Azerbaiyán da nuevo ímpetu al genocidio cultural contra Armenia
Después de la guerra no provocada contra Armenia que lanzó con el apoyo de Turquía y que dejó miles de muertos y destrucción en el territorio armenio de Artsaj o, como es más conocido, Nagorno-Karabaj,Azerbaiyán ha emprendido una campaña periodística y relaciones públicas promoviendo su presunto carácter tolerante y multiétnico. En particular, Azerbaiyán parece estar sensible a los testimonios del genocidio cultural que está llevando a cabo no solamente desde el inicio de esta guerra el 27 de septiembre pasado, sino desde antes de su propia independencia.
Esta campaña de genocidio cultural de Azerbaiyán responde a una necesidad primaria: adueñarse de territorios de la población armenia nativa. Como la Turquía moderna, su mentor ideológico, Azerbaiyán nace del Genocidio Armenio. Ambos países se han formado después de la conquista de la población nativa -armenios, griegos, asirios, y otros- que las hordas turcas y tártaras aniquilaron o desplazaron en masacres y guerras sucesivas.
El objetivo es eliminar los rastros de la población original exterminada. Por ello, desde 1915 Turquía ha emprendido una política de reconversión de las iglesias armenias en los territorios usurpados en mezquitas, depósitos, basurales o establos. Aún en los peores días de la guerra, el gobierno de la república de Artsaj puso empeño en preservar las mezquitas en su territorio.
El principal testimonio de esta política deliberada de destrucción de Azerbaiyán fue el bombardeo indiscriminado de la catedral armenia de Shushi, en Artsaj, durante esta guerra. Es obvio que no revestía ningún objetivo militar. Los actos de profanación de la catedral posteriores a la ocupación de Shushi por parte del ejército de Azerbaiyán-con inscripciones racistas e insultos, destrucción de cruces y esculturas- tampoco respondían a ninguna acción bélica.
Sin embargo, el mayor atentado al patrimonio cultural por parte de Azerbaiyán fue la destrucción del mayor cementerio armenio antiguo en Julfa, en la región de Najicheván, donde había más de 10.000 cruces de piedra armenias, o jachkares, una de las creaciones artísticas más características de la civilización armenia. En diciembre de 2005, el gobierno de Azerbaiyán emprendió la destrucción sistemática del cementerio, que fue convertido en un campo de tiro y adiestramiento del ejército. Hay fotografías y videos de la destrucción con mazos por parte de solados azerbaiyanos, en lo que el diario británico The Guardian ha calificado como el caso más grave de genocidio cultural en lo que va del siglo XXI.
Pero la campaña azerbaiyana de eliminar todo vestigio de cultura armenia venía de antes. En agosto de 2005, el investigador escocés Steven Sim fue detenido cuando quiso documentar el estado de las iglesias y monumentos armenios en Najicheván. Sim encontró lotes vacíos sin rastros de las iglesias. La policía azerbaiyana lo detuvo y durante su interrogatorio le dijo que las fotos originales de tales iglesias "eran falsas" y que los armenios "habían insertado" las fotos de las iglesias posteriormente.
Esta política antecede incluso a la independencia de Azerbaiyán en 1991, tras el colapso de la Unión Soviética. En 1975, las autoridades del Azerbaiyán soviético destruyeron la iglesia armenia de la Santísima Trinidad, construida en el año 705, para llevar a cabo un espurio proyecto de obra pública.
A la destrucción se suma también la tergiversación. Azerbaiyán ahora califica las iglesias y monasterios en territorios ocupados -y de monumentos "albanos caucásicos"-. Los albanos del Cáucaso -que fuera de la similitud del nombre no tienen ninguna relación con Albania o los albaneses de los Balcanes- son una minoría que desapareció en el siglo VIII, asimilándose entre los armenios. Azerbaiyán, en su afán por negar la presencia de armenios en los territorios que ha ocupado, elimina, por ejemplo, las inscripciones en armenio en tales iglesias y monasterios, y las reclasifica como "albanas". En esto también, sigue el ejemplo de Turquía, donde se encuentra la antigua capital armenia de Ani, ahora una ciudad fantasma, donde absolutamente ningún cartel informativo menciona siquiera la palabra "armenio" en iglesias donde aún hay inscripciones en armenio.
Todo esto responde a un objetivo preciso: no dejar huellas de la existencia armenia en los territorios que, a fuerza de masacres y guerras, Azerbaiyán y Turquía han conquistado de Armenia.
Es fundamental el papel del periodismo independiente en todo esto. Su labor no está en el argumento falaz de "las dos campanas", sino en la examinación crítica de las pruebas y testimonios. Ello, sin embargo, tiene que llevarse a cabo sin más demora. Después de 1915, en Turquía prácticamente no han quedado muestras de la milenaria presencia armenia en los territorios ocupados del Altiplano Armenio de Asia Menor, o lo que los turcos llaman Anatolia. Azerbaiyán hace décadas que persigue el mismo objetivo.
Autor de Nación secreta: los armenios ocultos de Turquía, I.B. Tauris (Londres y Nueva York, 2018)