Así en público como en privado: dos libros contextualizan las conquistas del movimiento LGBT en los años 90
La edición de Hembra, la biografía de Cris Miró, la primera vedette transexual argentina, escrita por Carlos Sanzol, y La noche del mundo, las postales de Alejandro Modarelli sobre la escena gay de fines del siglo XX, permiten reconstruir los cambios sociales y políticos en nuestro país
La biografía de la primera vedette transexual de la Argentina y los relatos de un cronista barroco coinciden en darle un contexto histórico, afectivo e íntimo a la serie de conquistas del movimiento LGBT en los primeros años del siglo XXI. Hembra. Cris Miró. Vivir y morir en un país de machos, de Carlos Sanzol, y La noche del mundo, de Alejandro Modarelli, no sólo narran momentos en los que la vida personal se entrelaza con la pública, sino que además documentan un estado de situación que fue modificado de manera paradójica por la acción política y el imperio del consumo.
Triunfar con el mundo en contra
“El libro es, principio, una biografía sobre la primera vedette trans que se hizo famosa en la Argentina –dice Sanzol-. Cris Miró debutó en el teatro Maipo en una revista en 1995. Pero, también, el libro busca contar la historia de una persona que luchó contra sus propios fantasmas y los prejuicios sociales vinculados a la sexualidad para poder definir su identidad.” Para poder contar esa historia, Sanzol abordó la historia del país y la del colectivo LGBT, cuyas pequeñas y tímidas intervenciones en los años noventa permitieron que Cris pudiera aparecer en la esfera pública.
“En 2010, escribí una nota para el suplemento de Espectáculos de La Nación sobre las vedettes actuales y las de antes. Ahí surgió el nombre de Cris Miró, que había provocado un antes y un después en el mundo de las revistas: ocupó un lugar que sólo era exclusivo de la mujer, el de la vedette. De manera paralela, yo quería contar una historia sobre el proceso que atraviesa una persona para construir una identidad, ese quién soy en el mundo”, dice el periodista. Cris Miró fue la excusa perfecta porque, a la crisis de identidad, ella debió sumar la lucha por reivindicar su identidad sexual con todo el mundo en su contra. La investigación le llevó a Sanzol varios años de trabajo, entrevistó a más de treinta personas del entorno de Cris Miró y creó un archivo propio sobre la época.
Cris Miró murió el 1° de junio de 1999. “Los cambios en materia de identidad y orientación sexual son enormes –señala Sanzol-. Por ejemplo, desde la década del 50 hasta 1999, en la Ciudad de Buenos Aires, la Policía Federal, valiéndose de edictos, podía detener a las personas que vestían ropas del género opuesto y que circulaban por la calle. Las travestis pasaban un promedio de cinco días a la semana presas.” Su libro hoy puede ser leído como un recuerdo sobre las consecuencias de la discriminación, que sólo conduce al empobrecimiento de la calidad de vida de muchas personas.
Un aspecto de la biografía, que fue publicada por Milena Caserola, indaga la noche gay en los años noventa. “A pesar de que había una fuerte oposición social y estigmatización de la colectividad LGBT, esas noches eran transversales. En ciertos lugares míticos como El Dorado, Morocco y Ave Porco, se mezclaban los públicos: las personas gays convivían sin problemas con las heterosexuales. Y de alguna manera, se permitía cierta libertad o experimentación sexual. La noche de los años noventa buscaba la mixtura, la hibridez.”
Cada época lee de una manera nueva a las personas del pasado. “Vi en Cris Miró un símbolo de los debates sociales actuales, sobre todo los vinculados a la violencia de género –agrega Sanzol-. El subtítulo del libro es Vivir y morir en un país de machos porque Cris fue de alguna manera ‘beneficiaria’ y víctima del machismo. Beneficiaria porque representaba el modelo de ‘mujer’ que busca el imaginario de la misoginia: la femme fatale, la mujer objeto. Y víctima porque el discurso machista excluye todo aquello que se aleja del canon de la virilidad. Diecisiete años después de su muerte, estos valores aún persisten en la sociedad argentina con su peor cara: los femicidios.”
