Aunque ya no en la primera línea del radar, Ucrania continúa invadida y bombardeada
La inesperada visita de Anthony Blinken el jueves 7 de septiembre a Ucrania y su promesa de adicionar mil millones de dólares de ayuda para poder seguir resistiendo la invasión rusa a sus territorios, es un soplo de aire fresco cuando algunas dudas se levantan en el horizonte sobre el apoyo futuro de Occidente al país del Este europeo.
Cuando más se acercan las elecciones de fines de 2024 en Estados Unidos, las autoridades actuales se tornan cada vez más cautelosas respecto de como debe seguir resultando su apoyo a Ucrania.
Encuestas de esta semana, señalan que el presidente Joe Biden cuenta apenas con el 39% de apoyo de los estadounidenses acerca de su gestión hasta el momento. También dicen esas encuestas que si las elecciones fueran hoy, Biden perdería con cualquiera de los candidatos republicanos, y sabemos que todos ellos, salvo Nicky Haley -con escasísimas probabilidades de ganar- ya han señalado que Ucrania, en su gobierno, no seguirá siendo un factor prioritario de la política exterior del país del norte y que las ayudas, si bien no cesarían, serían fuertemente disminuidas.
Incluso en el Partido Demócrata, se están postulando nuevos interesados en participar de la contienda electoral, entre ellos el hijo de Robert Kennedy, Robert F. Kennedy jr., quien mantiene posturas muy disruptivas dentro de las filas demócratas, y dentro de ellas, una de las que más resalta es la de dejar de dar apoyo a Ucrania y considerar, además, que la guerra no fue solo culpa de Rusia sino también producto de la equivocadísima idea, a mi juicio, de un “estrangulamiento” y “peligroso acercamiento” de la OTAN a las fronteras rusas. Ergo: que Ucrania “se las buscó”.
Para colmo de males, el gobierno de Biden actualmente da muestras de que, aun cuando sigue apoyando firmemente a Ucrania, para este momento de los EEUU, la política actual de China y su pretensión de hacer retornar a Taiwán bajo su soberanía y el asedio a sus vecinos en el Mar de la China, es claramente su principal preocupación. Además, la política exterior de la administración Biden está impulsando un acuerdo entre Israel y Arabia Saudita que tendría dos derivaciones importantes: impactaría en los acuerdos de Oslo entre Israel y Palestina, al tiempo que le quitaría preponderancia al Acuerdo de restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Arabia Saudita e Irán, acuerdo este logrado bajo los auspicios de China. El eventual acuerdo entre sauditas e israelíes es ahora el principal logro que busca la administración Biden para antes de finalizar su primer mandato.
Esa pérdida del principal protagonismo de Ucrania en la consideración de EE.UU., primero con China y ahora con este eventual acuerdo en Medio Oriente, no son buenas noticias dado la gran dependencia del apoyo armamentístico de Estados Unidos y de Occidente, ya que el armamento propio se perdió casi por completo, y por lo tanto depende cada vez más de esa ayuda. Además, en estos momentos la industria armamentística ucraniana solo está produciendo de buena manera y cantidad, drones y aviones no tripulados y algunos misiles. El resto, sobremanera el armamento sofisticado, depende exclusivamente de Estados Unidos y Occidente.
También en cuestiones de apoyos o reticencias, para un país como el nuestro no pueden pasar desapercibidas las definiciones del Presidente de nuestro principal aliado comercial y estratégico, Brasil. En efecto, Lula Da Silva, además de apoyar la moción rusa en la ultima reunión del Grupo en New Delhi para que no se incluyera un párrafo sobre la Invasión a Ucrania, acaba de declarar a su llegada a Brasil que para la próxima reunión del G-20, que se llevará a cabo en Río de Janeiro en noviembre de 2024, invitará a participar al presidente ruso Vladimir Putin, a pesar que tiene orden de captura internacional, por parte del Tribunal Internacional de Justicia, acusado de secuestrar a tres mil niños ucranianos e introducirlos en Rusia.
