Audiolibros, literatura para escuchar
Los textos grabados, que son un fenómeno de ventas en otros países, se abren paso con timidez en la Argentina; los más jóvenes siguen eligiendo libros en papel
Dianela Dadone, de poco más de 20 años, estudiante de Letras, llega cada sábado por la tarde a la casa de Anita Fasano con el libro que están leyendo. Durante una hora y media, Dianela lee y Anita escucha, que para ella es un modo de leer. "Hoy pensé en mostrarle Cortázar", a veces se anima la joven, y así abren un paréntesis entre los "novelones clásicos" que propone su compañera, una lectora voraz a quien la edad le trajo una discapacidad visual severa. "Disfruto mucho de escuchar leer", cuenta Anita. Los días de la semana, cuando no viene Dianela, a la hora de la siesta ella suple la ausencia con un audiolibro de su colección. "Escuché Los miserables, Ulises, La vuelta al mundo en 80 días, Crimen y castigo, todos los clásicos", dice. Los escuchó y vuelve a ellos.
El fenómeno del audiolibro, esta modalidad del texto escuchado que despliega la historia en una especie de 3D auditiva, existe desde hace unos diez años en otros países y empieza tímidamente a instalarse en la Argentina. Catalina Lucas, digital manager de Penguin Random House, una editorial pionera en el país con esta propuesta, señala que hace poco más de un año empezaron con una prueba piloto sobre la base de la experiencia de la editorial en Estados Unidos (allí se centra el 80% de este mercado) y Gran Bretaña, donde creció el 40% el último año y el 14% de las ventas digitales proviene de audiolibros.
"El crecimiento del audiolibro en esos países es exponencial. Como editores en castellano aspiramos a crear un catálogo relevante para todos los mercados aunque somos conscientes de que, por el momento, ningún país de habla hispana desarrolló uno para este formato", dice.
En la Argentina Penguin Random House tiene unos 70 audiolibros a la venta y de éstos sólo dos son nacionales (Sobre el cielo y la tierra, de Jorge Bergoglio y Abraham Skorka, y Ágilmente, de Estanislao Bachrach, narrado por el propio autor). "Actualmente tenemos en producción más de cien títulos, entre los que incorporaremos autores como Isabel Allende, Bolaño y Pérez Reverte, entre otros", promete.
Además de esta tienda virtual, aun limitada para hispanohablantes, existen otras como Audible o Audioteka. Los libros se pueden consumir en computadora o a través de dispositivos móviles que usen sistema operativo iOS, de Apple o Androide, de Google.
Lecturas compartidas
La escritora y crítica literaria Silvia Hopenhayn está atenta al desarrollo de esta nueva modalidad de consumo que apuesta a visualizar el texto a través de la voz; la iniciativa del audiolibro es familiar para ella porque la incorpora en sus talleres de lectura. Tal como lo usa, a través de la escucha se establece una relación con el libro ya no tan solitaria. Sobre todo con los clásicos, que son permeables a todos los tiempos y se renuevan con cada lectura compartida.
Pero también hay quienes "escuchan libros" cuando están solos, mientras cocinan, caminan o manejan. Hopenhayn lo describe así: "Imaginate estar en un auto escuchando accidentes en la ruta, asaltos, etcétera. Provoca todo tipo de cosas, pero más que nada impotencia? En cambio un buen cuento de Poe o de Borges quizá permite sacar alguna conclusión sobre la vida o te despierta palabras que hace tiempo no escuchabas. Y en vez de llegar al trabajo comentando el clima o los disturbios callejeros, de pronto hay alguien que te puede contar otro cuento".
Alejandro Buffo Sempé, ingeniero, de 31 años, es de los que cambió la música por un audiolibro de camino hacia su trabajo, tanto si va en auto o en colectivo como en bicicleta. "Empecé hace unos ocho años con los podcast de la BBC; te suscribías y te los bajabas. Ahora pago un monto fijo de 15 dólares en Audible y me da derecho a un libro por mes", dice. Cuenta que varios de sus compañeros adoptaron esta rutina. "Escucho los mismos títulos que leería, pero así me resulta espectacular: un libro se puede escuchar de seis a diez horas, entonces en dos o tres veces de recorrido lo termino. Ya tengo el oído entrenado de tanto escuchar, porque todo es en inglés". Él se interesa en libros que necesita para trabajar: management y negociación.
Las nuevas formas de consumo cultural y de conexión tecnológica permanente, como las series en maratón, el cine y hasta el teatro por streaming, la hiperconectividad en redes, ¿colaboran con el desarrollo de esta propuesta?
