Balance 2016. América Latina: una época más híbrida que refundacional
Tras 20 años ideológicamente densos, la región parece profundizar su heterogeneidad
América latina transitó su década "progresista", cuya condición de posibilidad fue la crisis del neoliberalismo -dominante en la década anterior- y un contexto mundial de aumento de los precios de las materias primas. Bajo esas condiciones emergieron tres "pactos" que habilitaron el llamado giro a la izquierda y lo blindaron con un consenso político sustancial, triunfos electorales y liderazgos fuertes que marcaron la política reciente: un pacto de consumo, un pacto de inclusión y un pacto de soberanía. Hoy, los cambios regionales y los nubarrones globales colocan a la región frente a una nueva geopolítica interna y externa. Por eso vale la pena mirar este 2016 desde una perspectiva temporal y espacial.
Sabemos con Eric Hobsbawm que los tiempos históricos pueden recortarse de tal manera que no siempre coinciden con los calendarios, que los siglos pueden tener más o menos de cien años y que lo mismo ocurre con las décadas. La década en cuestión tuvo, en efecto, entre diez y quince años, y en algunos países continúa si sólo miramos los liderazgos políticos. También es cierto que no toda la región giró a la izquierda: Colombia, Perú o México se mantuvieron en modelos market friendly -y también Chile, pese a sus gobiernos de centroizquierda, y gran parte de América Central-. Al mismo tiempo, y no menos importante, muchos gobiernos regionales permanecieron en manos de fuerzas situadas a la derecha de los nacionales. Finalmente, no hay que olvidar que detrás de la llamada "marea rosada" hay y hubo modelos políticos y económicos -y de liderazgo- muy disímiles: desde un Evo Morales prudente con la macroeconomía hasta un chavismo escasamente afecto a los equilibrios fiscales. "No un modelo, ni dos, sino un caleidoscopio", escribió el latinoamericanista británico Laurence Whitehead.
No obstante, lo dicho no excluye que existan climas de época configurativos, especialmente en una región marcada por la pasión política. Y ese clima parece haber cambiado en 2016. Al triunfo de Mauricio Macri en Argentina se suma la crisis venezolana, de más larga duración, pero que tomó nuevos bríos este año, el poco elegante impeachment contra Dilma Rousseff en Brasil, la derrota electoral de Evo Morales en el referéndum que lo habilitaría para competir por un cuarto mandato en 2019, y finalmente la sorpresiva derrota del "sí" a los acuerdos de paz en Colombia, ampliamente apoyados por las izquierdas de la región. Y, además, la muerte de Fidel Castro, una referencia simbólica-emotiva para las izquierdas en el poder de la región.¿Alcanzará todo esto para impulsar un nuevo giro ideológico o se profundizará el carácter heterogéneo de la realidad subregional?
La política indecisa
Si tomamos el caso argentino, donde hubo un efectivo cambio de tendencia, encontramos que la llamada "nueva derecha" se enfrenta con varias dificultades (que podrían emerger también en Brasil).
Una: si bien la memoria inmediata de la era "nacional-popular" habilitó su victoria en las urnas, no es menos cierto que existe una memoria bastante fresca de los años 90, a menudo reescrita en clave de "fracaso del neoliberalismo". Si esta hipótesis es cierta, podríamos pensar el futuro próximo de la región no en clave de "refundación" -como lo fueron los neoliberalismos de los años 80/90 y los neodesarrollismos de los años 2000-, sino como una disputa de memorias, que posiblemente dé como resultado proyectos más híbridos o indecisos, como el del macrismo.
La clave para la refundación es la crisis final de lo que terminó y ese tipo de crisis estuvo presente en los años 80 y en los primeros años 2000 -tanto en su vertiente económica como política-. Pero hoy, si bien la economía explica mucho del desgaste de los progresismos en el poder y la emergencia de una suerte de "realismo capitalista", estamos lejos de los derrumbes de pasado. Y las memorias se escriben a diario: si la situación empeora, podría mejorar el recuerdo del pasado reciente (sobre todo cuando hubo éxitos efectivos junto con desaguisados no menos evidentes). Ahí está la ostalgie -nostalgia por la Alemania comunista-, un sentimiento que también persistió en capas de la población en el este europeo y en la propia Rusia.