“Puedo decirle que si yo soy presidente de Brasil y si él viene a Brasil, no tiene que ser detenido”, declaró Lula a los medios el domingo 10. Un día después, relativizó sus dichos afirmando que será la Justicia brasileña y no su Gobierno el que decida sobre el arresto de Putin en Brasil.
Sea como fuere, todas estas últimas declaraciones extemporáneas de Lula respecto de la guerra en Ucrania y su aparente alineamiento a las iniciativas de China y Rusia -en particular la invitación del Grupo BRICS para el ingreso de Argentina, nada menos que junto a Irán- tienen que configurar un llamado de atención para las próximas autoridades de nuestra política exterior, a sabiendas que en la actualidad contamos con un Lula reloaded -vaya uno a saber si por despecho de haber estado encarcelado, a su juicio injustamente, pocos años atrás; o a sus 75 años y en su tercera presidencia, Lula extrae de su bagaje intelectual el “comunismo tardío” que no aplicó, sabiamente hay que decirlo, en sus dos primeras presidencias.
Eso si, no es cuestión de dar “saltos al vacío” en este tema al igual que en otros, ni hacer “simplificaciones facilistas que suenan más a atajos o a la apelación de “soluciones mágicas” del tipo “en política exterior voy a alinearme solo con EEUU e Israel”, porque las relaciones exteriores son mucho más complejas y profundas que eso, y las decisiones que se tomen, también allí, deben ser producto de profundo análisis, evaluación y comprensión de los múltiples escenarios internacionales existentes.
La contraofensiva ucraniana en el Este y el Sur de su territorio, que comenzó tenuemente en el último mes de junio, comienza a mostrar algunos resultados favorables que llegan de manera plausible cuando se acerca el otoño y el invierno boreal. Con las inclemencias climáticas extremas como las que tiene un país como Ucrania, seguramente llegará también una pausa en esa contraofensiva. Vale decir, que la ofensiva ucraniana perderá impulso o incluso se detendrá casi por completo, a más tardar a mediados o fines de noviembre.
La noticia más importante de esta nueva contraofensiva es que hace aproximadamente una semana, Ucrania superó por completo la primera línea de defensa rusa, la sofisticada “línea Fabergé” -llamada así por lo costosa que resultó- y se encuentra ahora en buenas condiciones de atacar a la retaguardia rusa luego de superadas las segundas y terceras líneas de defensa que aun permanecen, pero que según el Strategic International Studies of War, con sede en Gran Bretaña, son muchísimo menos sofisticadas y por lo tanto más fáciles y menos costosas en vidas ucranianas para superar.
Otro elemento clave de la actualidad bélica, es que en los últimos dos o tres meses, Ucrania pasó de estar solo en fase de repeler los ataque para defender sus territorios invadidos, a implementar -cada vez con mayor regularidad y frecuencia- osados ataques en territorio rusos, incluido Moscú, creando confusión y preocupación en autoridades y población rusas. Lo mismo ocurrió con ataques muy quirúrgicos a instalaciones portuarias, navales y de depósitos de armamentos en la anexada unilateralmente Crimea, al punto que en la península, además de la evidente preocupación de autoridades y población en general, cayeron estrepitosamente las reservas de los rusos continentales en los lujosos resorts de la península, infligiendo así un costo catastrófico al turismo ruso allí.
Todavía no está claro si Ucrania podrá, en los dos escasos meses que le quedan, antes de la obligada pausa invernal, acercarse de manera estrecha a las poblaciones del Mar de Azov, particularmente la ciudad puerto de Melitopol, y cortar la línea de suministros bélicos rusos desde Crimea, así como también dejar divididos en dos a los ejércitos rusos, lo cual le asestaría un golpe casi letal para la continuidad de la defensa rusa de los territorios anexados ilegalmente, primero Donetsk y Lugansk (el Donbas) en 2014 y luego Zaporishia y Kherson, en 2022. Al tiempo que, de lograr esa separación o división de los ejércitos rusos, le complicaría en gran medida a la Federación poder fortificar sus defensas en la pausa invernal, como lo hiciera de buena manera el año anterior.