Hopenhayn dice que no lo asocia a ese mundo. "Me resulta difícil vincularlo a la aceleración o el consumo de historias; más bien me parece que es otra forma de seguir entre palabras, menos mediáticas, más poéticas. Pero claro, si se generalizara y fuese un hábito masivo, ya produciría un efecto distinto".
La especialista en literatura juvenil y social media Cristina Alemany considera que las nuevas prácticas culturales pueden colaborar para el desarrollo de este tipo de formatos, aunque en el caso de los jóvenes, su grupo de estudio, observa: "No los veo muy ligados a los audiolibros; los chicos de 13 a 24 prefieren los libros en papel, ni siquiera ebooks", dice, por experiencia. "Los chicos quieren coleccionarlos, mirar las tapas, todo eso. Por suerte."
Una consulta de esta asesora editorial a jóvenes de 15 a 25 años pone en evidencia que prefieren leer. Algunos contaron que habían probado la experiencia del audiolibro, por ejemplo, en un viaje o al salir a correr; otros dijeron que se distrajeron o que no empatizaron con las voces narrativas; varios comentaron que nunca los habían probado. Uno de los puntos en los que hicieron hincapié es que los audiolibros les resultan caros y que podrían incorporarlos para complementar la lectura pero si bajaran los precios. (En la Argentina existe un catálogo gratis en el Ministerio de Cultura de la Nación, pero resulta limitado a una treintena de obras, que no siempre son las que más interesan a los jóvenes.)
Según dice Alemany, los audiolibros están más ligados a personas de más de 30 o 40 años que tienen poder adquisitivo y poco tiempo. "Aquellos que tienen una hora al trabajo, en vez de escuchar música, escuchan un libro", ejemplifica, y sus palabras se tocan con la experiencia de Alejandro.
Los más jóvenes "usan las tecnologías para socializar lo que leen, para conectarse en las redes con otros lectores como ellos, para discutir textos", dice. Y se explaya en las que considera las ventajas de que esto sea así: si todo fuera audiolibros se perdería la magia de las librerías, por empezar, y además la posibilidad de fijar vocabulario y ortografía, algo que da la lectura. "La lectura, como ejercicio privado, uno frente al libro, detenerse a pensar, subrayar, no tiene mucho que ver con el audio, una experiencia a partir de la cual no es tan fácil fijar ideas", opina. "Cognitivamente es otra cosa."
Buenas lecturas
La voz, la dramatización, el tipo de lectura no es un dato menor en este formato que recrea una obra en función de lo que se oye. Hopenhayn señala: "Ése es un tema importante y delicado, casi como la elección de un buen traductor para trasladar un texto de una lengua a otra. En este caso, se pasa de la escritura a la voz, y no es tarea fácil. Faltan narradores locales, y eso que hay muchos y excelentes, habría que acudir a ellos".
Agrega que, así como en los últimos tiempos han vuelto las traducciones argentinas de libros extranjeros, sería importante promover los audiolibros contados por narradores argentinos. "No me refiero a actores", aclara. "Hay escuelas de narración oral con gran trabajo en las lecturas. También puede dar gusto escuchar libros en otras lenguas como forma de familiarizarse con ellas a través de bellas lecturas. O, mejor aún, hay algunos cuentos leídos por sus propios autores." Algunas obras de Cortázar, Gelman y Soriano, por ejemplo, están disponibles.
En Penguin Random House reparan en este aspecto y dicen tenerlo en cuenta para futuros desarrollos. "Las narraciones se hacen preferentemente según el origen del autor. Si son argentinos, así será el narrador. En los casos de las traducciones, buscamos narradores neutros", comenta Lucas.
Quienes viven la experiencia del audiolibro valoran este aspecto como central, casi tanto como el contenido de la obra. Alejandro reconoce que sólo lee aquellos libros con buenas críticas de los usuarios. Aprendió por experiencia: tuvo que abandonar algunos títulos a causa de malas lecturas. "Te cambia mucho quién lo lee. Cuando están bien leídos te engancha, de lo contrario aburre. Es clave la emoción que le pone cada uno", dice.
Anita también considera tan importante la lectura que cuando va Dianela a leer suele interrumpirla para sugerirle modos de entonación. "Me parece que no pronunciaste bien", cuenta que le dice. "Cuando los libros están bien leídos, es como si estuvieras en una obra de teatro", opina. Cree que a la obra hay que revivirla más que leerla.