Reseña: Genios pobres, Claudio Iglesias
Artistas con sentido de lo extraordinario
Ocho historias de vida de artistas integran Genios pobres, de Claudio Iglesias (Buenos Aires, 1982); bosquejos, siluetas biográficas de cuatro pintores y cuatro pintoras que vivieron en la misma ciudad. "Entre Carlos Giambiagi, que nació en el siglo XIX, y Mildred Burton, que murió en 2008, traté de recrear los climas, la inspiración y también las lagunas de abulia de algunos de los artistas que trabajaron en Buenos Aires, la ciudad que les causó ansiedad, beneplácito, hastío, y que a todos cobijó en sus recovecos, vinieran de donde vinieran", escribe Iglesias en el prefacio. Valentín Thibon de Libian, Manuel Musto, María Laura Schiavoni, Enrique Policastro, Gertrudis Chale y Leonor Vassena completan el grupo.
Una pinacoteca tan diversa desde el punto de vista genérico como social. Una antología lateral. Genios pobres es un libro borgeano en su concepción; culto y anacrónico en su redacción. Es un libro romántico: la imaginación es el mejor amigo de los desahuciados, afirma el autor de estas ocho vidas imaginadas, no imaginarias.
La que Iglesias despliega no es la concepción del genio como un ser extraordinario sino como quien tiene "sentido de lo extraordinario", como quien logra dedicar su vida a la obra como búsqueda de un "algo necesario". Genio como aquel que encuentra su propio problema y no lo elude ("cada artista tiene un problema, uno solo"). Y "pobres", por otra parte, en el sentido de menores, velados. Al no haber sido alcanzados por gran éxito, fama o prestigio, en el itinerario biográfico de estos personajes Iglesias encuentra un espacio diáfano proclive para la literatura.
Genios pobres, Claudio Iglesias, Mansalva, 100 páginas, $ 295