Así nos miran quienes vienen de lejos
En el Centro Cultural Arnaldo Orfila Reynal, que funciona en el primer piso de la Librería del Fondo, el ensayista mexicano Rafael Toriz organizó el debate "La Buenos Aires extranjera", en el que intervinieron escritores extranjeros que viven y escriben en Buenos Aires: además de Toriz (moderador y panelista a la vez, autor de La ciudad alucinada y Animalia), la estadounidense Maxine Swann (Chicas serias, Niños hippies); el francés Thibault de Montaigu (Les anges brûlent, Un jeune homme triste, Les grands gestes la nuit) y el chileno Gonzalo León (Cocainómanos chilenos, Vida y muerte del doctor Martín Gambarotta y El exilio dorado). Fue interesante comparar la visión que cada uno tenía de Buenos Aires, más que de la Argentina, a partir de sus lugares de procedencia. A continuación, algunas de sus declaraciones en las que es posible reconocer estereotipos y sorprenderse por ciertas reflexiones.
Maxine Swann: "Hace unos veinte años, me fui de Nueva York a París. A los tres días de haber llegado conocí a un argentino. Nos enamoramos. Después de unos años, resolvimos venir aquí. Llegamos justo en 2001, cuando estalló la crisis. Al poco tiempo, nos separamos, pero la ciudad me había gustado tanto que decidí quedarme. De eso, hace quince años. Me casé con otro argentino y tuvimos un hijo. Me gustar residir en un lugar donde se habla un idioma distinto de aquel en el que escribo. En casa, cambiamos de lengua todo el tiempo. Cuando vuelvo a Estados Unidos, me aburro porque allí conozco todos los códigos. Escribí una novela, The Foreigners, sobre la relación que se establece entre tres mujeres extranjeras que viven en Buenos Aires. En ella, quise recrear la atmósfera de libertad que aquí se respira".
Thibault de Montaigu: "También yo vine por amor: me enamoré de una argentina. Hace tres años y medio que estoy en Buenos Aires. Hay pocas ciudades en las que se puede vivir la atmósfera cultural intensa de ésta. Vengo de un país donde rige un orden muy severo. Allá las cosas son blancas o negras. En Buenos Aires, todo es gris. Eso hace que uno tenga que luchar para conseguir lo que desea y a lo que tiene derecho. En la Argentina, se usa mucho el subjuntivo, el modo verbal de la probabilidad, de la incertidumbre, de los deseos. Con respecto a la literatura, la lectura de Borges me enfrentó a un escritor cerebral. En general, los escritores argentinos son cerebrales y brillantes. La emoción está relegada. De la cultura francesa, les interesa justamente lo más intelectual".
Rafael Toriz: "Parte de la belleza decadente de Buenos Aires reside en el hecho de que el mundo underground no está en los márgenes de la ciudad, sino en su centro. Por otra parte, se dice que Buenos Aires es una ciudad cosmopolita. Y lo es, pero no donde los porteños lo suponen. Por ejemplo, el barrio de Once es mucho más cosmopolita que cualquiera de los Palermos de moda. Cuando leí a Roberto Arlt, pensé que él había captado lo que yo pensaba que era la ciudad. En la actualidad, siento que la literatura argentina es un gran laboratorio. Podría decir que Buenos Aires, más que capital de la Argentina, es capital de sí misma, de Buenos Aires".
Gonzalo León: "Vine a Buenos Aires porque conseguí una beca para escribir una novela. A los cinco meses se vencía el sellado de turista y resolví convertirme en un inmigrante. Me resultaba confuso vivir en un país que no era el mío pero donde se habla el mismo idioma que en el mío. Había palabras que eran las mismas, pero tenían otro significado. Y ciertas cosas se designaban con otros términos: los cortes de carne, por ejemplo. Escribí una novela sobre la inmigración y se me filtraban expresiones porteñas, cuando yo, en verdad, quería seguir escribiendo como un chileno. Lo que me interesa de la literatura argentina es que se mueve entre la tradición y la ruptura. Otro eje de comprensión es el enfrentamiento entre lo periférico y lo central. Me costó mucho entender que Borges, hasta 1960, había sido un escritor marginal. Aquí se escribe con más libertad que en otras partes. Las historias delirantes que se escuchan clandestinamente en los negocios, en los floristas, en los quioscos me dejan asombrado. ¡Y esas historias después pasan a la literatura!".