte de estado de la cuestión del campo poético actual. Por Facebook circularon durante 2016 crónicas, relatos, poemas; también fotos en las que se veía quién leía qué. Un espacio, el de las redes sociales, que algunos escritores saben aprovechar para la difusión de sus obras, pero en el que también los lectores -lejos de la crítica erudita, cerca de la pasión por la lectura- opinan, recomiendan, muestran sus ejemplares recién comprados y dan su veredicto con el texto recién terminado de leer. La red social de lectores Grandes Libros, nacida este año, o los podcasts literarios, como Señaladores -conducido por Eugenia Zicavo y Nicolás Artusi- o los producidos por Los Cartógrafos, son ejemplos de esta tendencia.
A pesar de que la recesión obligó a posponer títulos para el año que viene, algunas editoriales -muchas de las provincias, como Baltasara de Rosario o Editorial Nudista de Córdoba- se dieron el lujo de sacar libros bellísimos y ampliar colecciones. El listado sería largo. Valga como muestra Muchos Libros Felices, que editó libros que reúnen poesía y dibujos en ediciones realizadas con el sistema Risograph que les da un toque de "hecho a mano". La idea es vender packs de libros por Facebook y facilitar así la distribución.
O la irrupción de editoriales nuevas, como Leteo, a cargo de los escritores Jorge Consiglio y Christian Kupchik. Otro emprendimiento interesante del año es Deshielo, una editorial digital, sumamente cuidada, de descarga gratuita, que se solventa a partir de donaciones. Estas iniciativas son proyectos a largo plazo que ponen en circulación reimpresiones, editan autores nuevos, apuestan a textos que no dependen de la novedad para venderse. Confían en la capacidad que tiene la literatura para sobreponerse a la inmediatez de la coyuntura y abrirse paso, lento pero seguro.