Dos: los actores sociales -sindicatos, movimientos territoriales- reforzados en la década pasada mantienen elevados niveles de movilización y empoderamiento en la región, por lo que el ajuste "neoliberal" más clásico encuentra más obstáculos que en el pasado (ver, para el caso, los montos destinados por Macri a la política social; algo similar podría pasar en Venezuela con un triunfo de la oposición, que no podría ignorar al chavismo social).
Tres: las centroderechas regionales son más afines al mundo que hubiera intentado mantener en pie Hillary Clinton que al universo del imprevisible Donald Trump. Como ironizó el politólogo Andrés Malamud, "cuando volvimos al mundo, el mundo se había ido". Para Juan Tokatlian, es apresurado sacar conclusiones sobre los efectos que tendrá la administración Trump. "Los «porristas» de la globalización dicen que no va a pasar nada. Algunos anuncian que el efecto será bajo y otros anticipan momentos oscuros", dice el profesor de la Universidad Di Tella. Agrega que, "durante su primer año, el gobierno de Macri tuvo un diagnóstico optimista-ingenuo en relación con el mundo. Pero ya antes de la llegada de Trump la globalización asimétrica estaba severamente cuestionada, el comercio internacional estancado y el multilateralismo debilitado". La crisis de Brasil no ayuda. Como escribió el investigador Alejandro Frenkel, si ayer Brasil fue hasta cierto punto un factor de estabilidad, tras el impeachment devino uno de los combustibles de la polarización regional, "un elefante en el bazar sudamericano". Habrá que ver qué pasa en México y cómo redefine su relación con EE.UU. y con América latina.
El mundo se volvió una cartografía a descifrar. Hasta el estadounidense Francis Fukuyama está repensando su categoría estrella -"el fin de la historia"- tras el triunfo del magnate de la construcción. En efecto, Trump incomoda por igual a la izquierda (que coincide con sus críticas al libre comercio pero desprecia sus aristas racistas, burguesas-arrivistas y ultraderechistas) y a la centroderecha, que podría admirar su carácter de "hombre de negocios exitoso" pero no comulga con su globalifobia.
2016 puso sobre la mesa otro elemento. Dos hechos inconexos como el referéndum colombiano y el triunfo del polémico Marcelo Crivella como alcalde de Río de Janeiro están unidos por un mismo hilo rojo: la emergencia de fuerzas conservadoras que buscan revertir los avances en derechos, igualdad y reconocimiento de las diversidades sexuales y contraponer a la llamada "ideología de género" los valores de la "familia tradicional". El triunfo de Trump, las movilizaciones contra el matrimonio "para todos" en Francia, la reciente victoria del conservador y ultraliberal François Fillon como candidato de la derecha y la contrarrevolución cultural que propone el líder polaco Jaros?aw Kaczy?ski van por esa vía. Y la región no es ajena a quienes se autoproclaman enemigos de la izquierda cultural o del liberalismo progresista.
En el caso colombiano, el tema de "los valores" se coló en el plebiscito que debía decidir sobre los acuerdos de paz entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y cosechó apoyos para el "no", que se impuso contra todo pronóstico. Y en la ex capital de Brasil, el triunfo del representante de la Iglesia Universal del Reino de Dios ("pare de sufrir") -sobrino del polémico Edir Macedo, multimillonario y fundador de la Iglesia- deja ver el "poder evangélico" en expansión.
"No me queda tan claro esto del giro a la derecha. Incluso en la Argentina, no sé ni cuán fuerte es Macri, ni cuán a la derecha. En general los electores tienen buenas razones para protestar, tanto contra Peña Nieto y Santos como contra Bachelet y Maduro. No es estrictamente asunto de izquierda contra derecha", resume Whitehead.
En efecto, después de dos décadas ideológicamente densas, lo cierto es que América latina parece estar entrando en una década más incierta, más caleidoscópica, más alejada de la "refundación permanente", con cielos más difíciles de conquistar. Malamud provoca: "En el mundo actual una región irrelevante pero democrática y sin guerras interestatales es un lujo. Y quizás dentro de poco sea una excepción".