Asia consolida su liderazgo económico y educativo
La historia económica mundial nos enseña que los liderazgos económicos de carácter global no son permanentes. Desde la Revolución Industrial de fines del siglo XVIII hasta los inicios de este milenio, los países “occidentales” –liderados primero por el Reino Unido y luego por EE.UU.–, encabezaban la importancia de su producción de bienes y servicios en el escenario global. Pero este siglo se viene afirmando año tras año como el siglo del predominio asiático, que ya recupera la importancia que tenía hasta la Revolución Industrial. Según Maddison, en el siglo XVI el PBI asiático representaba nada menos que dos tercios2/3 del PBI mundial.
Se viene consolidando el predominio de las naciones emergentes y en desarrollo en el crecimiento económico. Es así como mientras a inicios de este siglo el 57 % del PBI mundial correspondía a las 39 naciones conocidas como avanzadas, en la actualidad los 155 países emergentes y en desarrollo ya representan nada menos que el 58 % del PBI mundial. Todos los indicadores apuntan a que esta tendencia seguirá en los próximos años. Por ejemplo, el FMI estima que la recuperación económica de este año será más vigorosa en las naciones emergentes, con un aumento del PBI de 6,7 %, mientras que se espera que las naciones avanzadas crezcan menos (5,1 %).
El crecimiento económico de este siglo viene siendo más firme en el Asia emergente, baste decir que en el año 2000 estos países apenas representaban el 16 % del PBI mundial, mientras que ahora esta magnitud se ha duplicado. Este año se espera un importante crecimiento asiático, del orden del 8,6 %. China lidera el grupo de naciones asiáticas que se vienen encaminando en los últimos años por el sendero del crecimiento productivo (India, Indonesia, Corea, Vietnam, Singapur, Malasia y Bangladesh). Por eso no debe sorprender que el desigual avance de la producción de bienes y servicios venga cambiando año tras año el mapa mundial de las actividades económicas, que está girando desde Europa y América del Norte hacia la región del Asia-Pacífico.
China requiere una mención especial: recordemos que cuando Reagan iniciaba su mandato presidencial (1981), EE.UU. registraba un PBI que era nueve veces más grande que el de China, que recién comenzaba a dejar atrás el primitivo modelo colectivista implantado por Mao. Según el reciente informe del FMI de este año, el PBI chino ya supera el de EE.UU., ya que es un 16 % mayor, impulsado sostenidamente por un crecimiento económico sin parangón en la historia económica. Esta diferencia probablemente aumentará en el futuro, ya que, según el FMI, cuando Biden concluya su mandato, en 2024, el PBI chino podría ser casi un 30 % mayor que el de EE.UU. Esto no debe sorprender, ya que la tasa anual de ahorro y de inversión es en China más del doble que en EE.UU. Como observa Natalio Botana, “probablemente China sea el protagonista más destacado en este momento de aceleración histórica. Ninguna otra nación, incluyendo a Estados Unidos, que tuvo que pagar el precio de guerras incesantes, ha aprovechado con tanta inteligencia estratégica los beneficios de la globalización y las mutaciones tecnológicas”.
Los países asiáticos que año tras año dedican una mayor proporción del PBI a inversiones en activos productivos logran asegurar mayores tasas de incremento en su producción anual de bienes y servicios. Pero debemos prestar atención no solamente a los activos físicos, sino también al capital humano de la población, generado por la educación. Este siglo es el de la globalización, impulsada por rápidos avances científicos y tecnológicos; por eso la fortaleza de una sociedad depende sobre todo de su capital humano. La población es la depositaria de ese capital, que es decisivo para el progreso.
La creciente importancia del capital humano acumulado por los sistemas educativos fortalece el desarrollo asiático, como lo evidencian las pruebas Pisa, que involucraron a alumnos de 15 años edad de 79 naciones. China lideró los resultados en las tres áreas evaluadas. Los siete primeros lugares de esta prueba corresponden a participantes asiáticos. Este liderazgo en el nivel de conocimientos de los alumnos, tanto del nivel elemental como el medio, se viene afianzando desde hace tiempo. Esta mayor acumulación de capital humano, y también de capital físico, fortalecerá aún más el avance de las economías asiáticas comparado con el del mundo “occidental”.
En los próximos años, el centro del poder económico mundial se consolidará aún más en Asia. Este dato es importante para definir nuestra propia estrategia de inserción productiva en este mundo cada vez más globalizado y competitivo. Pero atención, esto no lo podremos lograr sin el fortalecimiento de nuestro sistema educativo, no solo con una mayor inclusión, sino también mejorando su calidad. El ejemplo de los asiáticos es claro: si queremos disminuir la pobreza y la indigencia, será necesario un sostenido crecimiento económico, pero también, mejor educación.
Los asiáticos nos están enseñando que el motor del crecimiento económico es la inversión. Es cierto, y este ha sido el aporte de Keynes, que el aumento del consumo en una fase cíclica recesiva puede ayudar a salir de una recesión, pero nunca a mantener un crecimiento sostenido. No hay crecimiento sostenido sin ahorro, inversión y aumento de las exportaciones, no como superficialmente sostienen quienes afirman que el consumo interno es el impulsor del crecimiento. La mayor parte de estas crecientes inversiones son impulsadas por altos niveles de ahorro interno, estimulados por reducidos niveles inflacionarios. Ningún país con alta inflación ha podido crecer de una manera firme y prolongada. El principal activo de nuestro país siguen siendo los recursos aportados por la naturaleza; claro que con esto no alcanza, porque no hemos sabido ni expandir nuestra producción ni avanzar en la industrialización de estos productos primarios.
Nuestro retroceso en el escenario internacional es notable en las últimas décadas, ya que nuestra participación en el PBI mundial se redujo a casi la mitad de la que teníamos hace 40 años. Es hora de retomar el perdido sendero del crecimiento económico, con expansión de las exportaciones y de las inversiones, con abatimiento de nuestra alta inflación y del gran déficit fiscal, alimentado por un excesivo gasto público. Mientras mayores sean las inversiones mayor será el aumento del PBI, reduciendo así el impacto negativo del déficit fiscal, si es que prudentemente no aumenta el gasto público. Debemos disminuir nuestras crecientes pobreza e indigencia, para lo cual serán necesarios un sostenido crecimiento económico y mejor educación. No será fácil la tarea a encarar, pero con una firme voluntad política fortalecida por el apoyo democráticamente expresado, será posible.
Miembro de la Academia Nacional de Educación