Eros y enfermeros
En La noche del mundo (Mansalva), Alejandro Modarelli hace un recorrido por una vorágine de historias que emergieron luego de un coma inducido, de diez días, que padeció tras un vuelo accidentado de Bogotá a Buenos Aires. “El avión aterrizó de urgencia en Santa Cruz de la Sierra y ahí quedé por un tiempo, visitando en sueños a mi nodriza literaria, Pedro Lemebel, en una Santiago de Chile en blanco y negro, al estilo de los noticieros de los tiempos de Allende –cuenta Modarelli-. Mi cuerpo era en un organismo múltiple y extraño, del que formaban parte unos cerditos laboriosos y explotados. Cuando me destetaron, como se dice en la jerga médica cuando se te desconecta del respirador artificial, seguí alucinando.” Por increíble que pudiera parecer, Eros no lo había abandonado. Su cuerpo aún se erizaba al contacto de los enfermeros varones. “En medio de la peor enfermedad hay eros, como en los funerales hay risa y en el cementerio el enterrador se refriega el bulto por unos pesos cuando pasa una marica con un ramo de flores para la tumba de la amiga, que en el sidario de los años noventa apuró su último trago”, se lee en el nuevo libro del escritor y cronista.
La filiación literaria de Modarelli no sólo incluye a Lemebel; se completa con una tradición que va desde Manuel Puig y Copi, pasando por Néstor Perlongher, hasta María Moreno. “No hay una frontera sino varias en mis textos. Esos nombres acreditan el curso inestable de una historia de la homosexualidad, unas maneras de vivirla que, como dice el sociólogo Ernesto Meccia, son dos modelos, si no tres: aquel que corresponde al antiguo homosexual sufriente y callado; el gay que es un paria con conciencia y pelea por el reconocimiento jurídico, y en estos tiempos de debilitamiento de la identidad política surge otro sujeto mucho más descentrado, el gay consumidor abducido por un mercado específicamente dirigido a él, del que las personas trans apenas si pueden dar cuenta.” La mayoría de las personas trans sobreviven en la periferia de ese modelo, sometidas a la violencia institucional.
En sus crónicas, el autor sigue el rastro que hacía del homosexual un aventurero y de la ciudad, una cartografía para sus goces inesperados. “Esa ciudad fue muriendo bajo las nuevas tecnologías que hacen de la antigua marica un ‘mariclón’ devoto de la selfie, y de los viejos ‘yiros’ ruteros, una aplicación de donde pocas veces se encuentra un opuesto, sino apenas el reflejo narcisista de lo que uno cree ser, y donde ningún dios quiere compartir cartel.”
Modarelli también halla en las noches esplendentes de los años ochenta, durante la primavera cultural alfonsinista, el origen del modelo gay que se iba imponiendo en la Argentina. “Nuevas formas creativas de relacionarse ya fuera de la clandestinidad, cruces sexuales en un universo de neones, circuitos de levante callejero, donde las miradas no eran para clasificar al otro en una pantalla de celular sino ese momento único en que dos cuerpos se encendían al paso, sin prejuzgarse. Cuerpos que tuvieron que aprender a la fuerza a convivir en plena juventud con el horizonte de su propio final, cuando el sida se convirtió en esa compañía fantasmática de todo gay y de golpe se medicalizaba la existencia.” En La noche del mundo, que lleva por subtítulo Brumario de maricas, el autor escribe sobre los poetas Ariel Schettini y Carlos Moreira, los militantes del Frente de Liberación Homosexual y el crítico cultural más importante de México: Carlos Monsiváis.
Hembra. Cris Miró. Vivir y morir en un país de machos, de Carlos Sanzol, se presenta hoy, a las 19 en el teatro Maipo.
La noche del mundo