Artistas de Brasil. Los devoradores de virtudes
El Malba inaugura el jueves próximo la última muestra del año, Antropofagia y modernidad, con obras pertenecientes a la colección Fadel
Desde 1987 no se veía en Buenos Aires un panorama tan completo del arte brasileño como el que se verá desde el jueves próximo en el Malba. En aquel año aterrizaba en el Museo Nacional de Bellas Artes la colección Roberto Marinho de pintura moderna brasileña, una muestra que fue un hito por la calidad excepcional de las obras y también por el concepto de dinamismo expositivo y comunicacional.
A casi treinta años de aquella panorámica, el Malba cerrará otro año brillante con Antropofagia y modernidad. Arte brasileño en la colección Fadel, una selección de obras a cargo de Victoria Giraudo. La muestra permanecerá en Buenos Aires hasta el 21 de febrero y luego viajará al Museo Nacional de Arte (Munal) de México, que dirige hoy Agustín Arteaga, primer director del Malba.
¿Qué es la colección Fadel? Un acervo pictórico y escultórico del abogado Sergio Fadel y su señora Hecilda, quienes se ocupan con sus hijos de promover y preservar unas 3000 piezas. Abarcan un arco temporal que comienza en el siglo XVII y llega hasta nuestros días. La colección se inició luego del casamiento de la pareja, en 1968, y durante más de una década estuvo al cuidado de Paulo Herkenhoff, quien la hizo visible en el Museo de Arte de Río (MAR).
¿Qué verá el público? Básicamente, el primer arte moderno (Belmiro de Almeida, Giovanni Castagneto, Eliseu Visconti); los modernistas (Vicente do Rego Monteiro, Anita Malfatti, Emiliano di Cavalcanti, Ismael Nery, Tarsila do Amaral, Alberto Guignard); los llamados "primitivos"; el concretismo; el neoconcretismo, la abstracción informal y experimentaciones de los años 70.
En la colección permanente del museo hay ya varios nombres capitales del arte brasileño. El Malba también ha dedicado muestras importantes a artistas como Lasar Segall, Tarsila do Amaral, Beatriz Milhazes, Adriana Varejão y Claudia Andujar, y colectivas como El hilo de la trama. La curadora subraya que el recorte de esta muestra no es un panorama de Brasil, sino que se apoya por un lado en el concepto de "modernidad" relativo a las metrópolis con contactos internacionales asociados a la Revolución Industrial y sus coletazos; por otro, en el de "antropofagia" como modelo de apropiación y deglución caníbal de lo que viene de afuera.
La muestra se organiza con un recorrido histórico que arranca con el primer modernismo. Es decir, artistas que se anticiparon al lenguaje pictórico moderno, como Belmiro de Almeida -presente con una notable Maternidad en círculos-, el ruso Lasar Segall -que ya en 1913 mostraba sus obras expresionistas-, o Anita Malfatti, que en 1917 había sorprendido con una muestra que acusaba influencia del expresionismo alemán matizado con cierto fauvismo.
Con la Semana de Arte Moderno de 1922 llega oficialmente el modernismo a Brasil, con exposiciones, lecturas poéticas, conciertos y conferencias de la mano de escritores como Mário y Oswald de Andrade, pintores como Vicente do Rego Monteiro, escultores como Victor Brecheret y el músico Heitor Villa-Lobos. El Manifiesto antropófago de Oswald de Andrade publicado en 1928 exhortaba "a devorar a nuestro colonizador para apropiarnos de sus virtudes y habilidades y transformar el tabú en tótem".
De Tarsila do Amaral se puede ver Morro da Favela (1924). Atestigua un fenómeno urbanístico nuevo en Río de Janeiro, la favela, que según Herkenhoff fue resultado de la abolición de la esclavitud y de las migraciones. Es una pintura abundante de casuchas multicolores, con personajes negros sin rostro, ropa tendida, vegetación variada, un perro blanco que acude al llamado de una niña y un pavo distraído.
Emiliano di Cavalcanti está presente con una escena costumbrista conmovedora, Futbol (1935): once niños jugando en un campo sin césped que comparten con un chivo y un asno, son blancos y negros (uno luce un curioso sombrero) y parecen salir al recreo de una escuelita que se divisa a lo lejos, mientras que al otro lado del camino las vacas descansan cerca de un pequeño cementerio custodiado por una gran cruz con los símbolos de la Pasión.
El arte abstracto de raíz geométrica surge en Brasil en la década de 1950, cuando el país contaba con un impulso dado por la creación de varios museos (Arte Moderno de San Pablo, Arte Moderno de Río de Janeiro) y la creación de la primera Bienal Internacional de San Pablo, entre otros estímulos. Hubo varios grupos que adherían a la propuesta geométrica, como Atelier Abstracción; Ruptura, liderado por Waldemar Cordeiro, y un desprendimiento de este mismo que fusionaba el arte concreto con la poesía visual (grupo Noigandres).
En la vereda de enfrente estaban quienes admiraron la exposición de grandes telas del expresionista estadounidense Jackson Pollock en la Bienal de San Pablo de 1957. Eran brasileños de origen japonés, como Manabu Mabe o Tomoshige Kusuno, y otros como Iberê Camargo.
En la década de 1960 no existía en América Latina una sociedad de consumo semejante a la de Estados Unidos, ni mucho menos pop art, pero los artistas de Brasil tomaron algunos elementos de la historieta y del diseño para encarar una crítica de denuncia. Como Wanda Pimentel -carioca nacida en 1943-, que construye un mundo doméstico con líneas rectas y colores planos. La obra de 1968 que se verá en el Malba tiene dominantes de verdes, rojos y blancos para mostrar una pava que parece derramar su líquido sobre la cocina mientras una mujer observa subida a la mesada.
Al terremoto conceptual de Yoko Ono en el Malba sigue -para equilibrar quizá- esta muestra historicista de soportes clásicos de la historia del arte, la pintura y la escultura de un país vecino y próximo.