De cualquier manera, ello no indica que Rusia vaya a perder la contienda ni tampoco que se acorte la misma. Ciertamente, la guerra continuará todo el 2024, y la resolución definitiva es muy posible que se extienda aun bastante más allá. Por su parte, Rusia, ante un escenario bélico negativo, podría apelar a atacar con aun mayor fiereza (si cabe) a poblaciones civiles ucranias tratando de desmoralizar a la población (lo acaba de hacer estos días) y quizás también quiera apelar a atacar desde otros lugares a Ucrania, y hasta quizás a otros países.
El reconfigurado Grupo Wagner se ha instalado fuertemente en Bielorrusia con diez mil militares/mercenarios fuertemente adiestrados, y antes de fin de año serán emplazadas allí la totalidad de los misiles tácticos nucleares rusos cedidos a Minsk, apuntando a Polonia y Lituania. Polonia ha llevado a sus fronteras con Bielorrusia a tres regimientos también fuertemente adiestrados y militarizados, así como también misiles convencionales. Lo mismo hizo Lituania.
El llamado corredor Suwalki es hoy en día uno de los puntos más calientes del planeta. Lo mismo ocurre con el enclave ruso de Kaliningrado, donde la Federación también ha fortificado con misiles tácticos nucleares apuntándolos también a Polonia y Lituania. Una chispa o un mal cálculo de cualquiera de los países de esa región, podría desencadenar una escalada de imprevisibles proporciones y resultados.
También Rumania acaba de denunciar la semana pasada, por medio de su Ministro de Defensa, Ángel Tilvar, que ha encontrado restos de un misil ruso en su territorio y ha calificado al hecho como “grave”. Cabe resaltar que ya en los meses de febrero y junio de este año, poblaciones civiles rumanas habían denunciado que habían encontrado restos de misiles rusos en sus tierras cercanas, y que al mismo tiempo señalaban que eran incesantes la cantidad de misiles rusos que surcaban sus cielos tratando de llegar a los puertos ucranianos en el Danubio, muy cerca del territorio rumano. En los dos casos anteriores (febrero y junio) el Ministerio de Defensa rumano prontamente salió a declarar, a contrario sensu de sus connacionales civiles, que no tenía constancia de los restos de misiles rusos en su territorio, así como tampoco que misiles rusos sobrevolaran (y violaran) el espacio aéreo rumano.
La confirmación del ministro de Defensa de Rumania ahora, quien de todos modos se ha esmerado en “descartar por el momento que se haya tratado de un ataque intencionado por parte de Rusia”, supone que “no habrá una respuesta militar por parte de Rumania, pero sí una protesta diplomática a la que doy por hecho que se sumará la OTAN”.
Este nuevo incidente no es el primero de este estilo en el que está involucrada Rusia, ya que en el pasado mes de mayo, Polonia confirmó que un misil sin explotar que había hallado en su territorio era efectivamente un proyectil lanzado por el ejército ruso. También en ese caso, Polonia, en consulta con las autoridades de la OTAN, prefirieron restarle importancia al hecho a fin de evitar una escalada.
Las preguntas que entonces se deberían formular son: ante los movimientos agresivos de Rusia en Bielorrusia y en Kaliningrado, amenazando a otros países, así como los hechos relatados en Rumania y Polonia, ¿cómo seguirá desarrollándose la guerra en Ucrania si, tal como parece, el conflicto se hace cada vez más cuesta arriba para la Federación? El otro interrogante es: ¿la guerra, seguirá solo circunscripta a Ucrania o se extenderá a países vecinos, para colmo países integrantes de la OTAN?
Todos los escenarios son posibles y probables y todas las consecuencias de esos escenarios también. Es de esperar que las reacciones a esos escenarios no sean tardías, como la historia ya ha demostrado, en esta guerra y en otras anteriores.