Autorretrato: Nicola Costantino
Mientras exhibe en la galería Barro El verdadero jardín nunca es verde, instalación inspirada en El jardín de las delicias, la artista repasa en primera persona los principales hitos de su carrera
Ambigüedad inquietante
Crecí en la fábrica de mi mamá, diseñando ropa desde los trece años. Desde chica tuve pasión por el arte. A los veinte años, cuando vi por primera vez El jardín de las delicias de El Bosco, me fascinó. Es una pintura única, inabordable, contemporánea. Con el tiempo, descubrí que mi obra tenía un punto de contacto con la de El Bosco en el aspecto inquietante y enigmático. Me interesa mostrar en mis obras los puntos grises, esos lugares contradictorios e hipócritas en los que otros no se meten. No juzgo: si tengo una posición, trato de ser ambigua para que el espectador haga su propia interpretación.
La fuente de la vida
La instalación El verdadero jardín nunca es verde, que se exhibe en la galería Barro, tiene como eje central la fuente de la vida que aparece en El jardín de las delicias. Esa fuente es una aparición monstruosa, una aberración que incluye elementos orgánicos. No me interesaba recrear la obra, sino construir un paisaje apocalíptico futurista. Hice la fuente de la vida quinientos años después. Me llevó un año de producción escultórica y otro de producción fotográfica.
Se accede a la fuente al cruzar un gran vallado de madera, como los que se usan en la construcción, con pinturas en la parte interior. Es como un ciclorama con referencias al amor, la amistad, la maternidad y la provisión del alimento con la mujer cazadora. Es un sitio atemporal con situaciones arquetípicas ancestrales. La carnalidad y la sexualidad que aparecen en la obra de El Bosco devienen en mi instalación sangre y carne para consumo. El jardín que uno se encuentra es un desierto, y los leones, tigres y pájaros fueron hechos a partir de fotos de animales embalsamados que tomé en el Museo de Ciencias Naturales. En la vida, las cosas nunca son maravillosas. Sin embargo, el título de la muestra es también positivo: quizás el verde no es el color del verdadero jardín.
El propio cuerpo
El cuerpo en mis obras es un terreno de debate, desde los jabones con esencia de Nicola que hice con mi propia grasa para aludir a la imposición social de cierto ideal de belleza. En Rapsodia inconclusa, el vestido-máquina es una pieza que evoca el corset que usó Eva Perón para despedirse del pueblo de pie. Es un objeto poseído por la energía de una mujer que no quiere morir, que busca escapar de ese destino; una máquina capaz de dar vida a un cuerpo que yo personifiqué.
En El verdadero jardín nunca es verde, las tres Gracias se hicieron con esculturas de mi propio cuerpo. Para hacer los moldes, me cubrieron durante una hora con setenta kilos de material que gelifica en unos minutos: el cuerpo se acalambra, todo empieza a doler, se siente claustrofobia. Para otras obras en las que tuve que hacer calcos de mi cabeza, respiré por un sistema de mangueras. En Tráiler, para hacer el molde de mi cara me anestesié los ojos para mantenerlos abiertos.
Los animales
Siempre me interesó la violencia que se ejerce sobre los animales por el consumismo. Empecé mi carrera haciendo taxidermia y momificación de animales para usarlos como moldes para mis esculturas. Momifiqué terneros, hice animales embalsamados envasados al vacío y una performance en la que esos animales eran servidos para comer. Durante diez años hice Chancho-bolas, cadenas de pollo, hocicos de animales, peletería (calcos de cuerpos, tapados de piel, carteras y zapatos con símil piel humana que llamé Peletería humana). Trabajé también con fetos de terneros y caballos, a partir de una experiencia en el campo en la que vi por primera vez cómo les sacaban los fetos a las vacas que mueren preñadas.
Mi última obra con animales fue un friso de nonatos. Imaginé tuberías dentro de las paredes, que eran una especie de intramundo o hallazgo policial, como cuando demuelen una construcción y aparecen fosas o cuerpos enterrados. Hice nonatos atascados en el vientre materno. Estaban acurrucados (a algunos se les veía el cordón umbilical), abrazados, durmiendo relajados: una especie de limbo perturbador. Para mí esa obra es todo lo que no ve la luz: los sueños que no logramos realizar. Siempre quise tener un hijo y sentía que era difícil que pudiera lograrlo con la vida que llevaba; estaba muy metida en mi carrera. Era un sueño que no sabía si vería la luz.
Aquiles
Mientras buscaba cómo quedar embarazada hice Tráiler, que es el supuesto tráiler de una película que nunca existió ni existirá, en la que yo tenía a mi hijo sola y me duplicaba para afrontar esa responsabilidad. Es una especie de film noir donde termino matando a mi doble. En paralelo a ese proceso, recurrí a un banco de esperma y quedé embarazada de Aquiles.
Producción: Marina Oybin